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Una hoja de ruta para Canarias

Surge así otro gobierno de continuidad, que se marca como primer objetivo inconfesable, pero obvio, el llegar a las elecciones generales con alguna posibilidad de recuperar terreno electoral, pero no más. Un gobierno que consumará el resto de su mandato bajo la resaca de la derrota electoral de su mentor madrileño, el señor Rajoy, las luchas intestinas en el seno de un PP canario en busca de sucesor por entonces y de otro lado una CC sin grupo y en descomposición. Y con ese balance nos volveremos a ver como ahora, cerrando dos legislaturas nulas para Canarias, ocho años de suspenso institucional, casi una década perdida para el objetivo de una Canarias nuestra, próspera, desarrollada, además de territorial y socialmente equilibrada que amplios segmentos de la sociedad vienen demandando.Con esa manera de entender la acción de gobierno sin más perspectiva que ganar elecciones; con esa miope manera de entender que el desarrollo de un pueblo pasa por esperar subvenciones y fondos del exterior para siempre y para los de siempre; con esa ciega concepción de nuestra economía que no ve más allá de articularlo todo en torno al turismo, sin que se haga nada real para diversificarla; con esa voluntad política tan patente de entender el autogobierno como una mera descentralización administrativa que después se traduce en mercadeo de votos en Madrid, no se puede levantar un proyecto de país, un proyecto consecuente de Canarias.Canarias, tras más de veinte años de autonomía, superada con creces su mayoría de edad, está más que madura para vertebrarse de otra manera distinta a aquella trazada por los prohombres de la junta de Canarias. Está en la necesidad de modernizar, optimizar y desarrollar a plenitud su organización política interna, su proyecto económico y sus relaciones con el Estado y el mundo.La hoja de ruta para una nueva Canarias pasa primeramente por dar definitivo certificado de defunción al pacto encubierto de las Cañadas. Lo que entonces se vendió como una ley electoral que garantizaba el equilibrio entre las islas, hoy sencillamente sólo contribuye a una aberrante deformación del peso político real de cada una de ellas, por no hablar de lo que supone el invento posterior de las barreras electorales que hace añicos el voto de cientos de miles de canarios. El principio democrático de una persona, un voto, se hace prioritario, indispensable y cimiento fundamental en la construcción de esa nueva Canarias que la ciudadanía demanda.Ese itinerario político se continuaría con el establecimiento de un gran pacto político con el Estado. Pero no un pacto que dependiera del papel bisagra o no de votos canarios en el congreso o del color político de quien gobierne en las islas. Sería un pacto que en Canarias llevaría a un consenso sin ataduras entre todas las fuerzas políticas canarias y que llevara al reconocimiento constitucionalmente, como ya ha hecho Europa, que nuestro estatus es diferente y por tanto merece del reconocimiento por Madrid de competencias muy avanzadas, por encima incluso de las de vascos y catalanes. A partir de ahí sentar las bases de un proyecto económico viable para Canarias sería más fácil, un proyecto que nos integrara en el mundo y no sólo nos limitara a Europa; un proyecto que transformara paulatinamente nuestra economía de dependiente y terciarizada en productiva, diversificada y estratégicamente internacionalizada. Mucho nos tememos que el gobierno del señor Rivero y el señor Soria tiene marcada otra ruta, porque otros son sus destinos e intereses y que tiene otra agenda porque sus tiempos sólo se miden en clave de elecciones y no de próximas generaciones. Pero eso sólo da más argumentos y fuerzas aún a quienes sí apostamos por una hoja de ruta que nos lleve a un horizonte, un proyecto de país, un nacionalismo y una forma de hacer política distintos. (*)Aureliano Francisco Santiago Castellanos es el presidente de Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria en Telde

Aureliano Francisco Santiago Castellanos

Surge así otro gobierno de continuidad, que se marca como primer objetivo inconfesable, pero obvio, el llegar a las elecciones generales con alguna posibilidad de recuperar terreno electoral, pero no más. Un gobierno que consumará el resto de su mandato bajo la resaca de la derrota electoral de su mentor madrileño, el señor Rajoy, las luchas intestinas en el seno de un PP canario en busca de sucesor por entonces y de otro lado una CC sin grupo y en descomposición. Y con ese balance nos volveremos a ver como ahora, cerrando dos legislaturas nulas para Canarias, ocho años de suspenso institucional, casi una década perdida para el objetivo de una Canarias nuestra, próspera, desarrollada, además de territorial y socialmente equilibrada que amplios segmentos de la sociedad vienen demandando.Con esa manera de entender la acción de gobierno sin más perspectiva que ganar elecciones; con esa miope manera de entender que el desarrollo de un pueblo pasa por esperar subvenciones y fondos del exterior para siempre y para los de siempre; con esa ciega concepción de nuestra economía que no ve más allá de articularlo todo en torno al turismo, sin que se haga nada real para diversificarla; con esa voluntad política tan patente de entender el autogobierno como una mera descentralización administrativa que después se traduce en mercadeo de votos en Madrid, no se puede levantar un proyecto de país, un proyecto consecuente de Canarias.Canarias, tras más de veinte años de autonomía, superada con creces su mayoría de edad, está más que madura para vertebrarse de otra manera distinta a aquella trazada por los prohombres de la junta de Canarias. Está en la necesidad de modernizar, optimizar y desarrollar a plenitud su organización política interna, su proyecto económico y sus relaciones con el Estado y el mundo.La hoja de ruta para una nueva Canarias pasa primeramente por dar definitivo certificado de defunción al pacto encubierto de las Cañadas. Lo que entonces se vendió como una ley electoral que garantizaba el equilibrio entre las islas, hoy sencillamente sólo contribuye a una aberrante deformación del peso político real de cada una de ellas, por no hablar de lo que supone el invento posterior de las barreras electorales que hace añicos el voto de cientos de miles de canarios. El principio democrático de una persona, un voto, se hace prioritario, indispensable y cimiento fundamental en la construcción de esa nueva Canarias que la ciudadanía demanda.Ese itinerario político se continuaría con el establecimiento de un gran pacto político con el Estado. Pero no un pacto que dependiera del papel bisagra o no de votos canarios en el congreso o del color político de quien gobierne en las islas. Sería un pacto que en Canarias llevaría a un consenso sin ataduras entre todas las fuerzas políticas canarias y que llevara al reconocimiento constitucionalmente, como ya ha hecho Europa, que nuestro estatus es diferente y por tanto merece del reconocimiento por Madrid de competencias muy avanzadas, por encima incluso de las de vascos y catalanes. A partir de ahí sentar las bases de un proyecto económico viable para Canarias sería más fácil, un proyecto que nos integrara en el mundo y no sólo nos limitara a Europa; un proyecto que transformara paulatinamente nuestra economía de dependiente y terciarizada en productiva, diversificada y estratégicamente internacionalizada. Mucho nos tememos que el gobierno del señor Rivero y el señor Soria tiene marcada otra ruta, porque otros son sus destinos e intereses y que tiene otra agenda porque sus tiempos sólo se miden en clave de elecciones y no de próximas generaciones. Pero eso sólo da más argumentos y fuerzas aún a quienes sí apostamos por una hoja de ruta que nos lleve a un horizonte, un proyecto de país, un nacionalismo y una forma de hacer política distintos. (*)Aureliano Francisco Santiago Castellanos es el presidente de Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria en Telde

Aureliano Francisco Santiago Castellanos