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Imagina

Un pequeño ejercicio mental:

Imagina un país en el que cientos de miles de personas se dirigen a la capital reclamar sus derechos.

Un país que desconfía de la buena fe de sus ministros, porque ya está tristemente acostumbrado a que estos estén al servicio de grandes empresas nacionales (o, aun peor, multinacionales), y no al de los gobernados.

Un país donde los policías son apaleados en batallas campales en las que la gente pierde los dientes o los testículos. Un país en el que muchas personas no necesariamente malvadas se sienten incapaces de experimentar empatía hacia esos mismos policías, ya que en otras ocasiones recientes ellos no han mostrado piedad mientras aporreaban a chicas jóvenes o ciudadanos que, simplemente, pasaban por allí.

Un país donde hay quienes no pueden encender la calefacción por miedo a no poder hacer frente a unas tarifas incomprensibles dictadas por el capital privado; en el que la gente rebusca comida en los contenedores y familias enteras son desalojadas de sus casas mientras gran cantidad de viviendas permanecen vacías.

Un país en el que varios millones de trabajadores y trabajadoras están dispuestos a perder sus derechos y su dignidad con tal de poder llevar un plato de comida a su mesa.

Un país en el que el estudiantado, el personal sanitario, el funcionariado y hasta el pequeño y mediano empresariado muestra un casi unánime rechazo a las medidas adoptadas por su gobierno.

Imagina un país en el que todo el mundo sabe que los poderosos campean a sus anchas y pueden destrozar las vidas de miles y miles de personas para enriquecerse, sin que la justicia pueda hacer nada por impedirlo, porque aquellos jueces que quieran evitarlo saldrán mal parados.

Ahora imagina que eres el presidente de ese país.

¿No te preguntarías, acaso, si estás haciendo algo mal?

Un pequeño ejercicio mental:

Imagina un país en el que cientos de miles de personas se dirigen a la capital reclamar sus derechos.