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Ningún inmigrante es ilegal

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El ciudadano ha inoculado la afección antigua del jesuita y no presta atención a lo obvio. El ciudadano europeo se va quedando sin alma que tout court es ese soplo que hace del hombre, una persona. El Papa de Roma se queda afónico gritando que quien repele a los emigrantes comete pecado. Si lo vieras desde la óptica judía, rechazar al inmigrante es egoísmo, que es lo contrario al altruismo que es la vía que tenemos para acercarnos a Dios.

El libro de cabecera de quien conoce esta tragedia no se quien lo escribió, pero seguro que fue Conrad. El horror que anima al Corazón de la Tinieblas y el mar, ese ente vivo, soberano e invencible que aparece en el Espejo del Mar. En el Congo se cortaba el brazo de un nativo por el caucho y en el mar, que lo sabe todo, pero solo a su debido tiempo muestra su sabiduría, cuando lo hace, condena a las personas a morir entre el temor y el coraje.

No hace muchos siglos el hombre era depredador de sí mismo. Hace menos décadas el hombre esclavizaba al hombre. Hace solo unas décadas en ese gran país que es hoy Sudáfrica el negro era tratado por el blanco de una forma increíble siendo así que lo fantástico no es que fuera increíble, sino que era real. Hemos convivido entonces con lo obvio. De forma odiosa. En asuntos de derechos humanos tocantes al inmigrante en Europa se ha impuesto una mirada postridentina, un solo lenguaje y una sola visión del mundo.

El ciudadano, cualquiera que sea su forma de pensar y salvo excepciones, ignora al inmigrante con discursos que no son otra cosa que variaciones sobre el mismo tema , Francisco histérico. Tenemos una concepción única de la verdad que debiera ser lo bueno y lo bello, pero se prefiere lo malo y lo feo. El hombre como creador y destructor de valores se convierte en el perfecto destructor de los valores que lo engrandecen. Es obvio que el hombre es la medida de todas las cosas, pero para ganar elecciones hay que apostar por una entre las diferentes formas de expulsar al inmigrante.

Los partidos políticos poco pueden hacer porque aceptar lo obvio no te lleva a un convento de jesuitas sino a la oposición política y a no gobernar nunca. Se remiten a un Pacto para la Emigración y Asilo made in Bruselas que, lejos de pensar en las pateras, solo regula a los inmigrantes que piden asilo y que se desarrolla entre el pragmatismo y el cinismo. Llega a reconocer la ficción de la no entrada que no es otra cosa que asumir que el que ha llegado no ha llegado durante unas semanas para tener tiempo de regular el papeleo y no se escape. Ese exabrupto ya es de física cuántica, que es la única forma de entender que una partícula si es lo suficientemente pequeña puede estar en dos ubicaciones al mismo tiempo. Un artículo de la Ley de Extranjería establece que antes de ser documentado un menor es responsabilidad del Estado y después de documentado la responsabilidad es de la comunidad autónoma. Un sello estampado dirime la existencia de un niño, y decidirá si está más aquí o más allá como el gato del famoso experimento de la teoría cuántica.

Si decimos que ningún emigrante es ilegal porque un ser humano nunca puede ser ilegal digo lo obvio. Si decimos que el derecho a emigrar debe ser primero al derecho para hacer turismo digo lo obvio. Pero, como jesuitas de antaño, no prestamos atención a lo obvio. Tenemos un problema más grande que un asunto de estado. Algún día prestaremos atención a lo que era obvio y solo podremos quejarnos de nosotros mismos. En palabras de Woody Allen, lo que nos joderá es haber sido como fuimos. Tendremos entonces una deuda con nosotros mismos, una deuda odiosa que es esa deuda que con buenas razones no queremos pagar.

Este lamento es de alguien que observa lo obvio, pero no tiene respuestas. Es un lamento mío que tengo preguntas en demasía, pero ando corto de respuestas. Formo parte del problema. Otra cosa es que haya otro nivel de mayor bajeza, el de los de grandes partidos políticos españoles que no se ponen de acuerdo para repartir y atender a los niños emigrantes. Las campanas tocan por el alma de Europa y poco a poco descubriremos para quien se acabó la fiesta. Y en esta bajeza que no cuenten con muchos de nosotros.

El ciudadano ha inoculado la afección antigua del jesuita y no presta atención a lo obvio. El ciudadano europeo se va quedando sin alma que tout court es ese soplo que hace del hombre, una persona. El Papa de Roma se queda afónico gritando que quien repele a los emigrantes comete pecado. Si lo vieras desde la óptica judía, rechazar al inmigrante es egoísmo, que es lo contrario al altruismo que es la vía que tenemos para acercarnos a Dios.

El libro de cabecera de quien conoce esta tragedia no se quien lo escribió, pero seguro que fue Conrad. El horror que anima al Corazón de la Tinieblas y el mar, ese ente vivo, soberano e invencible que aparece en el Espejo del Mar. En el Congo se cortaba el brazo de un nativo por el caucho y en el mar, que lo sabe todo, pero solo a su debido tiempo muestra su sabiduría, cuando lo hace, condena a las personas a morir entre el temor y el coraje.