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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

El poder invisible

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Para bien o para mal, la unión hace la fuerza de forma que la suma individual y ordenada de cada una de las voluntades genera la presión adecuada, tanto para poder cambiar el signo de los acontecimientos como para perpetuarlos en el tiempo. De hecho, recientemente se ha visto como en China, a partir de la presentación multitudinaria de un simple y humilde trozo de papel en blanco, se ha procedido a suavizar los férreos controles en materia de detección y erradicación de la COVID por parte de las instituciones. Es cierto que la eficacia de dichos controles no fue muy relevante, pero no es menos cierto que si no se hubiera llegado a una masiva movilización, el cambio no aparecería de forma espontánea. Pero, como se decía en un inicio, no todas las movilizaciones son loables. Y un ejemplo reciente lo tenemos con lo sucedido en Brasil, donde a base de fuerza se ha pretendido perturbar los designios democráticos.

A lo largo de la historia han existido movimientos sociales, tanto de índice civil, político, religioso o militar, por intentar enmarcarlos, que han cambiado el rumbo de la historia, ya sea para contrarrestar casos detectados (o no revelados pero conocidos) de corrupción, situaciones latentes de desigualdad económica, discriminaciones sociales o vulneraciones de los derechos humanos. Remontándonos al siglo XVIII, encontramos en el motín del té en Gran Bretaña la semilla que terminó por generar los precedentes de la guerra de independencia de los Estados Unidos de América, dado que la instauración de un impuesto que gravaba la importación de este producto discriminaba de forma positiva a la Compañía Británica de las Indias Orientales, lo que provocó disturbios en el puerto de Boston a través de la destrucción de barcos procedentes de Gran Bretaña.

Si nos vamos al seno de Europa, la toma de La Bastilla en París es todo un estandarte. Estaba claro que la discrecionalidad a la hora de decidir quién debía ser detenido y quién no por parte de la autoridad arbitraria proveniente de la monarquía absoluta, tenía los días contados. Y el 14 de julio de 1789 el hartazgo hizo su aparición con la Revolución Francesa, teniendo como protagonista a la guillotina. Saltando a otro continente, un personaje histórico llamado Mahatma Ghandi sembró la semilla a través de la protesta pacífica que serviría de germen de la independencia de India del Imperio Británico. También, no coincidiendo ni en el tiempo ni en el espacio, Nelson Mandela hizo lo propio en favor de la cohesión social y el fin de racismo, evitando el discurso del odio como centro neurálgico de las actuaciones.

Hay que tener en cuenta que todos los movimientos apuestan por un cambio en la estructura del poder o su organización. Ahora bien, que nadie piense que se está asistiendo a una arenga para derrocar al sistema. Simple y llanamente se trata de saber que no hace falta que aparezca ningún alienígena con superpoderes proveniente de otra galaxia para que nos ofrezca protección y haga que la justicia venza por encima de todas las consideraciones. Tenemos en nuestras manos todo lo que necesitamos para ir a por lo que creemos que nos merecemos al igual que para liberarnos de aquello que nos aprisiona, ya sea con nuestros propios medios o a través de la elección democrática de quién lo haga. Y este 2023 nos ofrece la oportunidad de elegir o de asumir, teniendo claro que no nos hace falta ningún personaje de cómic que nos saque las castañas del fuego y menos si se pone los calzoncillos por encima del pantalón, porque, más allá de perder todo el gusto por la moda, mucha confianza tampoco ofrece.

Para bien o para mal, la unión hace la fuerza de forma que la suma individual y ordenada de cada una de las voluntades genera la presión adecuada, tanto para poder cambiar el signo de los acontecimientos como para perpetuarlos en el tiempo. De hecho, recientemente se ha visto como en China, a partir de la presentación multitudinaria de un simple y humilde trozo de papel en blanco, se ha procedido a suavizar los férreos controles en materia de detección y erradicación de la COVID por parte de las instituciones. Es cierto que la eficacia de dichos controles no fue muy relevante, pero no es menos cierto que si no se hubiera llegado a una masiva movilización, el cambio no aparecería de forma espontánea. Pero, como se decía en un inicio, no todas las movilizaciones son loables. Y un ejemplo reciente lo tenemos con lo sucedido en Brasil, donde a base de fuerza se ha pretendido perturbar los designios democráticos.

A lo largo de la historia han existido movimientos sociales, tanto de índice civil, político, religioso o militar, por intentar enmarcarlos, que han cambiado el rumbo de la historia, ya sea para contrarrestar casos detectados (o no revelados pero conocidos) de corrupción, situaciones latentes de desigualdad económica, discriminaciones sociales o vulneraciones de los derechos humanos. Remontándonos al siglo XVIII, encontramos en el motín del té en Gran Bretaña la semilla que terminó por generar los precedentes de la guerra de independencia de los Estados Unidos de América, dado que la instauración de un impuesto que gravaba la importación de este producto discriminaba de forma positiva a la Compañía Británica de las Indias Orientales, lo que provocó disturbios en el puerto de Boston a través de la destrucción de barcos procedentes de Gran Bretaña.