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Lo malo y lo peor

Es verdad que en el PSOE están de un sinvivir subido los partidarios de que coja puerta y los que prefieren que siga, a ver si suena la flauta. Como es improbable que Zapatero no previera la carajera que ha formado, se me ocurre que quizá sea un riesgo calculado para inducir al PP a ocuparse menos de él y enfilar a Rubalcaba como posible y peligroso sucesor. Así puede Zapatero zangolotearse mejor en el exterior y que sea su vicepresidente y eventual sustituto quien se las entienda con los navajazos de sus contrincantes parlamentarios, tan impotentes que han vuelto a recurrir a los ataques a la política antiterrorista para combatirlo. Rubalcaba, en fin, puede largarle a los peperos lo que el presidente debe embucharse por razón de un cargo que le exige no descender a los terreros de andar por casa.

Podrían ir los tiros por ahí. Secuela de esta estrategia sería la suspensión del tradicional mitin de arranque psocialista. Debió considerar la dirección del partido que su celebración, con la presencia de Zapatero, marcaría demasiado, hasta desvirtuarlo, el sentido de las inminentes elecciones autonómicas y locales. El PP pretende prolongar en ellas el enfrentamiento directo con Zapatero, que no es candidato, muy en la línea pepera de superponer su afán de llegar a La Moncloa a los intereses inmediatos de comunidades y ayuntamientos que no pasan por colocar en La Moncloa a Rajoy, a Zapatero o a su sustituto de darse el caso. Eso toca en 2012 y no vale que las elecciones del próximo mayo sean utilizadas como precampaña de las generales. Esa manera de enfocarlas tiene cierto tufillo a centralismo por el que resulta que lo importante es lo que ocurra en Madrid entre los dos primeros gallos del gallinero estatal. El PP ha embestido al vacío.

Si esto es así, como parece, Zapatero marca los tiempos y Rajoy recurre a lo de siempre: disolución inmediata del Parlamento y elecciones anticipadas. Un empeño con pocos apoyos fuera de los círculos peperos y sus voceros mediáticos. Éstos, ya saben, ocultan la mejoría económica que se le reconoce a España en medios internacionales. Y digo “mejoría” por utilizar los términos usuales en esos círculos donde, a lo que se ve, aplauden que los gobiernos, como el del propio Zapatero, la obtengan imponiendo a los de siempre (a muchos para siempre) sacrificios urdidos por los propios causantes de la crisis, emboscados bajo el cuasi eufemismo de “mercados”.

La crisis la originaron las desregulaciones masivas que dejaron barra libre al capitalismo especulativo no productivo sin que se vea, en ninguna parte de la tan cacareada reforma del sistema financiero, un intento serio de meterlo en vereda. La relación de los beneficiarios de la crisis, incluidos los insultantes incrementos de los ingresos de los ejecutivos autores del desaguisado, lo dice casi todo y relativiza la mejoría que no es para todos.

Zapatero, a lo que iba, se ha plegado (o lo “han plegado”, da igual) a los intereses del capitalismo desalmado y no es casual que por ahí, justo por donde se hace merecedor de las críticas, Rajoy no le haya formulado ninguna. Sólo dice que él lo haría mejor sin especificar si se refiere a que nos apretará más; por ejemplo privatizando lo que a Zapatero se le quede atrás. A lo sumo, si se le insiste y entiende su letra en las notas con que comparece, promete reducir impuestos. Rajoy plantea el quítate tú para ponerme que es tan legítimo como nuestro derecho a pensar que vale más malo conocido que bueno por conocer.

A mi entender, poco importa que Zapatero se vaya o decida quedarse. Es la forma de evitar que nos vuelvan locos con tanto chau-chau y podamos ver en los procesos electorales la normalidad de la alternancia, no vivirlos como el desgarrado ser o no ser nacional entre el abismo y la salvación, el discurso preferido de la derechona.

Es verdad que en el PSOE están de un sinvivir subido los partidarios de que coja puerta y los que prefieren que siga, a ver si suena la flauta. Como es improbable que Zapatero no previera la carajera que ha formado, se me ocurre que quizá sea un riesgo calculado para inducir al PP a ocuparse menos de él y enfilar a Rubalcaba como posible y peligroso sucesor. Así puede Zapatero zangolotearse mejor en el exterior y que sea su vicepresidente y eventual sustituto quien se las entienda con los navajazos de sus contrincantes parlamentarios, tan impotentes que han vuelto a recurrir a los ataques a la política antiterrorista para combatirlo. Rubalcaba, en fin, puede largarle a los peperos lo que el presidente debe embucharse por razón de un cargo que le exige no descender a los terreros de andar por casa.

Podrían ir los tiros por ahí. Secuela de esta estrategia sería la suspensión del tradicional mitin de arranque psocialista. Debió considerar la dirección del partido que su celebración, con la presencia de Zapatero, marcaría demasiado, hasta desvirtuarlo, el sentido de las inminentes elecciones autonómicas y locales. El PP pretende prolongar en ellas el enfrentamiento directo con Zapatero, que no es candidato, muy en la línea pepera de superponer su afán de llegar a La Moncloa a los intereses inmediatos de comunidades y ayuntamientos que no pasan por colocar en La Moncloa a Rajoy, a Zapatero o a su sustituto de darse el caso. Eso toca en 2012 y no vale que las elecciones del próximo mayo sean utilizadas como precampaña de las generales. Esa manera de enfocarlas tiene cierto tufillo a centralismo por el que resulta que lo importante es lo que ocurra en Madrid entre los dos primeros gallos del gallinero estatal. El PP ha embestido al vacío.