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Menos mantequilla

Lo que más me gusta de las huelgas es el ambientillo. Está uno pendiente de lo que pasa aquí o está pasando más allá. ¿Habrá piquetes? ¿Me impedirán entrar en el Instituto? ¿Estarán las cafeterías abiertas en caso de que me decida y la secunde? ¿Me pondrán menos mantequilla en la tostada? Está todo por ver. He soñado tantas noches con que me prohibieran entrar en mi centro a la mañana siguiente, que me da cosa rajarme ahora, pero claro, es que entonces, con lo que me descuenten, irme a desayunar me va a salir un pico, y encima con un 20 % de café y un 40% de leche. Jodidos servicios mínimos. No acaba la cosa de convencerme.

Me da la sensación de que la huelga no va a ser ningún éxito. Cada día es mayor el número de ciudadanos decepcionados con la política de este país. Se intuye, se masca, se palpa, que todo va a seguir igual, que aquí hay poco que hacer y que de nada sirve la movilización porque no se cambiará el rumbo. Qué choteo. Están los bolsillos como para que, encima, te quiten el dineral que cuesta ir a la huelga. Sí que van a ir los artistas, los escritores, los actores, gente de mala vida, como se decía antes. Almudena Grandes a la cabeza, claro, que está de promoción de su nueva novela guerracivilista. Sí que habría que aclarar que en España lo que se dice cultura hay bien poca. Lo que hay es mercado, personas que venden novelas, por ejemplo, que deben estar ajustadas a las modas y sometidas a campañas publicitarias como las de Loewe o Dior. Productos de consumo que están en los escaparates y grupos empresariales que convierten a sus autores en marcas poderosas y a los que les pagan fortunas con entrevistas, concursos, premios y demás. Eso no es cultura. Eso es mercadillo. Están en su derecho, por supuesto, que cada uno haga lo que quiera. Pero que no nos vengan luego con el rollito? ¿Dejarán de escribir el día 29? ¿Dejarán los pintores sus pinceles? ¿Se puede vender el arte? ¿Deja de serlo desde el momento en que se vende? Menudo tema para una mañana de lunes, ¿verdad? Esto lo digo yo, evidentemente, porque no me dan un euro por lo que escribo (ojalá no caiga esto en saco roto). Si de aquí al jueves alguien me pagara, iré a la huelga, como Juan José Millás. Estoy lampando por un Premio Planeta, de verdad.

José María García Linares

Lo que más me gusta de las huelgas es el ambientillo. Está uno pendiente de lo que pasa aquí o está pasando más allá. ¿Habrá piquetes? ¿Me impedirán entrar en el Instituto? ¿Estarán las cafeterías abiertas en caso de que me decida y la secunde? ¿Me pondrán menos mantequilla en la tostada? Está todo por ver. He soñado tantas noches con que me prohibieran entrar en mi centro a la mañana siguiente, que me da cosa rajarme ahora, pero claro, es que entonces, con lo que me descuenten, irme a desayunar me va a salir un pico, y encima con un 20 % de café y un 40% de leche. Jodidos servicios mínimos. No acaba la cosa de convencerme.

Me da la sensación de que la huelga no va a ser ningún éxito. Cada día es mayor el número de ciudadanos decepcionados con la política de este país. Se intuye, se masca, se palpa, que todo va a seguir igual, que aquí hay poco que hacer y que de nada sirve la movilización porque no se cambiará el rumbo. Qué choteo. Están los bolsillos como para que, encima, te quiten el dineral que cuesta ir a la huelga. Sí que van a ir los artistas, los escritores, los actores, gente de mala vida, como se decía antes. Almudena Grandes a la cabeza, claro, que está de promoción de su nueva novela guerracivilista. Sí que habría que aclarar que en España lo que se dice cultura hay bien poca. Lo que hay es mercado, personas que venden novelas, por ejemplo, que deben estar ajustadas a las modas y sometidas a campañas publicitarias como las de Loewe o Dior. Productos de consumo que están en los escaparates y grupos empresariales que convierten a sus autores en marcas poderosas y a los que les pagan fortunas con entrevistas, concursos, premios y demás. Eso no es cultura. Eso es mercadillo. Están en su derecho, por supuesto, que cada uno haga lo que quiera. Pero que no nos vengan luego con el rollito? ¿Dejarán de escribir el día 29? ¿Dejarán los pintores sus pinceles? ¿Se puede vender el arte? ¿Deja de serlo desde el momento en que se vende? Menudo tema para una mañana de lunes, ¿verdad? Esto lo digo yo, evidentemente, porque no me dan un euro por lo que escribo (ojalá no caiga esto en saco roto). Si de aquí al jueves alguien me pagara, iré a la huelga, como Juan José Millás. Estoy lampando por un Premio Planeta, de verdad.