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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Por una mayor soberanía alimentaria

He comentado en muchas ocasiones que la mejor manera de hacer frente a la globalización neoliberal que se ha adueñado del mundo es plantarle cara desde el ámbito de lo local, porque es ahí donde la democracia cobra su dimensión más importante, donde se dan las respuestas más inmediatas a las necesidades ciudadanas y donde se pueden propiciar las transformaciones desde abajo hacia arriba.

La defensa de lo local garantiza la proyección del pueblo en los asuntos que más le competen y desde donde podemos asegurar otras autonomías necesarias para la supervivencia de esta comunidad canaria, aislada en medio del Atlántico.

Es nuestra obligación potenciar todo lo que disminuya nuestra dependencia del exterior y si lograrlo es cuestión de voluntad política, imaginación y determinación, dejarnos guiar por los que dicen que no se puede no es una opción. Es posible alcanzar mayores cotas de independencia energética y también lo es lograr un nivel más elevado de soberanía alimentaria. Y es que tanto en un caso como en el otro, pero principalmente en lo que a la última se refiere, no cabe entender la alimentación solo como un negocio sino como una actividad básica para las personas y los territorios. Se trata en suma de un cambio de modelo desde una visión puramente mercantilista hacia otro en el que se tienen en cuenta factores sociales, ambientales y de proximidad.

Según Intermón Oxfam, el comercio alimentario mundial está en manos de 500 empresas y solo diez de ellas controlan el 70% del mercado. No podemos estar a expensas de sus mandatos y depender en un 90%, como nos sucede actualmente, de la importación y, en consecuencia, de las vicisitudes que eso entraña (encarecimiento de los combustibles, factores meteorológicos, cotización en los mercados…) y menos en esta agradecida tierra que con un poco de agua nos ofrece inmejorables productos y, gracias al océano batiente que nos rodea, excelentes frutos del mar.

Europa ha perdido tres millones de explotaciones rurales. Los especuladores acaparan el mercado para incrementar los precios a costa de aumentar el número de pobres en 70 millones y poner en riesgo la paz mundial. Más de mil millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria y la previsión de que los precios se dupliquen en 15 años son razones más que suficientes para replantearnos la situación.

Basta con mirar a nuestro alrededor para comprobar que no podemos continuar en esta línea: actualmente solo existen 9.500 hectáreas de cultivo en Gran Canaria y nuestra soberanía alimentaria se reduce a apenas el 10% de lo que necesitamos, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomienda que los territorios incrementen su independencia alimentaria al menos hasta el 40 por ciento, así que tenemos mucho trabajo por delante y no podemos dilatar más la elaboración de un Planeamiento de Suelo Rústico que acabe con las restricciones, y un mal entendido proteccionismo, para poner en cultivo los terrenos agrarios tradicionales.

Debemos cuestionarnos también cómo es posible que las islas solo produzcan el 1% de los insumos de la ganadería, ¿de verdad no se puede aumentar esta cifra? Gran Canaria y Fuerteventura tienen la mayor cabaña caprina de las islas, pero los laboratorios de análisis de leche están en Tenerife. Una nueva incoherencia. La cantidad de productos que importamos al mes mientras desaprovechamos nuestra tierra es asombrosa: más de 10 contenedores de mermeladas, casi 60 de queso, 200 de papas y 400 de carne bobina, porcina y pollo. Más de 8.000 contenedores al año solo de estos productos.

Las preguntas son obvias. A la vista de esta monstruosidad, ¿es una locura intentar producir aquí lo que nos permita nuestro territorio en vez de importarlo de fuera?. De las ayudas que se destinan a la importación ¿no habría que destinar una parte a la producción? Flaco favor hacemos al sector si la ayuda a la importación es la que hace menos competente la producción de determinados productos. La ganadería tampoco está de enhorabuena, desde luego: apenas quedan 88 pastores, 25 de ellos trashumantes: el relevo generacional, en estas condiciones, no llegará.

A pesar de la alta dependencia del exterior y la necesidad de potenciar nuestro sector agropecuario, el mandato insular del PP concluye, sin embargo, con cuatro importantes dotaciones que no se usan a pesar de que el Cabildo invirtió en ellas 15 millones de euros. Se trata de la desaladora de riego agrícola de Guía, la bodega insular de San Mateo y la fábrica de piensos y el centro de recría de baifos de Los Corralillos, en Agüimes.

Tampoco se ha abierto al público La Casa del Café de Agaete, sin embargo sí que se ha puesto en marcha la Casa del Queso, con muy buenos resultados y, de hecho, ha multiplicado su número de visitantes anuales, lo que pone de relieve el gran interés que genera este tipo de infraestructura. Solo que no debe ser un caso aislado; debe ser la generalidad.

En resumen, hay multitud de datos que ponen de relieve que son muchas las cosas que no se están haciendo bien y que producen el efecto contrario al deseable. Sin embargo hay que ir más allá de la corrección de las medidas actuales, hay que sumar actuaciones novedosas e innovadoras, transformadoras de la realidad e ilusionantes, que logren aumentar nuestra autosuficiencia agroalimentaria.

Y siempre de la mano de los agricultores, que conocen y trabajan la tierra, es preciso adoptar estrategias que favorezcan el cambio de modelo, incluyendo el fomento de la agricultura y ganadería ecológicas e integradas, la diversidad agrícola y ganadera, con la creación de un banco de suelo y el fomento de especies tradicionales y autóctonas. Las actuaciones que propongo incluyen planes de asesoramiento a los productores en materia de medioambiente, calidad, mejora de la competitividad y fomento del asociacionismo, cooperación intermunicipal y el apoyo decidido a la agricultura familiar. Hay que apostar también por la creación de bancos de semillas, apoyar la compra pública, realizar campañas de concienciación sobre el consumo responsable y cercano, fomentar la alimentación de calidad para nuestros niños desde la escuela, educar en el valor de la alimentación natural y próxima como base de la salud…

Impulsaremos los productos de cercanía y ecológicos en los mercadillos municipales para evitar así la tiranía de las grandes superficies, que paga poco a los productores y cobra mucho a los consumidores. Hay que recuperar la filosofía de aquella Sialsa que desmanteló el PP con José Manuel Soria al frente para ponerla en manos del sector privado, que acabó destruyéndola.

Potenciaremos la aparición de pequeñas y medianas explotaciones e industrias complementarias, así como los asentamientos poblacionales en el medio rural con la creación de puestos de trabajo vinculados al territorio.

Promover el ahorro energético y del agua y reducir la dependencia de los combustibles fósiles también contribuirá a aumentar la soberanía alimentaria y encaminarnos al gran objetivo de lograr una auténtica Eco-isla.

Fundamental será también fomentar la compra por parte del sector turístico de productos elaborados en Gran Canaria a través de un sello de compromiso con la sostenibilidad de la isla. No podemos permitir que el 85 por ciento de los productos que consumen nuestros visitantes provenga del exterior.

En definitiva, con el respaldo ciudadano, pondremos en marcha un sinfín de actuaciones encaminadas a recuperar el sector agropecuario desde el Cabildo de Gran Canaria, pero siempre con la implicación del sector, la aportación de los expertos y la suma del esfuerzo de todas las administraciones, exigiendo a las que tiene las verdaderas competencias que se impliquen en serio. Remar juntos es, según mi experiencia tras casi 30 años al frente del Ayuntamiento de Agüimes, la manera más rápida y eficaz de alcanzar nuestros objetivos. Y este es ineludible.

He comentado en muchas ocasiones que la mejor manera de hacer frente a la globalización neoliberal que se ha adueñado del mundo es plantarle cara desde el ámbito de lo local, porque es ahí donde la democracia cobra su dimensión más importante, donde se dan las respuestas más inmediatas a las necesidades ciudadanas y donde se pueden propiciar las transformaciones desde abajo hacia arriba.

La defensa de lo local garantiza la proyección del pueblo en los asuntos que más le competen y desde donde podemos asegurar otras autonomías necesarias para la supervivencia de esta comunidad canaria, aislada en medio del Atlántico.