En medio de la tormenta perfecta

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El Banco Central Europeo ha anunciado un incremento de los tipos de interés del 0,25% a partir del mes de julio y de medio punto más a partir de septiembre. A su vez, la Reserva Federal anuncia la mayor subida de tasas de interés en casi 30 años, como parte de su estrategia para detener el incremento de la inflación.

Sin embargo, es probable que esta medida no implique los mismos resultados para ambos escenarios. La inflación en Europa es consecuencia del aumento, sobre todo, de los costes energéticos, mientras que, en Estados Unidos, ha venido determinada por el aumento de la demanda.

En el caso estadounidense, un incremento de los tipos de interés sí que podría ayudar a frenar la inflación al encarecer el coste de los préstamos, disminuir la actividad económica y reducir la demanda de productos, lo que haría caer los precios. Esta medida solucionaría el problema sin provocar ninguna crisis económica.

En el caso europeo, un aumento de los tipos de interés podría permitir controlar la inflación, pero, al tratarse de una inflación provocada por la escasez originada por la crisis, existe un claro riesgo de que se produzca una desaceleración económica.

La potente escalada de precios en Europa se está convirtiendo en una seria amenaza para la recuperación económica tras la pandemia. La inflación ya se nota en los bolsillos del ciudadano en su día a día y los cálculos realizados por el economista Javier Ruiz, no son nada halagüeños.

En este sentido, por una hipoteca media de renegociación anual, se pagará 900 euros más al año. Por la factura de la luz con un 48% de subida, se pagará 500 euros más al año. Llenar el depósito de gasolina supondrá un gasto de en torno a 1.000 euros más al año. Sumándole, a ello, el incremento de un 8,7% de la cesta de la compra. En definitiva, vivir será 3.000 euros más caro al año.

Con este escenario, se acercan tiempos difíciles para las economías domésticas. Es el momento de empezar a hacer presupuestos familiares, recortar gastos con los que generar ahorros, hacer un uso responsable de las tarjetas de crédito y anticiparse a necesidades futuras como adquirir útiles escolares antes de que comience el nuevo curso. 

A nivel gubernamental, el gobierno de coalición debe seguir tomando medidas para paliar los efectos de estos precios disparados en los bolsillos de los ciudadanos. Control de subida de precios del alquiler, descuentos en el precio de la gasolina, estabilización laboral, subida de sueldos y nuevas fórmulas impositivas que controlen la desigualdad económica que generan estos escenarios. 

Se trata de poder convertir el sistema económico en algo más amable para todos y no en una suerte de jungla económica en la que sobrevive el más fuerte, como se demostró tras la crisis de 2007, con bajada de impuestos que provocaron pérdida de ingresos al Estado, recortes en servicios públicos básicos y expulsión del sistema que llevó a millones de ciudadanos a vivir en la pobreza extrema. Un escenario que ha lastrado la recuperación económica durante años, ya que un tercio de la población quedó excluida de ese crecimiento y la precariedad laboral supuso, por primera vez, un pasaporte directo a los índices de exclusión social. 

Y por supuesto, a nivel europeo, se hace más necesario que nunca que se busquen fórmulas para que la guerra en Ucrania, en cuyo origen se encuentra gran parte del problema, acabe de una vez. Si la guerra se enquista, los precios globales de los productos agrícolas y de la energía pueden mantenerse altos en cualquier escenario, lo que nos llevaría a un escenario totalmente impredecible. 

En definitiva, estimado lector, es el momento de ser precavidos con nuestra economía familiar para mitigar, de la mejor forma posible, este convulso escenario que nos toca vivir de nuevo.