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Mejor callados

Por eso ver llegar este tema al mercadillo de saldos y retazos en que se ha convertido la política canaria resulta tan repugnante. Que sus señorías se hayan atrevido a crear una comisión de investigación que poco o nada puede aportar a la resolución de este asunto, que tendrá que resolverse con el sigilo y la prudencia necesarios por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, ya era de por sí alarmante.

En su momento, ya parecía una infamia. Pero es que los primeros pasos de esta comisión están confirmando los peores augurios. El diputado Figuereo, presidente de este engendro parlamentario, salió el otro día a los medios de comunicación para asegurar que había otro niño desaparecido en Canarias sin tener el más mínimo sustento, generando aún más alarma de la que ya existe. Y ahora comparece un presunto experto europeo para decir que el Archipiélago es el paraíso de las sectas satánicas y pedófilas. ¿Es esto cierto? De serlo, ¿qué se está haciendo para evitarlo?

Es posible que en los próximos días el experto se desmienta, porque Figuereo rectificó luego y dijo que había sido un “error involuntario”. Lo que parece más bien un error es la propia creación de esta comisión, que nace envuelta en el tufillo de generar el estado de opinión propicio para la demanda de más seguridad y esto, traducido al lenguaje de quienes nos gobiernan, no es sino el paso previo y necesario para seguir reclamando una policía autonómica, vieja aspiración de los nacionalistas. Dicho de otra forma, la utilización del dolor y el miedo con fines partidistas. Aunque ellos jamás lo reconozcan.

Son muchas las dudas, pero de lo único que estoy seguro es que todo este revuelo no está haciendo ningún bien a las familias de Sara y Yéremi y que todo esto en nada contribuye a la investigación. El Parlamento debería ser un lugar para generar debates constructivos, donde se pudiera hablar de todo, cierto es. Pero esta instrumentalización de un asunto tan delicado debería ser meditada a fondo. En este caso y si los diputados canarios que respaldan esta comisión quisieran hacer un ejercicio de responsabilidad, quizás lo que deberían practicar es el sabio arte de no perturbar el silencio.

José Naranjo

Por eso ver llegar este tema al mercadillo de saldos y retazos en que se ha convertido la política canaria resulta tan repugnante. Que sus señorías se hayan atrevido a crear una comisión de investigación que poco o nada puede aportar a la resolución de este asunto, que tendrá que resolverse con el sigilo y la prudencia necesarios por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, ya era de por sí alarmante.

En su momento, ya parecía una infamia. Pero es que los primeros pasos de esta comisión están confirmando los peores augurios. El diputado Figuereo, presidente de este engendro parlamentario, salió el otro día a los medios de comunicación para asegurar que había otro niño desaparecido en Canarias sin tener el más mínimo sustento, generando aún más alarma de la que ya existe. Y ahora comparece un presunto experto europeo para decir que el Archipiélago es el paraíso de las sectas satánicas y pedófilas. ¿Es esto cierto? De serlo, ¿qué se está haciendo para evitarlo?