Espacio de opinión de Canarias Ahora
Nigeria: una potencia africana
Nigeria, la gran potencia económica africana, acaba de elegir nuevo presidente. Casi 9 millones de votos dieron la presidencia del gobierno de ese país a Bola Tinubu, miembro del partido ya en el poder, el Congreso de Todos los Progresistas, y colaborador y sucesor directo del presidente saliente, Muhammadu Buhari, que abandona el Ejecutivo tras los dos mandatos legalmente permitidos.
El señor Tinubu es musulmán, de la etnia yoruba y un político veterano, que ya ejerció de senador y gobernador de su estado natal, Lagos, y escapó de una persecución política que lo llevó al exilio. Se enfrenta a una situación delicada: a pesar de ser la economía más fuerte de África, Nigeria está inmersa en una profunda crisis económica y, sobre todo, persisten en ella enormes problemas de inseguridad, incluidos los secuestros, los enfrentamientos entre diferentes comunidades y la acción de Boko Haram. La devaluación de su moneda es uno de sus problemas más inmediatos que corre prisa solucionar, al que se suman la inflación galopante y un paro masivo.
En Casa África, seguimos con interés las elecciones nigerianas y la posterior resaca electoral que vive el país por muchas razones que me gustaría compartir con ustedes. Consideramos muy importante entender mejor lo que se juega en ellas y asomarse a la realidad de ese país que es una pieza clave en el mapa mundial y en nuestro vecindario. Confieso, además, que la complejidad de ese país convierte la tarea de informarse sobre él y conocerlo mejor en algo fascinante.
Nigeria es un país enorme que se sitúa en el Golfo de Guinea, parte del Sahel y de África occidental. Europa Press informaba hace poco que Nigeria realizará su primer censo nacional en 17 años, pero se puede decir sin temor a equivocarse que es un país desmesurado, el más poblado del continente africano. Alberga 300 comunidades repartidas en 36 estados y Lagos, su ciudad más populosa con 13 millones de vecinos, es la segunda más poblada del continente africano por detrás de El Cairo.
Nigeria se define –entre otras cosas- por la abundancia de recursos increíbles, entre los que destacan petróleo y gas. De hecho, es el primer productor africano de petróleo y el décimo a nivel mundial. España depende y dependerá de estos recursos significativamente: casi dos de cada diez litros de crudo y derivados que importa nuestro país provienen del país africano y Nigeria es también nuestro tercer proveedor de gas. España es consciente de la importancia de nuestras relaciones bilaterales con una potencia de la envergadura de Nigeria y prueba de ello es cómo se va incrementando nuestra cercanía en todos los campos.
Dejando de lado demografía y recursos, Nigeria es famosa por sus enormes contrastes. La gran novelista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie la describía la semana pasada, en The New York Times, como un gigante que se tambalea, una imagen que me parece acertada por muchas razones.
Quizás la fundamental es que un territorio enormemente fértil, rico y poblado, a la cabeza de la innovación tecnológica en muchos aspectos como las criptomonedas, es también donde hay más gente viviendo en situación de pobreza extrema en el mundo. Nigeria superó a la India como país con mayor número de pobres, casi al mismo tiempo que superaba a Sudáfrica como la economía africana más fuerte.
Oxfam afirma que más de la mitad de la población nigeriana (112 millones de personas) sobrevive con menos de 1,9 dólares al día, pero lo peor es que con esta pobreza convive una ostentación de opulencia pornográfica. No hace tanto que se hicieron famosas las noticias sobre los aviones de British Airways que los millonarios nigerianos utilizaban para importar pizzas encargadas en Londres y es tristemente célebre la exposición del dispendio del famoseo del país en redes sociales, donde resplandecen aviones privados, coches y accesorios de lujo o incluso podemos asombrarnos ante los grifos de oro que adornan algunos baños.
Dejando a un lado la cuestión quizás más anecdótica, lo cierto es que la desigualdad económica es uno de los factores fundamentales que explican la violencia, la crispación política y social y la crisis humanitaria que el Programa Mundial de Alimentos anunció en 2017, con más de cinco millones de personas enfrentándose a una hambruna en el noreste del país. Estos datos nos recuerdan que los contrastes son legión en todos los campos de la vida nigeriana: junto a la urbanización de Lagos o Abuja está el mundo rural; junto a las tasas de analfabetismo y absentismo escolar están las universidades, el festival Ake de literatura y lugares como el mercado de libros de Onitsha; junto al petróleo están los apagones; junto al tradicionalismo están las feministas que marcan el paso a nivel mundial. Y la lista de contrastes sigue.
Nigeria es todo lo que les estoy describiendo y mucho más. Se precisaría un curso monográfico para describir toda esa complejidad y no hemos entrado todavía en el aspecto cultural. De hecho, citando de nuevo a la señora Adichie y sin exagerar, Nigeria es -probablemente- el país más dominante política y culturalmente en África. Las culturas nigerianas son apabullantes: un arte vibrante, una literatura con premio Nobel incluido y de referencia, la mayor industria cinematográfica del mundo tras Hollywood (Estados Unidos) y Bollywood (India) y, sobre todo, mucha música. No sé si saben que tres artistas nigerianos fueron los responsables de amenizar el descanso del popular partido de las estrellas de la NBA de este año, Burna Boy, Tems y Rema, y que su estilo, denominado afrobeats, cautiva a todas las grandes estrellas y a los oyentes del resto del mundo.
No quiero dejar pasar la ocasión sin contarles que, precisamente a finales de este mes, estaremos en esa enorme y vital urbe que es Lagos para poner en contacto a productores musicales y responsables de festivales españoles y músicos nigerianos, a fin de facilitar que el público español tenga acceso a la variada música de ese país a través de los festivales de verano.
En Casa África somos conscientes de la importancia capital de Nigeria, de su potencial y su riqueza, de su peso en África y el mundo. Por eso seguimos con interés las elecciones y nos congratulamos de que se celebraran sin incidentes graves. Es cierto que tuvieron su dosis de bulos, que proliferaron los problemas técnicos, que la tasa de participación fue muy baja y que hay denuncias de irregularidades, que han resultado en su impugnación por los dos candidatos principales de la oposición. Sin embargo, eran las séptimas elecciones del país desde el fin del régimen militar de Sani Abacha en 1999 y se dieron en un ambiente relativamente calmo y esperanzado. No fue perfecto, pero -como nos recuerda Chimamanda Ngozi Adichie- “África está llena de naciones-estado jóvenes y la democracia tarda en echar raíces, e incluso cuando lo hace, la fragilidad siempre permanece”. Lo que nos toca es mantener la calma, esperar acontecimientos y tener confianza en la capacidad de los nigerianos para encontrar la salida a esta situación.
En este sentido, de todas las ideas que expuso la señora Adichie en The New York Times, me gustaría que nos quedáramos con el hambre de buen liderazgo, la preparación, la capacidad de innovación y el activismo de la juventud nigeriana. Frente a la tradicional alternancia bipartidista nigeriana, hay que resaltar que las elecciones de este año se vivieron como la oportunidad para romper con viejas dinámicas y vieron la irrupción de opciones como el Partido Laborista de Peter Obi, un político relativamente desconocido, precisamente aupado por los votos de la juventud de su país, especialmente en Lagos. Parece que los jóvenes nigerianos se movilizan y ese dato no es baladí. Como no podía ser de otra forma, Nigeria tiene la mayor población juvenil del mundo y una media de edad de 18 años.
Todo esto para decir que, quizás, hablar de un gigante que se tambalea es caer en el cliché, aunque tiene su sentido. Y para explicar que es importante informarse sobre Nigeria, seguir sus elecciones y prestar atención a esa juventud que es el futuro de su país, pero también del nuestro.
Nigeria, la gran potencia económica africana, acaba de elegir nuevo presidente. Casi 9 millones de votos dieron la presidencia del gobierno de ese país a Bola Tinubu, miembro del partido ya en el poder, el Congreso de Todos los Progresistas, y colaborador y sucesor directo del presidente saliente, Muhammadu Buhari, que abandona el Ejecutivo tras los dos mandatos legalmente permitidos.
El señor Tinubu es musulmán, de la etnia yoruba y un político veterano, que ya ejerció de senador y gobernador de su estado natal, Lagos, y escapó de una persecución política que lo llevó al exilio. Se enfrenta a una situación delicada: a pesar de ser la economía más fuerte de África, Nigeria está inmersa en una profunda crisis económica y, sobre todo, persisten en ella enormes problemas de inseguridad, incluidos los secuestros, los enfrentamientos entre diferentes comunidades y la acción de Boko Haram. La devaluación de su moneda es uno de sus problemas más inmediatos que corre prisa solucionar, al que se suman la inflación galopante y un paro masivo.