Porque soy una niña

La periodista Carmen Sarmiento, en uno de los programas de sus series televisivas “Los marginados” o “Excluidos”, que trataban de las difíciles condiciones de vida de los más desfavorecidos del planeta, dejó claro que siempre que existe marginación, pobreza y miseria, en un escalón aún inferior están las mujeres. A esto habría que hacerle una puntualización, en un escalafón más abajo todavía se sitúan las niñas. Si nacer en un país en vía de desarrollo es asumir de antemano una vida difícil, llena de necesidades y penurias, nacer además mujer supone en muchos casos sobrellevar violaciones de derechos básicos que no soportan los varones. 2 millones de niñas al año sufren mutilación genital, más de 25.000 niñas al día son obligadas a casarse antes de su mayoría con hombres que les doblan la edad, la mitad de las mujeres violadas del mundo son menores de 16 años, de los niños que trabajan en el servicio doméstico la mitad son niñas entre 12 y 17 años, cada año el número de niñas con el que se trafica es diez veces superior al número de esclavos africanos que fueron a América en la época de mayor prosperidad de la esclavitud.

Atrapadas en la pobreza, son las pobres de las pobres. De una familia, las últimas que comen son las niñas y si van al colegio, son las primeras en abandonarlo. Su nacimiento no es bien recibido en muchos lugares del mundo. Muchas veces no tienen siquiera un documento de identidad. Es como si no existieran, lo que, aunque en algunos países esté prohibido, dificulta la lucha contra el matrimonio temprano, lo mismo que ir a votar o, en su momento, abrirse una cuenta bancaria. Cada año 14 millones de adolescentes de entre 15 y 19 años son madres con un gran riesgo para su salud derivado de complicaciones en el embarazo y el parto. Para remate, las jóvenes entre 15 y 20 años representan el 64% de los casos mundiales de VIH, un millón y medio viven con el virus y la mayoría desconocen que son seropositivas.

Frente a estas cifras escalofriantes se tiene constancia de que cada año de secundaria de las niñas reduce entre un 5 y un 10% la mortalidad de sus futuros hijos y supone un incremento de entre un 10 y un 20% de sus futuros ingresos. Como además, la mujer emplea el 90% de lo que gana en el hogar, frente al 30 o 40% del varón, invertir en la formación de las niñas es, no sólo una cuestión de derechos fundamentales, sino asunto clave, aparte de muy rentable, en el proceso económico de los países. El aumento de un 1% en el porcentaje de las niñas que cursan secundaria, sube un 0,3% el PIB, incluso en algunos lugares, como Bangladesh por ejemplo, puede llegar hasta el 1%. Cada año de secundaria incrementaría en casi un 20% sus ingresos futuros. Las niñas educadas tienen el poder de cambiar sus vidas, las de sus familias y, por tanto, las de sus pueblos. Si la educación en general es la mayor inversión de futuro, el resultado cuando va destinada a las niñas es aún más rentable. Podrían impulsar el desarrollo de los países, sin embargo hasta ahora, de cada dólar dedicado a la cooperación, menos de dos centavos es para las niñas.

Consciente de esta realidad y fruto del trabajo y la insistencia de PLAN, a partir de este año Naciones Unidas ha instituido el 11 de octubre como Día Internacional de las Niñas. Su objetivo es muy concreto, que cuatro millones de niñas tengan acceso al menos a nueve años de educación de calidad. Si se alcanza, las niñas se convertirían en el verdadero motor de la transformación de un mundo en el que en el hipotético caso de que le preguntaran a una la razón de no estar en la escuela en un momento determinado, ninguna contestaría “porque soy una niña”. Respuesta que tristemente hoy sí pueden dar muchas niñas.

Coca de Armas Fariña