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No sé hacia dónde mirar

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En la plaza de Castilla hay un juez que tiene setenta años. Atiende al nombre de Peinado. Quiere tomar una arrancadilla de dos años, hasta los setenta y dos. Le gusta lo que hace. No es juez de pata negra toda vez que hasta los cuarenta años fue secretario de ayuntamientos de segunda. Pero la ultraderecha lo adora. Hoy es el orgulloso padre de una concejala del Partido Popular. Se fue a la Moncloa sabiendo que el presidente no iba a declarar en el asunto de su mujer para que la acusación particular de Vox pudiera disfrutar de una visita guiada del recinto de la Moncloa. Nada cultural que ya sabemos que no hay cultura en Manos Limpias, solo buscaban una de esas visitas que se celebran para la foto. El juez Peinado, un hooligan con bengalas. Puede ser esto verdad o su contrario.

En Barcelona se inaugura el Liceu, el buen templo de la cultura catalana y concurre como es habitual lo más selecto de la otrora reputada burguesía catalana, incluido el nonagenario Jordi Pujol. Leyenda de estado y presunto cleptómano. La ópera de estreno de temporada es la Lady Macbeth de Shostakóvich, música inquietante con mujer fatal. Caos en vez de música, se leía en un artículo anónimo que apareció el periódico soviético Pravda el 28 de enero de 1936, y en el que se criticaba esta ópera, tildándola de formalista, burguesa y vulgar. Inmediatamente después de su publicación, empezaron a circular rumores de que el autor de la crítica había sido Iósif Stalin. Cultura dentro y caos fuera.

Fuera del Liceu, Luis Llach, antifranquista e independentista irredimible, concede una entrevista y todo va bien hasta que le preguntan por otro hooligan, el del flequillo, y el cantautor contesta que es un símbolo de Cataluña. Chabacano y cutre salchichero, Puigdemont es un símbolo. No puedo estar seguro de una cosa ni de la contraria, pero ya es seguro que muchos catalanes y yo no compartimos símbolos.

En la Carrera de San Jerónimo caminan juntos dos amigos, Rufián y Semper, adictos a la doctrina de nunca morir por una creencia pues podrían estar equivocados y esto en un clima político donde las verdades consensuadas y la moderación son percibidas como una traición. Ya lo dijo Thatcher, la moderación es vacuidad, las opciones deben chocar y generar otras nuevas. Estos dos parlamentarios llevan los bolsillos llenos de esperanza, lo poco bueno que se reparte ahora mismo entre los españoles.

El líder de la oposición es Feijóo-Netanyahu, solo negocia y disfruta con amigos de dudosa reputación. Prefiere a un narco que a un niño emigrante para echar unas risas. No hace prisioneros. Ataca al Gobierno por tierra, mar y aire con la empatía de un psicópata. Eso de la oposición constructiva es propio de un hombre sin atributos y él no tiene tiempo pues compite con la gamberra-hooligan Ayuso que dice que si te convoca el presidente en la Moncloa lo adecuado es no ir. Que vaya Manos Limpias.

Y si miro al Gobierno, me quieren convencer de que eso de tener presupuestos es algo prescindible, que crean al Conde de Romanones, que cuando digo jamás tú debes escuchar por el momento. Del pacto financiero con Cataluña dice el Gobierno que contará solo lo que nos conviene saber de la parte que al Gobierno conviene contar Pedro Sánchez no quiere escuchar que el poder es fácil de ganar, difícil de utilizar y muy fácil de perder.

Enseñan en la asignatura de puertos que, si la ola grande golpea al dique, si no lo tumba, el dique cambia su forma y se apresta a resistir una ola mayor. Mientras que el partido popular necesite a Vox, Sánchez es un dique, se adapta a los golpes, eso sí, a marea baja, golpes a la lapa, y esto es lo que hace Feijóo que se pone harto de lapas, solo de lapas.

Y el público español no es más rico en lo principal. Se empobrece con la música de las redes sociales y cosas superfluas. Maldita sea la pobreza y benditos sean los pobres que solo quieren circo. Los pobres contestan, dame lo superfluo que ya me arreglaré yo sin lo necesario. 

Cóncavo y convexo son los dos espejos de plástico y que antes fueron de vidrio del Callejón del Gato. Valle-Inclán pensaba que era la deformación grotesca de la civilización europea. El esperpento. Cada uno elige en cuál de ellos verse reflejados y entonces unos aparecemos como Don Quijote y otros como Sancho Panza. La deformación grotesca de nosotros mismos que cada uno elige libremente.

En la plaza de Castilla hay un juez que tiene setenta años. Atiende al nombre de Peinado. Quiere tomar una arrancadilla de dos años, hasta los setenta y dos. Le gusta lo que hace. No es juez de pata negra toda vez que hasta los cuarenta años fue secretario de ayuntamientos de segunda. Pero la ultraderecha lo adora. Hoy es el orgulloso padre de una concejala del Partido Popular. Se fue a la Moncloa sabiendo que el presidente no iba a declarar en el asunto de su mujer para que la acusación particular de Vox pudiera disfrutar de una visita guiada del recinto de la Moncloa. Nada cultural que ya sabemos que no hay cultura en Manos Limpias, solo buscaban una de esas visitas que se celebran para la foto. El juez Peinado, un hooligan con bengalas. Puede ser esto verdad o su contrario.

En Barcelona se inaugura el Liceu, el buen templo de la cultura catalana y concurre como es habitual lo más selecto de la otrora reputada burguesía catalana, incluido el nonagenario Jordi Pujol. Leyenda de estado y presunto cleptómano. La ópera de estreno de temporada es la Lady Macbeth de Shostakóvich, música inquietante con mujer fatal. Caos en vez de música, se leía en un artículo anónimo que apareció el periódico soviético Pravda el 28 de enero de 1936, y en el que se criticaba esta ópera, tildándola de formalista, burguesa y vulgar. Inmediatamente después de su publicación, empezaron a circular rumores de que el autor de la crítica había sido Iósif Stalin. Cultura dentro y caos fuera.