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Notting Hill

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Chesterton en 1904 escribió una historia que ocurriría en el año 1984. Inglaterra ha coronado rey de Inglaterra a un oficinista por sorteo. Ese personaje se lo toma todo a broma y termina haciendo de la capital la corte del vacilón. Pero un concejal de barrio se toma la broma en serio y, a cuenta de una calle que no quiere que atraviese sus dominios, declara la guerra a otros barrios de forma que Londres arde en llamas. Lo que empezó siendo una farsa acabó en guerra. La carretera, pensemos que hablo de la metroguagua.

El rey es bromista, cínico y no tiene principios. El responsable del distrito, el Napoleón de Notting Hill, es responsable y tiene demasiados principios. El rey bromista es un irresponsable o acaso el irresponsable es el titular del barrio que toma la broma demasiado en serio. La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria espera a Godot. Samuel Beckett no concluyó quién era Godot, se sabía que hoy no vendría pero que mañana era casi segura su presencia. Esta célebre historia paradigma del absurdo lleno de ironía y ternura, se caracteriza porque en ella nunca pasa nada y en todo momento reina el tedio. La solución fácil es que el Godot a quien se espera sea Dios, God, pero no está claro si es a Dios o a la metroguagua.

La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria espera su redención, momento este que si nos ponemos místicos requiere el momento adecuado y una madurez en el alma de la ciudad. Mientras tanto, la relación del edil con vecino se sustenta en dos conveniencias, te contaré solo lo que te conviene saber de la parte que a mí me conviene contar. Esa redención se producirá cuando las intenciones egoístas, las propias y las del partido se transformen en sentimientos altruistas, buscando el bien de la ciudad.

Hace unos días un columnista llamó al alcalde de dos legislaturas Augusto bluff. Discrepo porque un bluff requiere un montaje propagandístico que puede ser gracioso o llegar a un nivel Potemkin. Yo no ví ningún bluff, se trata del dolce far niente, quien manda hace poco porque poco se le exige.

La mala suerte de esta ciudad estuvo en la presencia de un tripartito de tantos años porque desapareció la crítica toda vez que la oposición estaba dentro del gobierno con cargo a la nómina.

Las dolencias de esta ciudad están ocultas y está inscrito en la naturaleza de las cosas ocultas que éstas se descubren en el momento oportuno y no cuando algunos queramos. Mientras, se van a aburrir todos aquellos que, como Diógenes, van linterna en mano por toda Atenas y a plena luz del día buscando un hombre justo, quiero decir una mujer o un hombre que tenga la ciudad en la cabeza.

El consistorio es el instituto Benjamenta donde nada se aprende. No hay planes de estudio y solo se enseña a vivir en la sociedad. Esperando a Godot, es esperar a esa carretera o metroguagua que quiso poner en marcha un Napoleón de Notting Hill. En el instituto no se enseña a resolver un problema de muchas aristas como el paseo de las Artes y de la Cultura. Y como no se enseña, cuando se examinan a fin de curso lo convierten en un mecanismo simple de una sola arista, un simple paseo. Hacer de lo complejo cosa simple es licencia artística o un expediente de poca exigencia.

No son los que nos gobiernan los máximos responsables. La cuota parte de la culpa es del silencio, de la poca presencia de la oposición y de la ausencia de crítica. Sin crítica y sin pluralismo no hay superación. El gobierno de la democracia no avanza. Pan y circo. En el instituto se aprende solo a vivir en sociedad. Menos transformación y más carnavales.

Chesterton en 1904 escribió una historia que ocurriría en el año 1984. Inglaterra ha coronado rey de Inglaterra a un oficinista por sorteo. Ese personaje se lo toma todo a broma y termina haciendo de la capital la corte del vacilón. Pero un concejal de barrio se toma la broma en serio y, a cuenta de una calle que no quiere que atraviese sus dominios, declara la guerra a otros barrios de forma que Londres arde en llamas. Lo que empezó siendo una farsa acabó en guerra. La carretera, pensemos que hablo de la metroguagua.

El rey es bromista, cínico y no tiene principios. El responsable del distrito, el Napoleón de Notting Hill, es responsable y tiene demasiados principios. El rey bromista es un irresponsable o acaso el irresponsable es el titular del barrio que toma la broma demasiado en serio. La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria espera a Godot. Samuel Beckett no concluyó quién era Godot, se sabía que hoy no vendría pero que mañana era casi segura su presencia. Esta célebre historia paradigma del absurdo lleno de ironía y ternura, se caracteriza porque en ella nunca pasa nada y en todo momento reina el tedio. La solución fácil es que el Godot a quien se espera sea Dios, God, pero no está claro si es a Dios o a la metroguagua.