Una vez más manifiesto mi rechazo absoluto a todo cambio educativo –como de siempre lo hice–, que no sea por una aprobación general de todos los diputados del Congreso, llamados a dirigir las riendas políticas del país, junto a todos los grupos que lo conforman en sus ideas politicosociales. (Al margen que, como antiguo docente, lo hago como integrante y partícipe de nuestra sociedad).
De nuevo, en la reciente democracia (aunque con muchos defectos para llamarse como tal demos, o poder de la mayoría votante), de la que gozamos en nuestro país desde la muerte en su camastro del exterminador FF FF., a mediados de los setenta de la pasada centuria. Otra Ley de Educación que viene a sumar la octava en todo el periodo aludido. Todo un esperpento. Ya tenemos, la nueva y provisional, reforma educativa llamada la Lomloe, hasta que se imponga la novena Ley.
Las ideas impositivas de todos los grupos del arco parlamentario, los intereses de los empresarios de la educación, que siempre han encontrado un lucrativo negocio en la convenida enseñanza en los colegios privados y en los concertados (con los dineros del erario público); y cómo no, la multinacional católica, que también ha encontrado en la enseñanza un doble especulativo negocio: el ideario y el dinerario, quien demandará al Gobierno y su truhán comunistoide.
Es vergonzante que unos parlamentarios, en cuatro décadas legislativas no hayan acordado, en este importantísimo compromiso con la joven sociedad, su cultura y evolución futura, llegar a un consenso educativo que dure gran parte de años. Y que este, sea revisable en ciertos periodos de tiempos por acuerdo de la mayoría, para mejorar dicha ley y adaptarla a las exigencias sociales en progresión, cultura y cambios sociales. Ajustes que precisamente, en este periodo sigloveintinuo ha sido tan cambiante desde sus inicios: desde las programaciones digitales hasta los cambios de roles de la sociedad; y ahora, con la aciaga tragedia de la pandemia que estamos viviendo en nuestro mundo globalizado.
No es de razón alguna, que los docentes en activos, los alumnos (especialmente) y la administración educativa, tengan que estar aprendiendo y sufriendo los desafueros de las leyes educativas volubles cada cuatro o pocos años más, según el cambio gubernamental del Ejecutivo central –al albur de sus criterios sociales e ideologías políticas–. En ellas, y muy poco les importa a los parlamentarios de todos los bandos e ideas sociopolíticas, que sea un nefando perjuicio para toda la sociedad educativa, singularmente para los discentes, a los que trastoca en su integral formación.
En la vieja Europa, identidad cultural a la que pertenecemos, no existe ningún parangón de este desmán tan cambiante según los mandatarios de turno, siendo muchas de ellas ejemplos de asentadas democracias y de una visión de respeto a los educandos y a los educados, y no tanto, postulándose a los negocios educativos e ideológicos. En analogía educativa a imitar lo es Finlandia, con un sistema tan actual como eficaz pedagógicamente en todos sus jóvenes y docentes.
Sin embargo, he de admitir (aunque lo sea hasta la próxima reforma educativa), que existen algunas innovaciones que mejoran, y muy mucho, la sectariamente ley anterior Lomce. Cito a la enseñanza concertada con una serie de restricciones empresariales, como la de recaudar paralelamente con patrañas, como las falsas fundaciones y demás zarandajas de cobros indebidos. La religión, aunque nuestro país sea de mayoría católica (nada practicante, por cierto), tenga que imponerse la católica como asignatura –incluso con valor de nota como en la Lomce–. Esta no aparece como obligatoria en la enseñanza, en nuestra Carta Magna, que se inscribe como de libre práctica ideológica, o laica. Los valores Cívicos y Éticos deben estar presentes en Primaria y Secundaria. La Defensa del Planeta, y su Medio Ambiente es una muy acertada aplicación a esta Ley Educativa, para que se conciencien los jóvenes en respeto y protección de los lugares donde viven, y los cambios de vida y consumo, que desde ya deben adquirir para su futura vida lozana en su transitorio suelo planetario.
En contra estoy, por la ceguera imposición de los grupos independentistas, para aceptar la ley y sumarse al acuerdo. Y lo hacen en base a sus muy respetadas lenguas cooficiales, apartando en craso error, el castellano como idioma base de lengua y gramática. Deben pensar, seriamente, que al margen de sus ideologías ombliguistas, que desde afuera de sus Autonomías, no les sirven para comunicarse con el resto de los hablantes, en la que pronto será la primera lengua mundial: el español.
De nuevo, los grupos parlamentarios del sindicato de los conservadores y de los que pretenden mantener el monopolio del bien vivir en derecha exponencial, denigrando al resto comunitario, obviando y rechazando de plano esta nueva Ley Educativa, que en su irremediable pataleo, hacen política en el Tribunal Constitucional, para que juzguen sus fracasos en la Cámara de Diputados. Absoluta tropelía democrática del perdedor en repudio de su dolorida derrota.