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Oír crecer la hierba

Apenas han pasado cien días y poco queda de aquella primaria y fetichista invocación al cambio que tan útil le resultó al Partido Popular. Ahora el hechizo se vuelve contra el hechicero. El partido del gran capital conserva el poder pero pierde la hegemonía. Y se le escapa justamente por el mismo lugar que, con la ayuda de aquella falsa representación, la ganó: las devastadoras políticas sociales y laborales de derecha que llevaron a la bancarrota a la socialdemocracia. Son esas políticas, centuplicadas, las que le han arrebatado la iniciativa.

El Gobierno se encuentra entre Escila y Caríbdis. Por una parte tiene que deshacerse de la astilla de la reforma laboral por donde se desangra. Cada día que pasa, los efectos sociales de la “reforma” -el desempleo, los despidos a destajo, el empobrecimiento y la desprotección de los asalariados?- agravan la hemorragia. Y por otro lado, cada día que pasa, se le hará más difícil encontrar abrigo más allá las tendencias extremas de la patronal y de la derecha.

Nada mas subir al Partido Popular se le derrumba bajo los pies la escalera por donde ascendió. Cuelga ahora en el vacío social sujeto solo por una patronal encanallada y una derecha de caverna. El poder requiere más que eso, es coacción y persuasión, imposición y consenso.

Al tiempo que la derecha se reduce y se le estrecha su base, se polariza en torno a sus sectores mas reaccionarios. Por su parte las capas mas rezagadas del pueblo y con ellas fracciones muy amplias de las capas medias, sacudidas por un huracán que les despoja de derechos y deteriora sus condiciones de existencia a limites que no sospechaban, se desplazan hacia la izquierda.

Por la misma causa se deshizo la supertisión del cambio en Andalucía y Asturias y encajó el Gobierno de Rajoy un mazazo que modificó el signo de la tendencia. Con la huelga general y la imponente contestación de masas, de norte a sur y de este a oeste del país, se consolida el viraje. El PP ha quedado encallado en arrecifes mucho más destructivos que los que terminaron por hundir a la socialdemocracia de derecha. Los descartaron de la carta de navegación por el desprecio con los que los petimetres de la reacción -bonsáis que andan con aires de caobos- contemplan las capacidades, la inteligencia y el instinto del pueblo.

No fue esta una huelga y una movilización por una cuestión singular. O dicho de otra manera, la cuestión singular“ sintetizaba algo que la gente percibe y que no está dispuesta a acatar: un brusco retroceso histórico, la demolición del ”estado social“, otra sociedad, el regreso a las formas más esclavizadoras del dominio del capital.

La “reforma laboral” colmó aquella estrategia en su núcleo estructural: la relación de trabajo. Así fue vista porque así es y así se presento, desnuda, sin tan siquiera una hoja de parra que respetara los mínimos pudores.

El 29-N no fue solo una gran demostración del campo de los asalariados, fue una gran expresión del campo de la democracia real unificado en torno al aspecto principal que en este momento adquiere la contradicción: La defensa y profundización del estado social. No en vano, ese estado social no lo constituye un derecho regalado, es derecho conquistado, por generaciones , con extraordinarios esfuerzos.

Marx con aquella fenomenal capacidad para sintetizar en una frase ideas profundas le decía en una carta a Widemeyer: “el buen socialista debe ser capaz de oír a la hierba crecer”.

A nosotros, desde luego en Canarias, no se nos exige ahora oído tan fino, no se nos demanda tanta capacidad de penetración en el movimiento real de la sociedad, ni tanta anticipación para ordenar la estrategia. Solo que escuchemos lo que hasta el más sordo oye.

Toda la sociedad está atravesada de contradicciones aceleradas, serias y centrales: la reforma laboral y el desempleo, las petroleras, la pobreza, los servicios sociales y la exclusión, el desmantelamiento de lo público?una sociedad de condenados y excluidos, de trabajo sin derechos; una sociedad en manos de una exigua minoría de plutócratas, de depredadores de todo lo que existe sobre la tierra y es susceptible de transformarse en mercancía y fuente de beneficio; una oligarquía que en su indomable afán de ganancia no se detiene ni ante el sufrimiento humano, ni ante el riesgo cierto que su saqueo ponga en peligro la propia existencia de la vida sobre el planeta.

Aquellas contradicciones se reúnen, objetiva y subjetivamente, en un haz: la defensa y profundización de la democracia, del estado social y de derecho.

Las condiciones han madurado para que se conforme un gran bloque histórico de la democracia real y de las fuerzas del progreso. El momento es de encrucijada, de inestabilidad estructural, de transición, de cambio brutalmente regresivo o de transformación y progreso. La gente lo sabe o lo intuye, por eso ocupó las calles.

El 29 M los publicistas de la reacción en Canarias se engolfaron en enredinas sobre el seguimiento de la huelga, pero todo termino en un punto donde ya no había remedio posible, las manifestaciones de Las Palmas de GC y de Santa Cruz. Manifestaciones que constituían un plebiscito, y vino el shock. Para quien no los conoce resultará sorprendente que hayan enmudecido ante acontecimientos de tanta significación social y política, en su vanidad enfermiza creen que cerrando sus ojos las cosas desaparecen para todos.

La derecha ni puede ni quiere, solo esa amplia convergencia dotando de fuerza política a la fuerza social nos podrá alejar del abismo. La formidable y sin precedentes movilización del 29 M es prueba inequívoca de que se puede. Para eso no hay que ser capaz de oír la hierba crecer, suena como truenos.

Joaquin Sagaseta de Ilurdoz Paradas

Apenas han pasado cien días y poco queda de aquella primaria y fetichista invocación al cambio que tan útil le resultó al Partido Popular. Ahora el hechizo se vuelve contra el hechicero. El partido del gran capital conserva el poder pero pierde la hegemonía. Y se le escapa justamente por el mismo lugar que, con la ayuda de aquella falsa representación, la ganó: las devastadoras políticas sociales y laborales de derecha que llevaron a la bancarrota a la socialdemocracia. Son esas políticas, centuplicadas, las que le han arrebatado la iniciativa.

El Gobierno se encuentra entre Escila y Caríbdis. Por una parte tiene que deshacerse de la astilla de la reforma laboral por donde se desangra. Cada día que pasa, los efectos sociales de la “reforma” -el desempleo, los despidos a destajo, el empobrecimiento y la desprotección de los asalariados?- agravan la hemorragia. Y por otro lado, cada día que pasa, se le hará más difícil encontrar abrigo más allá las tendencias extremas de la patronal y de la derecha.