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La opresión es fascismo

Cuestionar los derechos del colectivo LGTBI es fascista porque atenta contra los Derechos Humanos, sin más. Apoyar cualquier tipo de posición, movimiento o colectivo que considere que las personas del mismo sexo que mantienen una relación afectivo-sexual o que las personas trans tienen algún tipo de enfermedad mental atenta contra los principios que establece la Organización de Las Naciones Unidas y contra la propia Organización Mundial de la Salud. Adoptar este posicionamiento significa asumir que no se está de acuerdo con uno de los principales derechos que tenemos las personas, el de la “igualdad”.

El martes, el periódico La Provincia contaba la historia de Damián, un hombre que decidió acudir a la consulta del médico por dolor lumbar. Damián acudió por una cuestión bastante frecuente, el problema viene cuando la persona que le atiende reflejó en el informe médico que es una persona ‘trans’, situando el “transexualismo” como “enfermedad previa”. Al día siguiente, Canarias Ahora contaba que el médico que atendió a Damián es de Vox. Punto y seguido. Se presupone que el personal sanitario, aparte de tener con los conocimientos necesarios para tratar cualquier dolencia, en este caso lumbar, debe tener especial empatía y sensibilidad. Y, aunque, la mayoría de los mortales sabemos y podemos contar experiencias propias y ajenas de falta de empatía médica, no es casualidad que una persona cercana a un partido de extrema derecha catalogue como enfermedad mental a una persona transgénero.

Los ataques que la extrema derecha hace al colectivo LGTBI son constantes y en algunos casos rozan los delitos de odio. Un ejemplo que refleja bastante bien cuál es la posición que tiene Vox respecto al colectivo LGTBI la expresó hace unos días Espinosa de Los Monteros: “Hemos pasado de pegar palizas a los homosexuales a que ahora esos colectivos impongan la ley”, dijo una de las caras más conocidas del partido. Celebro que impongan la Ley. No se puede acusar a un colectivo que ha estado oprimido y perseguido durante más de 40 años de querer ‘imponer’, absolutamente, nada.

Por eso, tenemos que celebrar los pequeños logros que dan tanto los colectivos LGTBI como los colectivos feministas. Por eso, no debemos ver lo que le ha ocurrido a Damián como algo normal o que no tiene importancia. Por eso, no debemos permitir en nuestro Carnaval ni un ápice de LGBIfobia.

Cuestionar los derechos del colectivo LGTBI es fascista porque atenta contra los Derechos Humanos, sin más. Apoyar cualquier tipo de posición, movimiento o colectivo que considere que las personas del mismo sexo que mantienen una relación afectivo-sexual o que las personas trans tienen algún tipo de enfermedad mental atenta contra los principios que establece la Organización de Las Naciones Unidas y contra la propia Organización Mundial de la Salud. Adoptar este posicionamiento significa asumir que no se está de acuerdo con uno de los principales derechos que tenemos las personas, el de la “igualdad”.

El martes, el periódico La Provincia contaba la historia de Damián, un hombre que decidió acudir a la consulta del médico por dolor lumbar. Damián acudió por una cuestión bastante frecuente, el problema viene cuando la persona que le atiende reflejó en el informe médico que es una persona ‘trans’, situando el “transexualismo” como “enfermedad previa”. Al día siguiente, Canarias Ahora contaba que el médico que atendió a Damián es de Vox. Punto y seguido. Se presupone que el personal sanitario, aparte de tener con los conocimientos necesarios para tratar cualquier dolencia, en este caso lumbar, debe tener especial empatía y sensibilidad. Y, aunque, la mayoría de los mortales sabemos y podemos contar experiencias propias y ajenas de falta de empatía médica, no es casualidad que una persona cercana a un partido de extrema derecha catalogue como enfermedad mental a una persona transgénero.