Espacio de opinión de Canarias Ahora
Organizando la esperanza por Francisco Santiago Castellano
Hoy, mientras los padres de este capitalismo inhumano buscan majaderamente el parche necesario para mantener vivo unas cuantas décadas más este modelo económico y social lleno de imperfecciones, el resto de la humanidad parece estar esperando una solución que muchos creemos debe ir más allá y tener como fruto toda una revolución cultural que acabe con la crisis de valores, principios y comportamientos que han terminado por generar este crack económico y financiero a escala global. Al Gore les repetía hace unos años a los más prestigiosos economistas mundiales, que teníamos que plantearnos seriamente que el planeta no podía seguir con esta economía, sencillamente porque a ese ritmo pronto no habría planeta y por ende tampoco economía. Tal vez esta crisis, aún dentro de los dramas sociales que ya está generando, pueda ayudar a tomar conciencia real de la necesidad imperiosa de esa otra economía, al menos habida cuenta de en lo que se ha traducido ésta que hoy nos atenaza.
Es cierto que nadie se atreve a ponerle fecha de caducidad a esta crisis, como lo es también que la actitud para afrontar la situación es tan determinante a la hora de ponerle freno y revertir su tendencia, como las medidas que se aporten desde distintos foros mundiales. Parece más inteligente por tanto la unidad que los enfrentamientos, la altura de mira que las mezquindades, la positividad y el trabajo que el fatalismo y la siembra de un discurso apocalíptico que no contribuye en nada a solucionar los problemas. Como ejemplo de una u otra actitud se pueden destacar en clave idónea los pasos seguidos por la nueva administración norteamericana y tristemente en la otra, la de unos partidos estatalistas españoles que andan más enfrascados en marrullerías varias que en volcar todas sus energías en lo que realmente ahora importa.
Corren tiempos en que no se debe de perder la perspectiva, ni la global ni la local, pero lamentablemente hay quienes a conciencia pretenden confundirlo todo, actuar desde conductas irresponsables que, incluso con la que está cayendo, sólo persiguen nadar contracorriente; desear que todo vaya a peor sin meditar las consecuencias, confundir y sembrar un mensaje decadente en busca de no se qué electorado en tiempos que obligan precisamente a estar por encima de eso. Por el contrario y ante la dimensión del problema, hay quienes hemos apostado por seguir convirtiendo en hechos la esperanza, por seguir ganando recursos para levantar nuestra ciudad, por no perder nuestras energías en más crispación y sí en trabajar para dar respuestas a esta comunidad. Nosotros seguimos llamando a arrimar el hombro aunque otros prefieran los codazos, seguimos empeñados en aprovechar las oportunidades que se abren para conseguir nuevos logros para Telde, en vez de perdernos en las mediocridades de una crítica que ni es constructiva ni la anima nada que tenga que ver con el interés general. Por eso seguimos creyendo que una actitud positiva y luchadora es la más decente en estos momentos. Con seguridad, mil veces mejor que la que otros emplean y que no aporta más que derrota, frustración y fatalismo a los ciudadanos. Hay que seguir organizando la esperanza, acercando la utopía, enfrentándonos a la situación aunque podamos cometer errores, porque lo contrario sólo es cobijo para los cobardes, los mediocres y quienes no ven más allá de un puñado de votos o de euros. Telde, pese a la crisis, sigue recuperando su pulso y quien analice objetiva y comparativamente su evolución seguro que coincidirá con quienes seguimos afortunadamente siendo mayoría en esta ciudad.
(*) Francisco Santiago Castellano es alcalde de Telde. Francisco Santiago Castellano *
Hoy, mientras los padres de este capitalismo inhumano buscan majaderamente el parche necesario para mantener vivo unas cuantas décadas más este modelo económico y social lleno de imperfecciones, el resto de la humanidad parece estar esperando una solución que muchos creemos debe ir más allá y tener como fruto toda una revolución cultural que acabe con la crisis de valores, principios y comportamientos que han terminado por generar este crack económico y financiero a escala global. Al Gore les repetía hace unos años a los más prestigiosos economistas mundiales, que teníamos que plantearnos seriamente que el planeta no podía seguir con esta economía, sencillamente porque a ese ritmo pronto no habría planeta y por ende tampoco economía. Tal vez esta crisis, aún dentro de los dramas sociales que ya está generando, pueda ayudar a tomar conciencia real de la necesidad imperiosa de esa otra economía, al menos habida cuenta de en lo que se ha traducido ésta que hoy nos atenaza.
Es cierto que nadie se atreve a ponerle fecha de caducidad a esta crisis, como lo es también que la actitud para afrontar la situación es tan determinante a la hora de ponerle freno y revertir su tendencia, como las medidas que se aporten desde distintos foros mundiales. Parece más inteligente por tanto la unidad que los enfrentamientos, la altura de mira que las mezquindades, la positividad y el trabajo que el fatalismo y la siembra de un discurso apocalíptico que no contribuye en nada a solucionar los problemas. Como ejemplo de una u otra actitud se pueden destacar en clave idónea los pasos seguidos por la nueva administración norteamericana y tristemente en la otra, la de unos partidos estatalistas españoles que andan más enfrascados en marrullerías varias que en volcar todas sus energías en lo que realmente ahora importa.