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La pandemia de la izquierda

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Pensé en referirme primero a la pandemia de España, pero luego decidí centrarme en la izquierda, y especialmente en Podemos. El batacazo de Pablo Iglesias en Galicia y el bajón que ha tenido en Euskadi han sido sangrantes, desmoralizadores, y refleja la profunda división que ahora mismo hay entre la centralidad de la dirección estatal y los autonómicos, aunque todavía los morados tienen tiempo en recuperarse. La izquierda siempre se ha fagocitado de un modo estupendo, con mucho cariño, y a modo de resumen para no enrollarlos de nuevo con historicismos histéricos, desde la guerra civil se están dando palos con el rabo y a la cabeza y tente tieso.

En el PCE y sus primos hermanos de extrema izquierda fueron espectaculares las luchas intestinas entre los propios comunistas y, entre otros, el Partido Obrero de Unificación Marxista fue quién más duramente se enfrentó a Santiago Carrillo. Más recientemente, en la llamada transición, también se fueron dividiendo, y un grupo en Cataluña formó el Partit Socialista de Catalunya- Congrés, y otros engendraron la Liga Comunista Revolucionaria, Acción Comunista, Organización de Izquierda Comunista, Frente por la Unidad de Trabajadores, más otros grupúsculos cuyos militantes cabían en un taxi, pero fenomenal, cada pequeño líder quería tener su chiringuito y mandar aunque sólo fuera en seis u ocho militantes. Como por desgracia ocurre también en esta época, y como ejemplo está Íñigo Errejón, que al menos manda en un militante en el Congreso de los Diputados.

Del PSOE tendríamos mucho que señalar en el pasado, pero lo más lamentable fue la expulsión del partido de Juan Negrín, ¡menudo desastre!, todo por la envidia y la venganza de Indalecio Prieto. Así andaban las cosas también entre los socialistas. Pero volviendo al presente, lo peor fue el intento de “asesinato político” de Pedro Sánchez por toda la derecha socialfascista y socioliberal, con Felipe González como principal instigador de la vieja guardia, y Susana Díaz de la nueva guardia. Sánchez tuvo que arremangarse los pantalones, y en un trabajo espectacular logró que las bases le apoyaran para volver a la secretaría general. De todos esos polvos del PSOE y de los partidos que históricamente han estado a su izquierda, PCE, Izquierda Unida, y ahora Podemos, vienen estos lodos que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias tratan de superar, con un buen trabajo en el Gobierno de coalición y durante la pandemia que todavía nos atenaza,  con una mejor política con Cataluña,  no sólo la del palo que empleó Mariano Rajoy y su ministro del Interior, Jorge Fernández Días.

Pero el PSOE ha estado sosteniendo a la monarquía franquista/borbónica durante todo el reinado de Juan Carlos I, y ahora trata de seguir “estabilizando” a España haciendo la vista gorda de todos los desmanes que como presunto delincuente ha hecho el Borbón mayor del Reino. No tiene Felipe V un buen panorama con  un padre emérito presunto delincuente, una hermana que estuvo investigada en el caso Noos, y un cuñado en la cárcel convicto y confeso. La posición irreductible del PSOE en defensa del borbonismo puede costarle caro en las próximas calendas, y UNIDAS PODEMOS debe alejarse de este compromiso absurdo que sólo conduce a una imprevista situación política. La pandemia de la izquierda está presente, pero debe terminar con el corona virus y el corona borbón.

Pensé en referirme primero a la pandemia de España, pero luego decidí centrarme en la izquierda, y especialmente en Podemos. El batacazo de Pablo Iglesias en Galicia y el bajón que ha tenido en Euskadi han sido sangrantes, desmoralizadores, y refleja la profunda división que ahora mismo hay entre la centralidad de la dirección estatal y los autonómicos, aunque todavía los morados tienen tiempo en recuperarse. La izquierda siempre se ha fagocitado de un modo estupendo, con mucho cariño, y a modo de resumen para no enrollarlos de nuevo con historicismos histéricos, desde la guerra civil se están dando palos con el rabo y a la cabeza y tente tieso.

En el PCE y sus primos hermanos de extrema izquierda fueron espectaculares las luchas intestinas entre los propios comunistas y, entre otros, el Partido Obrero de Unificación Marxista fue quién más duramente se enfrentó a Santiago Carrillo. Más recientemente, en la llamada transición, también se fueron dividiendo, y un grupo en Cataluña formó el Partit Socialista de Catalunya- Congrés, y otros engendraron la Liga Comunista Revolucionaria, Acción Comunista, Organización de Izquierda Comunista, Frente por la Unidad de Trabajadores, más otros grupúsculos cuyos militantes cabían en un taxi, pero fenomenal, cada pequeño líder quería tener su chiringuito y mandar aunque sólo fuera en seis u ocho militantes. Como por desgracia ocurre también en esta época, y como ejemplo está Íñigo Errejón, que al menos manda en un militante en el Congreso de los Diputados.