Espacio de opinión de Canarias Ahora
Las patujadas de Cardona
Vaya por delante que no trato de justificar la etapa de Saavedra en Santa Ana. Si me ocupo del agua pasada es porque me llaman la atención un par de cosillas. La primera, la ya apuntada del castigo al ex alcalde desde la hora cero de su mandato, frente a la indulgencia con las patujadas cardoniles. La segunda, la extrema receptividad a aquellas críticas de gentes de natural progresista que reforzaron con su hipercriticismo feroz la eficacia de la estrategia de la derechona en abierto contraste con su silencio de hoy. Algo he indagado en tan curioso fenómeno y hubo una explicación que me dejó asmado: de Saavedra esperaban más y no cumplió, mientras que del PP no puede esperarse otra cosa por lo que es inútil quejarse. Muy propio del “islénico” modo.
No haré el recuento de las actuaciones de Cardona. Sí diré que desde la situación en la Policía Local y los Bomberos hasta la quiebra de la Participación Ciudadana, en la que tanto avanzó Magüi Blanco, los recortes de las ayudas domiciliarias o la colocación al frente del Servicio de Limpieza de la bomba de relojería gestora que ha demostrado ser en sus desempeños anteriores Cristina Reyes, hay muestras significativas de lo que puede esperarnos sin que se mueva el palomar.
En este orden de cosas, animado quizá por la ausencia de críticas, acaba Cardona de soltarse dos de aquí te espero. La primera, la resurrección de la Gran Marina; la segunda su propuesta de instalar en el Puerto de La Luz la planta regasificadora. En el primer caso, ni siquiera ha tenido la astucia de considerar que la oposición a la Gran Marina no negaba la necesidad de regenerar aquella zona sino que pretendía una intervención consensuada en todo y para todo el litoral de la ciudad, no solo en el espacio acotado a la mayor gloria de los especuladores que se sienten de nuevo bien situados para hacer caja con el triunfo del PP. La mayoría como patente de corso.
En cuanto a la regasificadora en el Puerto de La Luz, me remitiré a lo dicho por el anterior presidente de la Autoridad Portuaria, Javier Sánchez Simón, que calificó la idea de “absurda”, con lo que ha confirmado que también en el PP hay gente que piensa aunque Soria lo haya prohibido. En este sentido, puesto a disparatar, bien podría el alcalde recuperar la idea que lanzara en su día el propio Soria: recuperar la zona militar de La Isleta, urbanizarla a tope y construir en ella un aeródromo para ricachos. Los mandos militares debieron asustarse tanto que paralizaron antes de iniciarlo el proceso de devolución del recinto.
Por cierto: nada más conocer la gaseosa ocurrencia de Cardona, Antonio Morales, alcalde de Agüimes, advirtió de que, de salir adelante, se diría adiós al salto hidrúlico Chira-Soria. Lo que obligó a José Miguel Bravo a anunciar que las obras se iniciarán en dos o tres meses. Esperaré a marzo para la próxima entrega.
Vaya por delante que no trato de justificar la etapa de Saavedra en Santa Ana. Si me ocupo del agua pasada es porque me llaman la atención un par de cosillas. La primera, la ya apuntada del castigo al ex alcalde desde la hora cero de su mandato, frente a la indulgencia con las patujadas cardoniles. La segunda, la extrema receptividad a aquellas críticas de gentes de natural progresista que reforzaron con su hipercriticismo feroz la eficacia de la estrategia de la derechona en abierto contraste con su silencio de hoy. Algo he indagado en tan curioso fenómeno y hubo una explicación que me dejó asmado: de Saavedra esperaban más y no cumplió, mientras que del PP no puede esperarse otra cosa por lo que es inútil quejarse. Muy propio del “islénico” modo.
No haré el recuento de las actuaciones de Cardona. Sí diré que desde la situación en la Policía Local y los Bomberos hasta la quiebra de la Participación Ciudadana, en la que tanto avanzó Magüi Blanco, los recortes de las ayudas domiciliarias o la colocación al frente del Servicio de Limpieza de la bomba de relojería gestora que ha demostrado ser en sus desempeños anteriores Cristina Reyes, hay muestras significativas de lo que puede esperarnos sin que se mueva el palomar.