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Paulino en el siglo XIX

Las maneras de Paulino en Madrid, sus aires juveniles y de renovación al menos estética y de discurso, suponen un cambio en el espectro de la rancia y legendaria derecha española afincada en Canarias, es un cambio de style, aunque a sus adversarios no les guste. Querámoslo o no, Rivero usa gestos muy diferentes a la marcialidad de Soria, las astracanadas insultantes de Roldós o los ademanes autoritarios de Larry, por citar tan solo al núcleo duro que maneja ahora al Partido Popular. Admirado o denostado, el conservadurismo de Paulino es menos pedestre, más moderno e iconoclasta y está mejor presentado. En materia económica presumió de no comulgar con las ruedas de molino del liberalismo y en materia social hizo un canto de la lucha contra la pobreza y la desigualdad como ejes de su acción política. Será difícil escuchar hoy a alguien del PP con ese desenfado.

El giro de Paulino a la diestra se plasmó en sus críticas a los nacionalismos catalán y vasco por fracturar el modelo constitucional (lo que más gruesamente el PP califica como “se rompe España”), el mayor control en fronteras y en seguridad ciudadana, y en ese alejarse de las “soflamas independentistas”, incluidas las de don Pepito. Cualquier simpatizante del PP podría asumir esto. Pero si en algo creo que yerra Paulino es en su obsesión poblacional. Sólo por su obstinada reiteración en ver el número de habitantes de su isla (en La Palma, La Gomera y Gran Canaria nadie ve esos fantasmas) como un problema político le sitúa a la derecha de los populares, lo ancla en el siglo XIX en lugar del XXI, porque da una apariencia de atávico y cavernario que no se corresponde con la realidad. No se trata de cambiar de ideas ?si padece agorafobia, demofobia o claustrofobia a nadie le importa y solo es cuestión de disimularlo- sino de compararse con el resto del mundo (no sólo con Luxemburgo o Chinijo). Incluso en el PP son mucho más precavidos al esbozar este asunto, y de ahí la apreciación distinta del diputado popular Pablo Matos, valor al alza que también elogió el periodista Carlos E. Rodríguez en su presentación durante el coloquio del Club Siglo XXI.

Pero aún siendo disidente con sus proclamas, tampoco comparto esas críticas a veces despiadadas a Paulino, que gobierna con la legitimidad de sus votos y escaños en un pacto de Gobierno igualmente legítimo ?yo diría que hasta normal-, aunque parece que los sorprendidos han sido muchos. Si le pasará factura o no, ahí están las urnas de marzo para decidirlo ?y los augurios no son nada buenos-. Pero hoy por hoy, el presidente que se vio en Madrid lo es de todos los canarios y aunque ahora sugiera estar algo desbordado por las circunstancias ?y por los desatinos y premuras iniciales- , no desentona Rivero y creo que sigue siendo una pieza necesaria para la articulación del centro-derecha en Canarias.

Federico Utrera

Las maneras de Paulino en Madrid, sus aires juveniles y de renovación al menos estética y de discurso, suponen un cambio en el espectro de la rancia y legendaria derecha española afincada en Canarias, es un cambio de style, aunque a sus adversarios no les guste. Querámoslo o no, Rivero usa gestos muy diferentes a la marcialidad de Soria, las astracanadas insultantes de Roldós o los ademanes autoritarios de Larry, por citar tan solo al núcleo duro que maneja ahora al Partido Popular. Admirado o denostado, el conservadurismo de Paulino es menos pedestre, más moderno e iconoclasta y está mejor presentado. En materia económica presumió de no comulgar con las ruedas de molino del liberalismo y en materia social hizo un canto de la lucha contra la pobreza y la desigualdad como ejes de su acción política. Será difícil escuchar hoy a alguien del PP con ese desenfado.

El giro de Paulino a la diestra se plasmó en sus críticas a los nacionalismos catalán y vasco por fracturar el modelo constitucional (lo que más gruesamente el PP califica como “se rompe España”), el mayor control en fronteras y en seguridad ciudadana, y en ese alejarse de las “soflamas independentistas”, incluidas las de don Pepito. Cualquier simpatizante del PP podría asumir esto. Pero si en algo creo que yerra Paulino es en su obsesión poblacional. Sólo por su obstinada reiteración en ver el número de habitantes de su isla (en La Palma, La Gomera y Gran Canaria nadie ve esos fantasmas) como un problema político le sitúa a la derecha de los populares, lo ancla en el siglo XIX en lugar del XXI, porque da una apariencia de atávico y cavernario que no se corresponde con la realidad. No se trata de cambiar de ideas ?si padece agorafobia, demofobia o claustrofobia a nadie le importa y solo es cuestión de disimularlo- sino de compararse con el resto del mundo (no sólo con Luxemburgo o Chinijo). Incluso en el PP son mucho más precavidos al esbozar este asunto, y de ahí la apreciación distinta del diputado popular Pablo Matos, valor al alza que también elogió el periodista Carlos E. Rodríguez en su presentación durante el coloquio del Club Siglo XXI.