Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

Perro Sanxe no es el problema

Yo que soy de las escépticas, de las que nunca enarbolaron banderas por quedarme siempre un resquicio de duda y mucho de idealismo. Yo que tengo cuarenta y tantos y a lo mucho a lo que tuve la suerte de acceder fue por unos padres completamente enfocados en que sus hijos contaran con mejores oportunidades que ellos, junto a un país que se modernizaba, con un gobierno socialista que nos despojaba de complejos y nos ilusionada con el empoderamiento de una sociedad pausada, con unas políticas sociales y culturales que situaron a nuestro país en Europa y, con ello, nos dieron opción a ser, por derecho, ciudadanas y ciudadanos del mundo y no españolitos de tierra adentro.

Yo que soy una privilegiada porque estudié en la universidad pública en ciudad distinta a la que resido, que he vivido en distintos puntos de nuestra geografía y más allá de las fronteras que hay quien se empeña en estos tiempos en hacer más altas; que accedí a un empleo en el que aprender, formarme, consolidar mis conocimientos y afianzar mis valores. 

Y, sobre todo, que pude ser parte y testigo directo de lo que construyó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y, posteriormente, el de Pedro Sánchez, puedo afirmar con contundencia que Perro Sanxe no es el problema, sino la consecuencia para aquellos que se creyeron intocables, superiores por su privilegiada economía o restos de un pasado de excesos consentidos, aplaudidos y retratados en portadas. Los que se resisten a que se afiance el sentido de justicia social, a que las desigualdades se recorten y con ello se permita competir en igualdad de condiciones, vivir con similitud, ampliar la clase media que tantísimo intimida a la que se dice alta.

Perro Sanxe asusta a los que quieren hacer de España una bandera y una trinchera. A los que solo saben transitar en bandos, que no en equipos. A los que no entienden que no se diluye nuestra esencia por hacernos más tolerantes, respetuosos, empáticos, justos. Ni a quienes se crispan por los derechos de los que puedan hacer uso otros y que no entran en conflicto con los suyos. 

Perro Sanxe vino a recordarnos que los grandes logros como sociedad que nuestro país ha alcanzado han sido con gobiernos socialistas. Que yo vivía entre Madrid y París cuando ser español era un orgullo en la capital francesa por la retirada de las tropas de Irak. No digo ya cuando aprobamos la Ley de Matrimonio entre personas del mismo sexo o la de Violencia de Género. Adivinarme el acento o descubrirme en mi idioma en cualquier local de la Ciudad de la Luz equivalía a recibir efusividad sentida en el trato, a una invitación de la casa y, hasta a un garabato simpático de “Olé España” en la cuenta. 

Un orgullo ser española. Más española que ninguna. Porque eso es España: un país de gente orgullosa de serlo por contar con gobiernos y ciudadanos ejemplares, que abren el camino para eliminar diferencias e injusticias y sirven de modelo de progreso a otros. Un orgullo ser española en la era socialista. Con Felipe, ZP o en pleno ataque al “Sanchismo”.

Y son los que no entienden de equidad los que han desempolvado resentimientos que a ellos solos les quedan, quienes instrumentalizan emociones de quienes poco o nada saben de historia social y se ponen al servicio de la bronca cual mercenarios en busca de recompensa que les llegue en escaños, en pactos, con consejerías o concejalías en las que esconder sus carencias culturales y su déficit de democracia. 

Unos esperamos de quienes nos representan que se sienten a dialogar, mientras otros solo saben sentarse a repartir. Yo no quiero a un candidato a la presidencia de nuestra España (esa en la que cabemos todos) que pretenda rebajar la importancia del oponente con mofa y mentira. Pero menos aún, rodeado de matones que ahora incluso se presentan a las elecciones. Que no nos confundan sus tonos, arrogancias o imposturas: los de los carteles con pose de gladiador no pretenden gobernar, solo recoger la parte del botín que les toca y que se les dé carta blanca para salir de noche a asustar a los diferentes.

Ahí está el problema, en permitir que se propague el bulo de que se quiere acabar con la idea de España. Que Perro Sanxe va a romper España. Porque es al revés: la España socialista es la España fuerte, la que se sostiene por las mayorías a las que representa, la que invierte en servicios públicos y en políticas sociales para revertir desigualdades, en educación pública que acabe con la falta de oportunidades, en sanidad para dotar de seguridad a los ciudadanos y garantizar su protección; la que pelea salarios y derechos laborales, la que cree en la necesidad de ministerios y consejerías de Igualdad y nos hace feministas y con ello mejores. La que hacer caer miedos y mira a los ojos a la gente, no para intimidarlos, sino para conectar. La España que me hizo sentir tanto orgullo patrio cuando viví en Francia. La España en la que mis hijos no juzgan ni cuestionan al prójimo por su procedencia, condición, religión, orientación sexual, lengua o despiste vital.

Perro Sanxe no es el problema, es el antídoto para tanta rabia.

Yo que soy de las escépticas, de las que nunca enarbolaron banderas por quedarme siempre un resquicio de duda y mucho de idealismo. Yo que tengo cuarenta y tantos y a lo mucho a lo que tuve la suerte de acceder fue por unos padres completamente enfocados en que sus hijos contaran con mejores oportunidades que ellos, junto a un país que se modernizaba, con un gobierno socialista que nos despojaba de complejos y nos ilusionada con el empoderamiento de una sociedad pausada, con unas políticas sociales y culturales que situaron a nuestro país en Europa y, con ello, nos dieron opción a ser, por derecho, ciudadanas y ciudadanos del mundo y no españolitos de tierra adentro.

Yo que soy una privilegiada porque estudié en la universidad pública en ciudad distinta a la que resido, que he vivido en distintos puntos de nuestra geografía y más allá de las fronteras que hay quien se empeña en estos tiempos en hacer más altas; que accedí a un empleo en el que aprender, formarme, consolidar mis conocimientos y afianzar mis valores.