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Pitón

Uno, que siempre ha vivido de alquiler (¡mil años trabajando y todavía no he ganado para comprarme un pisito aunque sea chiquitín!) y que se ha ido mudando no sabe ni cuántas veces a lo largo de las últimas décadas –de todas las décadas-, ha encontrado en sus nuevos y sucesivos domicilios algunos olvidos de los moradores anteriores, pero nunca un reptil. Sí he encontrado cartas, objetos inútiles y hasta, en cierta ocasión, un rollito de porros de maría perfectamente liados y abrazados por una gomilla elástica. Y una máquina de escribir a la que le faltaban tres teclas. Un amigo mío, cuando se cambió de domicilio, se encontró con que el anterior inquilino se había dejado allí la novia. Convivieron un tiempo, pero la cosa no funcionó. Quienes sí se encuentran, si no pitones, sí, a veces, fondos de reptiles tras la mudanza, son los gobiernos que sustituyen a los gobiernos de otros partidos, Siempre se quejan de que encuentran en los despachos y en los ministerios cosas horribles que no esperaban: el veneno de la herencia política, que se dice. La Guardia Civil, creo, anda buscando al tío – o la tía, no sé- que se dejo la pitón en el cuarto de baño para que se hiciese cargo de ella el que fuese a utilizar cotidianamente la ducha después de que él se las hubiese pirado. La Benemérita sabe lo que hace, naturalmente. Pero, supongo que alguna responsabilidad tendrá también en la cosa del inesperado hallazgo quien haya intervenido en la operación inmobiliaria. Quiero decir que uno, si quieren que les diga, a quien le hubiera armado la bronca, en primer lugar, a cuenta de la sierpe, habría sido a quien se encargó de limpiar el apartamento o lo que sea y dejármelo supuestamente en condiciones antes de que me instalara plácidamente en él. Que si un bicho de un metro y pico le pasa desapercibido a alguien, no vean ustedes si, por un casual, había por los rincones cucarachas, oigan.

José H. Chela

Uno, que siempre ha vivido de alquiler (¡mil años trabajando y todavía no he ganado para comprarme un pisito aunque sea chiquitín!) y que se ha ido mudando no sabe ni cuántas veces a lo largo de las últimas décadas –de todas las décadas-, ha encontrado en sus nuevos y sucesivos domicilios algunos olvidos de los moradores anteriores, pero nunca un reptil. Sí he encontrado cartas, objetos inútiles y hasta, en cierta ocasión, un rollito de porros de maría perfectamente liados y abrazados por una gomilla elástica. Y una máquina de escribir a la que le faltaban tres teclas. Un amigo mío, cuando se cambió de domicilio, se encontró con que el anterior inquilino se había dejado allí la novia. Convivieron un tiempo, pero la cosa no funcionó. Quienes sí se encuentran, si no pitones, sí, a veces, fondos de reptiles tras la mudanza, son los gobiernos que sustituyen a los gobiernos de otros partidos, Siempre se quejan de que encuentran en los despachos y en los ministerios cosas horribles que no esperaban: el veneno de la herencia política, que se dice. La Guardia Civil, creo, anda buscando al tío – o la tía, no sé- que se dejo la pitón en el cuarto de baño para que se hiciese cargo de ella el que fuese a utilizar cotidianamente la ducha después de que él se las hubiese pirado. La Benemérita sabe lo que hace, naturalmente. Pero, supongo que alguna responsabilidad tendrá también en la cosa del inesperado hallazgo quien haya intervenido en la operación inmobiliaria. Quiero decir que uno, si quieren que les diga, a quien le hubiera armado la bronca, en primer lugar, a cuenta de la sierpe, habría sido a quien se encargó de limpiar el apartamento o lo que sea y dejármelo supuestamente en condiciones antes de que me instalara plácidamente en él. Que si un bicho de un metro y pico le pasa desapercibido a alguien, no vean ustedes si, por un casual, había por los rincones cucarachas, oigan.

José H. Chela