Espacio de opinión de Canarias Ahora
Hacia un planeta 50-50
El próximo miércoles 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Han pasado 160 años desde aquella manifestación en la que las obreras textiles de Nueva York protestaban por las condiciones de opresión laboral que sufrían y han transcurrido 109 años del incendio durante la primera semana de marzo de 1908 de una fábrica textil de Nueva York donde las trabajadoras se encontraban en huelga para reivindicar la reducción de la jornada a diez horas y que se permitiera un tiempo de lactancia. 100 mujeres murieron víctimas del fuego cuyo origen se atribuyó al dueño de la fábrica. Estos dos hechos fueron los que inspiraron a la ONU para proclamar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Este 2017 las Naciones Unidas han escogido como lema«Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030». Se plantean como objetivos para 2030: Velar porque todas las niñas y todos los niños terminen los ciclos de la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser gratuita, equitativa y de calidad y producir resultados escolares pertinentes y eficaces; que todas las niñas y niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y a una enseñanza preescolar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñanza primaria; poner fin a cualquier forma de discriminación contra las mujeres y las niñas en todo el mundo; eliminar las formas de violencia contra todas las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado, incluidas la trata y la explotación sexual y otros tipos de explotación, y erradicar todas las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, precoz y forzado y la mutilación genital femenina.
Afortunadamente en nuestro país muchos de esos objetivos que se plantea la ONU ya se han logrado. Pero conviene no perder la memoria histórica y recordar que hace apenas cuatro décadas sufrimos una dictadura en la que el Código Penal era profundamente machista. Los asesinatos cometidos por maridos o padres de mujeres acusadas de adulterio apenas se castigaban con el destierro de los asesinos; durante la dictadura las mujeres necesitaban la firma de su marido para poder tener una cuenta corriente en el banco. Con la democracia cambiaron esas leyes vigentes durante 40 años, pero ya sabemos que el cambio de mentalidad es mucho más lento que el cambio de legislación, por eso una ley contra la violencia de género puede ser acertada y avanzada, pero sin un cambio de mentalidad será difícil reducir a cero las muertes por violencia machista. Sin un esfuerzo en la educación y la formación los avances serán apenas perceptibles. Hay que ir más allá, sin duda, ya que se trata de hacer posible un cambio en las condiciones estructurales, económicas, políticas e ideológicas que mantienen a las mujeres en situaciones de dependencia y exclusión. Y no podemos cerrar los ojos al reconocimiento de que el sistema capitalista genera una doble explotación económica y de género.
Y ocurre en todos los ámbitos. A pesar de los cambios legales, en el mercado laboral sigue persistiendo una terrible desigualdad entre hombres y mujeres. El pasado 22 de febrero se conmemoró el Día por la Igualdad Salarial. Con motivo de ese día el sindicato Comisiones Obreras hizo público un estudio en el que señalaba que en España las mujeres deberían trabajar 109 días más al año para cobrar lo mismo que los hombres. En estos momentos las mujeres cobran un 30 % menos de salario anual que los hombres. Respecto a la brecha salarial, España ocupa el 7º puesto de la Unión Europea y el desempleo femenino, según datos del pasado mes de enero, es seis puntos superior al del hombre.
Las causas de esta desigualdad no están en el machismo de los empresarios. El propio sindicato señala que hay una mayor frecuencia de acceso de las mujeres a las medidas de conciliación laboral provocada por la desigual distribución de las cargas familiares y las tareas de la casa, lo que se traduce en interrupciones más frecuentes en la vida laboral de las mujeres. Aunque trabajen en el mismo sitio y con las mismas responsabilidades, los complementos en el salario de un hombre suelen ser mucho más elevados que en el de la mujer. Por esa mayor implicación en las tareas del hogar o en las responsabilidades familiares, ellas suelen tener menos disponibilidad horaria para la prolongación de jornada y al final también suelen tener menos ingresos como complemento por la antigüedad en la empresa. Tales aspectos se utilizan frecuentemente para la definición de complementos del salario y pertenecen al terreno de la configuración de la estructura salarial en las empresas.
Para intentar reducir esta desigualdad salarial el Parlamento Europeo propone que los permisos por maternidad o paternidad sean individuales e intransferibles, que se retribuyan de forma adecuada y que la duración no sea excesiva para evitar los efectos negativos sobre la situación en el mercado de trabajo y la trayectoria laboral de los progenitores.
Un estudio de la Comisión Europea publicado en 2016 señala que la menor participación de las mujeres en el mercado laboral provoca una pérdida del 10 % del PIB. Otro dato importante que se ignora cuando se habla del PIB es la importante contribución a la economía del trabajo doméstico y de los cuidados a familiares que suelen realizar las mujeres. Aunque no están remunerados, es indiscutible su contribución a la Economía.
He tenido la oportunidad de pronunciarme públicamente a favor de las reivindicaciones laborales de las camareras de piso. Precisamente en estos años en los que el sector turístico canario ha sido uno de los que primero ha salido de la crisis económica, he sostenido en distintos foros que para tener un turismo de calidad es fundamental el respeto a las condiciones laborales dignas de los trabajadores y trabajadoras. Las camareras de piso son el 20 % del personal de la industria hotelera. No puede ser que en años de récords turísticos se les haya obligado a trabajar más por el mismo salario con la excusa de la crisis. Lo denuncié cuando UGT y CCOO nos invitaron a la presentación del libro “Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de la precariedad laboral” y lo escribí también en un artículo en este medio. Precisamente esta semana en la que las ocurrencias del expresidente del Gobierno español José María Aznar y del presidente del Banco de España de aumentar la edad de jubilación han generado una gran polémica, conviene recordar la reflexión del doctor Joan López Lloret en el mencionado libro: “aún no he visto a ninguna camarera de piso llegar a los 65 años para jubilarse”.
Ya en nuestro programa de gobierno del pacto progresista del Cabildo de Gran Canaria nos propusimos como uno de los objetivos prioritarios la lucha por la igualdad entre géneros. Por eso creamos la consejería de Igualdad, para intentar combatir cualquier discriminación de la mujer. Para propiciar espacios que faciliten aumentar sus oportunidades, orientarlas y defenderlas ante situaciones de violencia, facilitar el empleo y la formación, apoyar las iniciativas de emprendeduría e innovación, generar conciencia como elemento clave para avanzar en una sociedad más igualitaria… Sabemos que las políticas de Igualdad deben ser transversales, no se pueden quedar en campañas de sensibilización promovidas por una sola consejería. Pero el hecho de que exista una consejería de Igualdad ayuda a visibilizar más este problema. Para este 2017 hemos aumentado su presupuesto en medio millón de euros. Hemos decidido crear un Observatorio sobre la Igualdad y un Consejo de la Igualdad formado por los 21 municipios. Hemos sido el primer Cabildo en firmar un protocolo para prevenir casos de acoso sexual en el trabajo….Y en estos días estamos desarrollando un amplio abanico de actividades encaminadas a informar, animar al compromiso, facilitar la solidaridad y el reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres…
Han pasado casi cien años desde aquella conferencia impartida en la Universidad Central de Madrid por la escritora y poetisa canaria Mercedes Pinto “El divorcio como medida higiénica”, un texto publicado por el Cabildo de Gran Canaria y el Instituto Canario de Igualdad. Por esa conferencia tuvo que pagar el precio político del exilio durante la dictadura de Primo de Rivera. En el texto, Mercedes Pinto defendía el derecho al divorcio en los casos en que la enfermedad de un cónyuge pudiera perjudicar a la descendencia. Pinto hablaba desde su propia experiencia porque sufrió la convivencia con un marido con paranoia. En la charla dijo “Yo vengo aquí sin pretensiones de ningún género; vengo como una mujer cristiana y sencilla que ha llorado y ha visto llorar, y recogiendo mi dolor y el dolor de las otras mujeres que se han cruzado conmigo en el camino”. A pesar de esa humildad, su texto leído en un lugar público ante mucha gente importante en 1923 fue tremendamente valiente, y por eso le costó el exilio a Sudamérica. Un discurso que planteaba el derecho al divorcio sin entrar en el derecho a volver a casarse: “me he limitado a pedir el alejamiento del peligro, sin rogar que nos permitan la felicidad”. Es cierto que hemos avanzado mucho, pero nos queda mucho por hacer si un siglo después tenemos que seguir recordando las cifras de la brecha salarial, los datos del desempleo, el rostro femenino de la pobreza, los datos de la violencia machista que confirman que 16 mujeres han sido asesinadas en lo que va de año en España y que cada día, según el Ministerio de Interior, se producen tres violaciones (entre un 70 % y un 80 % en el entorno más cercano). Y nos queda mucho por hacer y plantar cara ante las actuaciones últimas de Donald Trump o las afirmaciones de la extrema derecha europea que avanza sin descanso y que fue capaz de manifestar hace unos días, a través de un eurodiputado polaco, que “las mujeres deben ganar menos porque son más débiles y menos inteligentes”.
El próximo miércoles 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Han pasado 160 años desde aquella manifestación en la que las obreras textiles de Nueva York protestaban por las condiciones de opresión laboral que sufrían y han transcurrido 109 años del incendio durante la primera semana de marzo de 1908 de una fábrica textil de Nueva York donde las trabajadoras se encontraban en huelga para reivindicar la reducción de la jornada a diez horas y que se permitiera un tiempo de lactancia. 100 mujeres murieron víctimas del fuego cuyo origen se atribuyó al dueño de la fábrica. Estos dos hechos fueron los que inspiraron a la ONU para proclamar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Este 2017 las Naciones Unidas han escogido como lema«Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030». Se plantean como objetivos para 2030: Velar porque todas las niñas y todos los niños terminen los ciclos de la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser gratuita, equitativa y de calidad y producir resultados escolares pertinentes y eficaces; que todas las niñas y niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y a una enseñanza preescolar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñanza primaria; poner fin a cualquier forma de discriminación contra las mujeres y las niñas en todo el mundo; eliminar las formas de violencia contra todas las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado, incluidas la trata y la explotación sexual y otros tipos de explotación, y erradicar todas las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, precoz y forzado y la mutilación genital femenina.
Afortunadamente en nuestro país muchos de esos objetivos que se plantea la ONU ya se han logrado. Pero conviene no perder la memoria histórica y recordar que hace apenas cuatro décadas sufrimos una dictadura en la que el Código Penal era profundamente machista. Los asesinatos cometidos por maridos o padres de mujeres acusadas de adulterio apenas se castigaban con el destierro de los asesinos; durante la dictadura las mujeres necesitaban la firma de su marido para poder tener una cuenta corriente en el banco. Con la democracia cambiaron esas leyes vigentes durante 40 años, pero ya sabemos que el cambio de mentalidad es mucho más lento que el cambio de legislación, por eso una ley contra la violencia de género puede ser acertada y avanzada, pero sin un cambio de mentalidad será difícil reducir a cero las muertes por violencia machista. Sin un esfuerzo en la educación y la formación los avances serán apenas perceptibles. Hay que ir más allá, sin duda, ya que se trata de hacer posible un cambio en las condiciones estructurales, económicas, políticas e ideológicas que mantienen a las mujeres en situaciones de dependencia y exclusión. Y no podemos cerrar los ojos al reconocimiento de que el sistema capitalista genera una doble explotación económica y de género.