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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

El Polo Norte

Teo Mesa / Teo Mesa

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La descongelación de los polos Ártico y Antártico es ya una realidad. La prevención a corto plazo en el tiempo, la cual se presumía, que dichos deshielos se producirían en un calculado periodo de unos aproximados 30 años, según los registros realizados científicamente en 2007 y 2008 se han ido al traste. La aterradora prontitud, de ahora mismo, ha hecho trizas los datos previstos, y los científicos no salen de su helado espasmo.

El cambio climático: una realidad incuestionable desde hace tres décadas, en que nos alarmáramos (y pusiéramos remedios, anulando los químicos que la dañaban, como los CFC), con el agujero de la capa de ozono que cuasi hemos doblegado. Muy a pesar de los desmentidos de amorales científicos sobornados por la Administración del avieso y bárbaro guerrero Bush, para esgrimir tesis en contra de esta palpable desgracia para la naturaleza toda.

Vemos imágenes de documentales científicos de los grandes desprendimientos de los hielos milenarios que se desgajan de los gigantescos icebergs. Y éstos, se van desmoronando por su debilitamiento y diluirse en líquido elemento, mezclándose con el agua salada. Hecho que hará irremediablemente desaparecer a muchas especies de la fauna glacial.

Este horrible hecho para los equilibrios naturales y sus devastadoras consecuencias sobre la subida de las aguas marinas y el hundimiento de ciudades costeras y litorales, entre ellas muchas de nuestras emblemáticas playas canarias, haciendo cambiar en un futuro próximo, los códigos económicos actuales con respecto al turismo. Esta desventurada realidad de descongelación de los gélidos casquetes polares en los extremos norte y sur de nuestro planeta azul, es motivo de regocijo para ladinos y chafalmejas Gobiernos de naciones limítrofes, que ya hacen cábalas de las ganancias con la extracción de las riquezas minerales y energéticos subacuáticos que duermen en sus fondos: Rusia, Dinamarca, Canadá, Noruega, etc. en el Polo Norte.

A principios del presente mes de septiembre, la noticia del desmedro se dio por la navegación en sus aguas de dos barcos, que han hecho su singladura desde Asia, orillando el Polo Norte por Siberia hasta Amsterdam, si bien, de momento solo producto del verano por altas temperaturas. De esta lamentable y pronta noticia para la ecología en los equilibrios naturales del planeta, por su desgraciado deshielo, producida por la continua emisión de gases de efecto invernadero del irracional homo sapiens, que desde el siglo XVIII con la revolución industrial, ha envenenado el aire desde la biosfera hasta la estratosfera y subido las temperaturas inexorablemente.

De esta desenfrenada demencia somos todos directísimos e irresponsables culpables en el actual e imparable cambio climático. De un lado, las Administraciones políticas, quienes cumplen ciegamente al dictado los intereses de los grandes capitalistas del globo, aún a sabiendas de las perniciosas consecuencias para la Naturaleza, sin importarles la obligada protección de un desarrollismo equilibrado; y de otra, los consumidores que somos incapaces de poner coto a desmadrados derroches energéticos y de consumo alocado de productos superfluos.

Este solar planetario no es nuestra propiedad. Vivimos en él solo momentáneamente. Es un legado para futuras generaciones, que también estarán en este suelo con carácter eventual y en calidad de préstamo. Es el único lugar que conocemos donde se pueda dar la vida en la galaxia, con lo cual debemos proteger su fragilidad habitable y de la Tierra.

Teo Mesa

La descongelación de los polos Ártico y Antártico es ya una realidad. La prevención a corto plazo en el tiempo, la cual se presumía, que dichos deshielos se producirían en un calculado periodo de unos aproximados 30 años, según los registros realizados científicamente en 2007 y 2008 se han ido al traste. La aterradora prontitud, de ahora mismo, ha hecho trizas los datos previstos, y los científicos no salen de su helado espasmo.

El cambio climático: una realidad incuestionable desde hace tres décadas, en que nos alarmáramos (y pusiéramos remedios, anulando los químicos que la dañaban, como los CFC), con el agujero de la capa de ozono que cuasi hemos doblegado. Muy a pesar de los desmentidos de amorales científicos sobornados por la Administración del avieso y bárbaro guerrero Bush, para esgrimir tesis en contra de esta palpable desgracia para la naturaleza toda.