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Del primero al último

Tuvimos en el PSOE un compañero con importantes responsabilidades orgánicas que, cada vez que tocaba confeccionar las listas electorales, lo primero que hacía era llamar siempre a la misma persona y le ofrecía ir en último puesto. “¿Por qué siempre voy el último en la lista?”, le preguntó un día visiblemente molesto. La respuesta fue de libro: “Porque en el PSOE es tan importante ir el último como el primero”.

Esta anécdota, cuyo desenlace final no viene al caso ahora, debería servir para orientar el cierre definitivo de lo acontecido en la vida interna del PSOE en los últimos meses. Creo que ha llegado el tiempo de pasar la página de las primarias, las candidaturas y las listas electorales. Hay que hacerlo con rapidez, pero con tacto y altura de miras. Estos períodos generan a la vez ilusión y tensión; también quiebran las expectativas de tantos y tantas que, impulsados por la inagotable energía de la vocación política, al final no son cabezas de lista, no ocupan puestos de salida o se quedan fuera de ellas. Esta es la realidad que tiene militar en un partido, donde las mayorías o los estatutos acaban decidiendo y cuyo veredicto hay que acatar.

No obstante, estar o no en un puesto de salida, o en una lista electoral, y que formen parte de ella o no nuestras preferencias, nunca ha de ser la medida que debe presidir el grado de compromiso con el proyecto político socialista. Estoy profundamente convencido de que el PSOE está por encima de las personas que lo integran, que es un proyecto de plena vigencia en el convulso y cambiante mundo actual, y que todas y todos somos imprescindibles y tenemos un importante papel que desempeñar.

Del primero al último, quienes constituyan las listas tienen una enorme responsabilidad hasta el próximo 24 de mayo, pero no es menor la del resto de la militancia. Como en todo proyecto colectivo, el éxito radica en la movilización y la implicación de cada uno de sus componentes, cada cual en la medida de sus posibilidades y tanto en las tareas visibles como en las invisibles. Hay que dar la cara por las propuestas del PSOE entregando generosamente nuestro tiempo a labores como el puerta a puerta, meter papeletas en sobres, pegar carteles o estar activos en las redes sociales. Pero, sobre todo, hay que dar la cara por las candidaturas y las propuestas del PSOE ante la familia y las amistades, en el trabajo y en la calle.

Por eso, unidad e integración son dos ideas clave ahora, pero no vienen solas, sino que han de ser construidas desde ambos lados. Quienes están deben tender puentes, y quienes no están han de hacerse presentes. No hay otra manera de evitar la desmotivación y el distanciamiento que genera todo proceso electoral interno entre aquellos que se sienten derrotados en sus esperanzas, como yo, pero no en mis convicciones.

Candidatos y candidatas, militantes y simpatizantes, tenemos ante nosotros la tarea de combatir la desafección, resituando al PSOE como la fuerza de progreso que nunca ha dejado de ser. La realidad sólo se transforma a través de la movilización, la participación y el voto, siempre desde el compromiso personal y protagonizando activamente nuestros ideales de vida, y no esperado que otros lo hagan por nosotros.

En mi caso, y ante la cita electoral de mayo próximo, pido cerrar filas en favor de nuestro proyecto, sobre todo por todos aquellos hombres y mujeres, militantes, simpatizantes y votantes del PSOE que jamás nos han preguntado “y de lo mío qué”.

Tuvimos en el PSOE un compañero con importantes responsabilidades orgánicas que, cada vez que tocaba confeccionar las listas electorales, lo primero que hacía era llamar siempre a la misma persona y le ofrecía ir en último puesto. “¿Por qué siempre voy el último en la lista?”, le preguntó un día visiblemente molesto. La respuesta fue de libro: “Porque en el PSOE es tan importante ir el último como el primero”.

Esta anécdota, cuyo desenlace final no viene al caso ahora, debería servir para orientar el cierre definitivo de lo acontecido en la vida interna del PSOE en los últimos meses. Creo que ha llegado el tiempo de pasar la página de las primarias, las candidaturas y las listas electorales. Hay que hacerlo con rapidez, pero con tacto y altura de miras. Estos períodos generan a la vez ilusión y tensión; también quiebran las expectativas de tantos y tantas que, impulsados por la inagotable energía de la vocación política, al final no son cabezas de lista, no ocupan puestos de salida o se quedan fuera de ellas. Esta es la realidad que tiene militar en un partido, donde las mayorías o los estatutos acaban decidiendo y cuyo veredicto hay que acatar.