Espacio de opinión de Canarias Ahora
Refugiados
En los medios de comunicación de todo el mundo hemos podido ver en estos días la tragedia de centenares de miles de personas huyendo de sus lugares de origen tratando de conseguir refugio en algunos de los países de la Unión Europea. El éxodo del pueblo sirio, con imágenes desgarradoras como la del pequeño Aylan Kurdi, ha removido las conciencias de la ciudadanía del Viejo Continente. Pero es preciso recordar, es bueno hacerlo en estos momentos de convulsión, que éste no es un problema reciente, sino que, desde hace muchos años, los movimientos migratorios de los países empobrecidos hacia los países ricos suponen una dolorosa constante, una búsqueda desesperada de salvación para millones de seres humanos. La causa fundamental radica en que actualmente más del 80% de la riqueza mundial está en manos de menos del 20% de la población del planeta. Esta situación se mantiene y se acentúa por la existencia de un sistema político, financiero, económico y militar que, a escala global, impone su hegemonía e incrementa las situaciones de desigualdad e injusticia obligando a vivir a 4.000 millones de seres humanos en condiciones de pobreza extrema; a que 1.000 millones de personas sufran hambre; a que la mitad de la población mundial no tenga acceso al agua potable, a la asistencia sanitaria o a la educación; a que 400 millones de niños padezcan el drama de la esclavitud; a que las guerras provocadas y la violencia afecten a numerosos estados en los continentes africano, americano y asiático; a que la violación de los Derechos Humanos y la ausencia de democracia sean una constante en muchos lugares del mundo…El expolio de las riquezas y las materias primas por las empresas multinacionales a los pueblos empobrecidos aumenta aún más el abismo de la desigualdad.
Ante esta realidad, el proceso migratorio de las poblaciones que buscan salir de ese infierno para sobrevivir, para salvar a sus familias, es imparable y creciente. El fracaso de la consecución de los Objetivos del Milenio, fijados por la ONU para reducir en el 2015 el hambre de la mitad de la población afectada, no solo es una frustración, sino que evidencia que la desigualdad se ha incrementado. No podemos obviar la responsabilidad directa que en este drama tienen los países más ricos, las grandes potencias, las organizaciones multilaterales y los conglomerados multinacionales, en especial los EEUU, Rusia, la U.E., China (los grandes productores y exportadores de armas) además de los países del Golfo e Israel o el FMI y la propia ONU, para los que priman sus intereses económicos y estratégicos sobre los seres humanos. Las respuestas no pueden ser la colocación de vallas, alambradas y cuchillas en las fronteras, la construcción de muros, el despliegue del ejército y la policía, políticas de extranjería para expulsar a los emigrantes, el endurecimiento de las condiciones para acceder al estatus de refugiado o el recorte en los fondos destinados a la cooperación y el desarrollo de los países empobrecidos. Es intolerable que cada año mueran miles de personas en los océanos víctimas de este sistema o de la explotación de las mafias. Mientras exista el hambre, la pobreza extrema o las guerras, los movimientos migratorios no van a parar. Es prioritario entonces que no se recorten las ayudas al desarrollo y que se pongan en marcha instrumentos como los pasaportes Nansen diseñados por la Liga de Naciones en el periodo de entreguerras.
La política de las grandes potencias han destruido países enteros y sometido a la población civil a un sufrimiento sin límites. Es lo que ha sucedido en casos como el de las guerras de Irak (provocada por la invasión de los EEUU, Inglaterra y España para eliminar las supuestas “armas de destrucción masiva”), Afganistán, Libia, Yemen o Siria, con la excusa de la presencia de organizaciones terroristas o dictadores, además de los casos sangrantes de Palestina y del Sáhara Occidental. El mesianismo político, del que habla Tzvetan Todorov, que impone políticas de intereses frente a la moral y la justicia.
En estos momentos, los 28 países de la UE incumplen los tratados internacionales sobre refugiados que han ratificado en distintas ocasiones. La Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención de Ginebra, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, el Protocolo de Dublín, la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar y las constituciones de cada país, que reconocen los derechos de los refugiados (en el caso de España, el art. 13.4 de la Constitución), se convierten en mera desiderata, en instrumentos hueros, en humo al servicio de la distracción.
Y detrás, siempre, los aparatos de propaganda mediática que manipulan la realidad, que ocultan las causas de estos problemas y que engañan a la ciudadanía con datos manipulados y falsas soluciones (hay quién apunta en estos momentos, fíjense, a que Ángela Merkel pueda ser reconocida con el Nobel de la Paz). La presencia actual de miles de hombres, mujeres y niños, procedentes en su mayoría de Siria, huyendo de la guerra y solicitando refugio en la U.E, es un claro ejemplo. Mientras que en el Parlamento europeo se debate cómo distribuir 120.000 personas (hace unas semanas la cifra no pasaba de los 40.000) no se menciona que Siria lleva 4 años en guerra, que tiene 23 millones de habitantes y que hay 11 millones de desplazados (7 millones de desplazados internos y 4 millones de refugiados en el exterior) y que 120.000 habitantes a acoger supone solo el 0.5% de la población afectada… Según los propios datos del ACNUR para el año 2014, en estos momentos hay 51 millones de personas desplazadas forzosas (33 millones son desplazados internos, 17 millones están en campos de refugiados fuera del propio país y 1,2 millones son solicitantes de asilo político). Siria con 11 millones de desplazados y Colombia con 5 millones son los casos más sangrantes.
Para final del 2015, el ACNUR reconoce que podrá haber más de 60 millones de desplazados forzosos. Cuando el debate que se plantea en la U.E es cómo acoger a 120.000 desplazados de Siria, hay que recordar que países con menos recursos dan refugio a muchos más (Siria acoge a 7 millones de desplazados internos, Jordania a 4 millones de refugiados, Turquía a 2,5 millones, Etiopía a 1 millón, Somalia a 500.000, Argelia a 200.000 en Tinduf, Líbano a más de 2 millones… La paradoja es que los multimillonarios países del Golfo (Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, E.A.U., Omán, Bahrein) aliados de las potencias occidentales, se niegan a acoger a refugiados y destinan grandes sumas a bombardear a los países vecinos o que EEUU, siempre en el epicentro de los conflictos bélicos creados, como el de Siria, de manera interesada, se desentienda en ésta y en otras ocasiones.
Es urgente promover respuestas organizadas y permanentes desde las instituciones y la propia sociedad que tiendan a modificar las causas que provocan esta situación y no solo a paliar los síntomas. Canarias, por su proceso histórico y su situación geográfica debe apoyar las medidas que propicien un mundo más justo, respetuoso con la defensa de los Derechos Humanos y la paz. Por eso desde el Cabildo de Gran Canaria, defendemos que el respeto al Derecho de Asilo y a los Derechos Humanos es una cuestión prioritaria para una sociedad abierta, plural y solidaria como la canaria, con experiencias similares grabadas en sus genes. Las crisis humanitarias, los conflictos y las graves violaciones de los derechos universales están convirtiendo este siglo en un periodo de éxodo masivo de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares huyendo de la violencia y la persecución. Muchas de ellas llegan a nuestras fronteras en busca de protección y tenemos el deber y el compromiso moral de brindarles una acogida que les ayude a emprender una nueva vida con autonomía y dignidad; denunciar y combatir las causas que provocan esa situación; demandar de los países de la U.E., y en especial de España, el cumplimiento de los acuerdos internacionales en materia de Refugio, el respeto a los Derechos Humanos de la población desplazada y la dotación de los recursos necesarios y las medidas que correspondan para hacer frente a esta situación con urgencia, así como el incremento de los fondos destinados a la ayuda humanitaria y al desarrollo de los países empobrecidos…Eso, en vez de gasearlos y pisotearlos. Y, además, ofrecer la máxima colaboración para el acogimiento de estas personas con la aportación de recursos materiales y técnicos, apoyo institucional y tareas de coordinación con otras instituciones y organizaciones sociales y familiares, teniendo en cuenta además nuestra cercanía al continente africano, el más empobrecido del planeta, y la vocación de Canarias para impulsar la solidaridad y la cooperación internacionales, como tantas veces se ha hecho con nuestra gente.
Es fundamental responder ante estas situaciones con acciones eficaces, que garanticen la integración de la población afectada y la continuidad, huyendo del enfoque puramente asistencial y puntual y centrándose en la restitución de derechos, la autonomía, la dignidad de las personas refugiadas y la justicia social, sin olvidarnos de que tenemos también que hacer pedagogía para que los que peor lo están pasando aquí en nuestro entorno tengan la certeza de que todo esto será compatible con la defensa de sus derechos a una vida digna.
En los medios de comunicación de todo el mundo hemos podido ver en estos días la tragedia de centenares de miles de personas huyendo de sus lugares de origen tratando de conseguir refugio en algunos de los países de la Unión Europea. El éxodo del pueblo sirio, con imágenes desgarradoras como la del pequeño Aylan Kurdi, ha removido las conciencias de la ciudadanía del Viejo Continente. Pero es preciso recordar, es bueno hacerlo en estos momentos de convulsión, que éste no es un problema reciente, sino que, desde hace muchos años, los movimientos migratorios de los países empobrecidos hacia los países ricos suponen una dolorosa constante, una búsqueda desesperada de salvación para millones de seres humanos. La causa fundamental radica en que actualmente más del 80% de la riqueza mundial está en manos de menos del 20% de la población del planeta. Esta situación se mantiene y se acentúa por la existencia de un sistema político, financiero, económico y militar que, a escala global, impone su hegemonía e incrementa las situaciones de desigualdad e injusticia obligando a vivir a 4.000 millones de seres humanos en condiciones de pobreza extrema; a que 1.000 millones de personas sufran hambre; a que la mitad de la población mundial no tenga acceso al agua potable, a la asistencia sanitaria o a la educación; a que 400 millones de niños padezcan el drama de la esclavitud; a que las guerras provocadas y la violencia afecten a numerosos estados en los continentes africano, americano y asiático; a que la violación de los Derechos Humanos y la ausencia de democracia sean una constante en muchos lugares del mundo…El expolio de las riquezas y las materias primas por las empresas multinacionales a los pueblos empobrecidos aumenta aún más el abismo de la desigualdad.
Ante esta realidad, el proceso migratorio de las poblaciones que buscan salir de ese infierno para sobrevivir, para salvar a sus familias, es imparable y creciente. El fracaso de la consecución de los Objetivos del Milenio, fijados por la ONU para reducir en el 2015 el hambre de la mitad de la población afectada, no solo es una frustración, sino que evidencia que la desigualdad se ha incrementado. No podemos obviar la responsabilidad directa que en este drama tienen los países más ricos, las grandes potencias, las organizaciones multilaterales y los conglomerados multinacionales, en especial los EEUU, Rusia, la U.E., China (los grandes productores y exportadores de armas) además de los países del Golfo e Israel o el FMI y la propia ONU, para los que priman sus intereses económicos y estratégicos sobre los seres humanos. Las respuestas no pueden ser la colocación de vallas, alambradas y cuchillas en las fronteras, la construcción de muros, el despliegue del ejército y la policía, políticas de extranjería para expulsar a los emigrantes, el endurecimiento de las condiciones para acceder al estatus de refugiado o el recorte en los fondos destinados a la cooperación y el desarrollo de los países empobrecidos. Es intolerable que cada año mueran miles de personas en los océanos víctimas de este sistema o de la explotación de las mafias. Mientras exista el hambre, la pobreza extrema o las guerras, los movimientos migratorios no van a parar. Es prioritario entonces que no se recorten las ayudas al desarrollo y que se pongan en marcha instrumentos como los pasaportes Nansen diseñados por la Liga de Naciones en el periodo de entreguerras.