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El saqueo de Tindaya

Ocurre en todas las guerras y las invasiones, las bombas destruyen vidas e historia, infraestructuras y patrimonio histórico. Y si no caen bombas sobre los museos, siempre hay gente dispuesta a aprovechar el caos para entrar en ellos y llevarse los tesoros de la historia y malvenderlos como contrabando. Durante la invasión de Irak que se inició en marzo de 2003 el gobierno de Estados Unidos se preocupó de custodiar los pozos petrolíferos, pero permitió el saqueo del Museo Nacional de Antiguedades de Bagdad. Más del 80% de sus tesoros fueron robados o destruidos. Se perdieron para siempre materiales de las civilizaciones de Mesopotamia, de la Antigua Persia, del Imperio Romano y de varias dinastías árabes. Se violó la Convención de la Haya de 1954 que protege los tesoros artísticos e históricos en tiempos de guerra, un acuerdo que nació para que los bombardeos y saqueos nazis de la segunda guerra mundial no se volvieran a repetir.

También en la guerra de Sarajevo se destruyeron un millón de volúmenes de su Biblioteca Nacional. En la guerra española los republicanos sacaron los fondos del Museo del Prado y los mandaron a Suiza. Después, durante la segunda guerra mundial los fondos volvieron a Madrid.

La conquista de Canarias también supuso la destrucción de buena parte de otra cultura. Para someter a un pueblo más fácilmente lo mejor es matar su identidad. Sin embargo en las islas todavía conservamos patrimonio cultural con más de 500 años de historia. En la montaña de Tindaya, en Fuerteventura, existen reliquias del pasado aborigen que han resistido medio milenio. Seguramente los pocos centenares de hombres de Jean de Bethencourt no bastaron para arrasar todo los tesoros de la segunda isla más grande del archipiélago. Tampoco los que llegaron décadas después desde Gran Canaria.

En la montaña sagrada de Tindaya está uno de los grandes tesoros de la cultura aborigen que ha resistido a mallorquines, normandos, castellanos, moriscos y (lo más increíble) a décadas de poder del Marqués de La Oliva y de Domingo Berriel. Los podomorfos que guarda la montaña son Monumento Natural, Zona ZEPA, Área de Sensibilidad Ecológica, de interés geológico y Bien de Interés Cultural. Los que más saben de este asunto en las islas son gente como Nona Perera, arqueóloga y directora de la Carta Arqueológica de Fuerteventura, José de León, doctor en Historia y arqueólogo o Jesús Giráldez, Licenciado en Filosofía e investigador d la historia que escribió el libro “Tindaya: el poder contra el mito”.

Nona Perera, José de León, Jesús Giráldez y el doctor en Historia del Arte de la Universidad de La Laguna José Díaz Cuyás asistieron este fin de semana a unas jornadas dedicadas a la montaña de Tindaya en Puerto del Rosario. Los organizadores invitados a todos los partidos políticos. Hubiera sido interesante escuchar a Domingo Berriel, Mario Cabrera, Paulino Rivero o Miguel Cabrera debatiendo de patrimonio cultural, de tesoros arqueológicos, de la pervivencia de nuestra historia delante de los cerca de doscientos de jóvenes y no tan jóvenes que acudieron a las jornadas.

Pero no ocurrió. Los grandes defensores del Proyecto Monumental Tindaya no acudieron, los mismos que fueron hace unas semanas a la casa de los Chillida a firmar el contrato del negocio no se acercaron a la plaza de la iglesia de Puerto del Rosario. Los que siguen sin responder ante los tribunales por los 30 millones de dinero público desaparecido en el agujero que todavía no han hecho a la montaña no tienen nivel para debatir. Para mí que los que sí fueron este fin de semana a la plaza de la Iglesia de Puerto del Rosario y luego visitaron la abandonada montaña de Tindaya son como esos jóvenes que la semana pasada rodearon el Museo de El Cairo para evitar el saqueo de los tesoros de Egipto. Bueno, hay una diferencia importante, en Fuerteventura los defensores de nuestro patrimonio retaron a un debate público a los saqueadores.

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Juan García Luján

Ocurre en todas las guerras y las invasiones, las bombas destruyen vidas e historia, infraestructuras y patrimonio histórico. Y si no caen bombas sobre los museos, siempre hay gente dispuesta a aprovechar el caos para entrar en ellos y llevarse los tesoros de la historia y malvenderlos como contrabando. Durante la invasión de Irak que se inició en marzo de 2003 el gobierno de Estados Unidos se preocupó de custodiar los pozos petrolíferos, pero permitió el saqueo del Museo Nacional de Antiguedades de Bagdad. Más del 80% de sus tesoros fueron robados o destruidos. Se perdieron para siempre materiales de las civilizaciones de Mesopotamia, de la Antigua Persia, del Imperio Romano y de varias dinastías árabes. Se violó la Convención de la Haya de 1954 que protege los tesoros artísticos e históricos en tiempos de guerra, un acuerdo que nació para que los bombardeos y saqueos nazis de la segunda guerra mundial no se volvieran a repetir.

También en la guerra de Sarajevo se destruyeron un millón de volúmenes de su Biblioteca Nacional. En la guerra española los republicanos sacaron los fondos del Museo del Prado y los mandaron a Suiza. Después, durante la segunda guerra mundial los fondos volvieron a Madrid.