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Soria en su eterno laberinto

José Manuel Soria se ha convertido en el eterno campeón de las mentiras políticas. Su política del calamar, de lanzar tinta y hasta humo negro para que no le localicen en sus despropósitos y desmanes, es algo que ya no tiene calificativo, ni siquiera un adjetivo civilizado. Ha centrado de forma equívoca sus diatribas sobre la figura de Juan Fernando López Aguilar, cuando el más despistado de la política canaria sabe que el líder de los socialistas de Canarias no ha tocado nunca poder en estas ínsulas “bananarias” y bananeras, y además la mayoría del pueblo canario sabe que Coalición Canaria y el Partido Popular manejan los dineros de la Comunidad Autónoma desde 1993, cuando Jerónimo Saavedra fue derribado por una moción de censura que lideró Manuel Hermoso Rojas.

A Soria le conocí en un debate político que moderé en 1995 en el salón de actos de la Iglesia del Pilar, en el corazón de la barriada de Guanarteme, y en esa ocasión que recuerde participaron con el candidato a la alcaldía del PP, Marino Alduaín, Angel Luis Sánchez Boñaños y Maria Puig. En pleno debate Milagros Gil, que estaba entre el público asistente, comenzó a insultar a Soria, y me vi obligado como coordinador del acto a llamarle al orden, y ante la persistencia de su actitud incluso a retirarle la palabra. Más tarde, en el ágape que se ofreció tras el en el salón de actos de la Iglesia del Pilar después del debate, Milagros Gil incluso llegó a amenazar a Soria casi físicamente, y me tuve que interponer para que la cosa no llegara a mayores consecuencias. Al final, José Manuel Soria me agradeció mi actuación tanto en la moderación del coloquio político, como en la fase final desagradable de tarascadas y poco civilizada actuación de Milagros Gil, y de otro asistente al acto del que no recuerdo su nombre.

Al día siguiente cuando llegué al periódico comenté la buena impresión que había tenido de Soria y un colega que le conocía desde hace años me dijo escuetamente: “Espera un poco, si gana la alcaldía ya lo conocerás, es un prepotente desde que era joven y, cómo se vea en la poltrona, agüita”. Pasó un poco de tiempo como alcalde, y la premonición de mi colega se convirtió en una cruda realidad. Por educación familiar, y por educación periodística, de directores inolvidables, reconozco siempre que puedo equivocarme, como me equivoqué cuando niño y jovencito con la Iglesia Católica y después con el Partido Comunista, y también erré con Soria, que se ha convertido en el político más? esperen que busque el adjetivo calificativo, por educación sólo digo en el político más rechazable desde todos los puntos de vista de Canarias de todos los tiempos.

Ahora Soria dispara contra todo lo que se mueve, lanza tinta de calamar para huir de sus propios despropósitos, insulta a la oposición y a todos los periodistas que no le hacen el “rendevous”, y se enfrenta al Estado de Derecho con un cinismo digno de la cárcel de papel de la inolvidable Codorniz.

José Manuel Soria se ha convertido en el eterno campeón de las mentiras políticas. Su política del calamar, de lanzar tinta y hasta humo negro para que no le localicen en sus despropósitos y desmanes, es algo que ya no tiene calificativo, ni siquiera un adjetivo civilizado. Ha centrado de forma equívoca sus diatribas sobre la figura de Juan Fernando López Aguilar, cuando el más despistado de la política canaria sabe que el líder de los socialistas de Canarias no ha tocado nunca poder en estas ínsulas “bananarias” y bananeras, y además la mayoría del pueblo canario sabe que Coalición Canaria y el Partido Popular manejan los dineros de la Comunidad Autónoma desde 1993, cuando Jerónimo Saavedra fue derribado por una moción de censura que lideró Manuel Hermoso Rojas.

A Soria le conocí en un debate político que moderé en 1995 en el salón de actos de la Iglesia del Pilar, en el corazón de la barriada de Guanarteme, y en esa ocasión que recuerde participaron con el candidato a la alcaldía del PP, Marino Alduaín, Angel Luis Sánchez Boñaños y Maria Puig. En pleno debate Milagros Gil, que estaba entre el público asistente, comenzó a insultar a Soria, y me vi obligado como coordinador del acto a llamarle al orden, y ante la persistencia de su actitud incluso a retirarle la palabra. Más tarde, en el ágape que se ofreció tras el en el salón de actos de la Iglesia del Pilar después del debate, Milagros Gil incluso llegó a amenazar a Soria casi físicamente, y me tuve que interponer para que la cosa no llegara a mayores consecuencias. Al final, José Manuel Soria me agradeció mi actuación tanto en la moderación del coloquio político, como en la fase final desagradable de tarascadas y poco civilizada actuación de Milagros Gil, y de otro asistente al acto del que no recuerdo su nombre.