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Esos sueldos

Es ésa, por lo común, la primera dolorosa y decepcionante cachetada que reciben de sus elegidos los votantes que confiaron en ellos. Hay excepciones, claro, y siempre son de agradecer. Jerónimo Saavedra, por ejemplo, anunció, de inmediato, tras su celebrada victoria en el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, que los honorarios de los munícipes quedaban congelados. Aunque no sé yo si, como pasa con algunos alimentos, para calentura gorda de los consumidores -en este caso, de los contribuyentes- se romperá la cadena del frío durante el mandato. Que cuatro años son mucho tiempo, oigan, y el IPC sube que es una barbaridad. La decisión más insólita por parte de un flamante alcalde, que yo sepa, ha sido la de Rafael Yanes, socialista y nuevo titular del ayuntamiento de Güímar, que se bajará el sueldo un 20% con respecto a lo que cobraba su antecesora. También rebajará en un 40% el personal de confianza de la corporación. Según las cuentas de don Rafael, a lo largo del cuatrienio que viene, el consistorio se ahorrará con estas rebajas 638.439,32 euros con lo que se podrá encarar una promesa electoral: libros gratis para todos los estudiantes del municipio. Los enemigos de Yanes dirán que es un demagogo, claro. Como si los demagogos necesitasen menos euros que el resto de los mortales para ir tirando.Son formas distintas de dar los primeros pasos por las alfombras, moquetas y despachos del poder. Y el personal juzga lo que significan como un anuncio de por dónde van a ir los tiros de los derroches o las preocupaciones por el bienestar ciudadano. O, cuando menos, por los dineros ciudadanos, que son de todos. El lunes, por los alrededores de Teobaldo Power hubo mucho colorido (los tonos rojos los pusieron los manifestantes) y en los restaurantes de la zona se vendió mucho marisco y oneroso taperío para celebrar sus señorías, como el acontecimiento merecía, la constitución del nuevo Parlamento. Cada uno es muy dueño de su cartera y de su visa oro, por supuesto. Pero, por los aledaños y mientras los brindis se extendía el rumor de que los diputados que acababan de tomar posesión de sus escaños y cargos, se van a auto-homenajear con unas subidas de sueldo de campeonato. Harían mal. Sería un principio que socavaría tanto el poco prestigio popular que le queda a la Cámara como lo socavó el bochornoso final de la legislatura anterior.

José H. Chela

Es ésa, por lo común, la primera dolorosa y decepcionante cachetada que reciben de sus elegidos los votantes que confiaron en ellos. Hay excepciones, claro, y siempre son de agradecer. Jerónimo Saavedra, por ejemplo, anunció, de inmediato, tras su celebrada victoria en el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, que los honorarios de los munícipes quedaban congelados. Aunque no sé yo si, como pasa con algunos alimentos, para calentura gorda de los consumidores -en este caso, de los contribuyentes- se romperá la cadena del frío durante el mandato. Que cuatro años son mucho tiempo, oigan, y el IPC sube que es una barbaridad. La decisión más insólita por parte de un flamante alcalde, que yo sepa, ha sido la de Rafael Yanes, socialista y nuevo titular del ayuntamiento de Güímar, que se bajará el sueldo un 20% con respecto a lo que cobraba su antecesora. También rebajará en un 40% el personal de confianza de la corporación. Según las cuentas de don Rafael, a lo largo del cuatrienio que viene, el consistorio se ahorrará con estas rebajas 638.439,32 euros con lo que se podrá encarar una promesa electoral: libros gratis para todos los estudiantes del municipio. Los enemigos de Yanes dirán que es un demagogo, claro. Como si los demagogos necesitasen menos euros que el resto de los mortales para ir tirando.Son formas distintas de dar los primeros pasos por las alfombras, moquetas y despachos del poder. Y el personal juzga lo que significan como un anuncio de por dónde van a ir los tiros de los derroches o las preocupaciones por el bienestar ciudadano. O, cuando menos, por los dineros ciudadanos, que son de todos. El lunes, por los alrededores de Teobaldo Power hubo mucho colorido (los tonos rojos los pusieron los manifestantes) y en los restaurantes de la zona se vendió mucho marisco y oneroso taperío para celebrar sus señorías, como el acontecimiento merecía, la constitución del nuevo Parlamento. Cada uno es muy dueño de su cartera y de su visa oro, por supuesto. Pero, por los aledaños y mientras los brindis se extendía el rumor de que los diputados que acababan de tomar posesión de sus escaños y cargos, se van a auto-homenajear con unas subidas de sueldo de campeonato. Harían mal. Sería un principio que socavaría tanto el poco prestigio popular que le queda a la Cámara como lo socavó el bochornoso final de la legislatura anterior.

José H. Chela