Superliga europea y Operación Roca

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Los intereses económicos de los equipos más ricos de Europa están detrás de la creación de la Superliga, que ha conmocionado estos días al mundo del fútbol y que ha hecho reaccionar no solo a futbolistas, entrenadores o clubes, sino incluso a varios dirigentes políticos de distinto signo ideológico. Se trata de un salto cualitativo en la mercantilización de algo ya suficientemente mercantilizado, con cifras de fichajes obscenas, contratos disparatados e intermediarios que hacen su agosto en varias ventanas.

Como se ha demostrado en esta ocasión, no les importa lo más mínimo el presente y el futuro de este bello deporte, sus jugadores y su afición. Solo y exclusivamente sus particulares beneficios, su poder. Montando una especie de club exclusivo y semi cerrado que pretende tener quince fundadores -en principio ingleses, españoles e italianos, doce en total, en espera de lo que hagan finalmente alemanes (dos) y franceses (uno)- y otros cinco invitados en función de sus resultados en las distintas ligas estatales.

Lo hacen impulsados por la captura y el reparto de un inmenso botín, de una millonaria tarta económica. Y, por ella, por su codicia, quieren borrar del mapa futbolero a la Champions League y convertir en subsidiarias a la Premier, la Liga, el Calcio, la Bundesliga, la Ligue 1 y las distintas competiciones de los diferentes estados o naciones, cuyos ganadores tendrán escasas posibilidades de estar en los altares del fútbol europeo.

Invitados

Significa reducir la más alta competición europea de fútbol a una serie muy limitada de clubes, que en principio integraban Manchester United, Liverpool, Arsenal, Chelsea, Manchester City, Tottenham, FC Barcelona, Real Madrid, Atlético Madrid, Juventus, AC Milan e Inter de Milán. A los que se podrían sumar Bayern Múnich, Borussia de Dortmund y Paris Saint Germain. A lo que se sumarían otros cinco invitados no estables, se supone que por méritos deportivos. Pero ya han dicho adiós los seis clubes británicos y el Milan. La sopladera parece que está picada.

El proyecto intenta excluir a numerosos equipos con ilusiones y que han alcanzado notables resultados en las últimas ediciones (Ajax, Leipzig, Porto, Atalanta, Sevilla, Roma…), algunos como el equipo neerlandés ofreciendo hace unos pocos años un fútbol brillante, de los que enamora. Se elimina cualquier posibilidad de sorpresa, de equipo revelación de la temporada, aunque es cierto que ya el estatus actual, con enormes diferencias económicas y de capacidad de confeccionar las plantillas y de realizar millonarios fichajes, supone una enorme criba en favor de un pequeño grupo de privilegiados. Hoy resultaría prácticamente imposible el tercer y segundo puesto de la UD Las Palmas, con un equipo de cantera, en los finales de los años sesenta del pasado siglo.

Exclusión estatal

Y, además de todo lo anterior, con la propuesta selectiva actual se produce una verdadera exclusión estatal, así como de las distintas nacionalidades y regiones; solo muy pocos estados europeos formarían parte de la Superliga, en el mejor de los casos diez, siempre que los cinco invitados fueran de cinco ligas diferentes.

Para Alejandro Viuda-Serrano (miembro del Instituto de Ciencias del Deporte de la Universidad Camilo José Cela) el fútbol es “un excelente laboratorio de análisis de los procesos globales que se dan en nuestras sociedades”. Señala en Fútbol e identidad europea, el deporte como generador de identidad supranacional, que “el deporte como generador de identidad grupal no tiene parangón en ninguna otra actividad social. Existen elementos de europeización en el fútbol que pueden llegar a ser en un futuro próximo herramientas de cohesión europea a niveles externos al deportivo (Liga de Campeones UEFA, Balón de Oro)”. Asegurando, asimismo, que las autoridades europeas “son conscientes de ello. Será muy interesante observar en los próximos años la evolución de esta consciencia y la instrumentalización del deporte que se derive de ella”.

De confirmarse el nacimiento de la Superliga, algunos de esos elementos unificadores europeos que señala Viuda-Serrano se podrían ir por completo al traste. Lo que no han conseguido Matteo Salvini, Vicktor Orbán, Geert Wilders o Marine Le Pen con su populismo ultraderechista y euroescéptico lo habrían logrado, chequera mediante por medio, Florentino Pérez, Joel Glazer, Andrea Agnelli y cía. Pero el asunto se les está complicando.

El progresivo desinfle de la propuesta de Superliga europea me hizo recordar otras aventuras florentinas que no tuvieron buen fin. Me refiero, en concreto, a la Operación Roca, un intento de aglutinar a la derecha liberal española frente al PSOE de Felipe González en la primera mitad de los años ochenta, Y en la que, junto a Miquel Roca y Antonio Garrigues Walker, aparecía Florentino Pérez, que ya en abril de 1979, en las primeras elecciones municipales democráticas tras la dictadura, había conseguido plaza de concejal en el Ayuntamiento de Madrid en las filas de la UCD. A pesar de una fuerte inyección económica y los relevantes apoyos empresariales y mediáticos recibidos, el resultado fue un fiasco. Aspiraban a sacar 5 millones de votos y se quedaron en 200.000 papeletas y cero escaños.

Tal vez sea hora ya de que los hombres y las mujeres que siguen y aman el fútbol den la espalda a estos procesos en los que unos pocos privilegiados se quedan con lo que es de todos y todas. La reacción ha sido muy interesante, pese a la obediencia de algunos medios de comunicación y periodistas a las consignas de Florentino Pérez. Pero, en mi opinión, debería extenderse a otras situaciones, como el mundial de fútbol que se va a celebrar el próximo año en estadios manchados por la sangre de miles de trabajadores fallecidos durante su construcción. Más de 6.500 han sucumbido a consecuencia de las pésimas condiciones laborales. Lo que resulta tan inmoral como escandaloso.