Espacio de opinión de Canarias Ahora
Terroristas a la carta
Veamos la de 1994. Terrorismo sería “una utilización calculada de la violencia o la amenaza de una acción violenta con el objetivo de coaccionar o intimidar a gobiernos o sociedades persiguiendo objetivos que son generalmente de carácter político, religioso o ideológico”. En 2001 añadieron el calificativo de “ilícita” al término “violencia” por si acaso Estados Unidos entraba en aquella caracterización. Que entra. Lo de “generalmente” hace la definición vaga, pero lo que la descalifica es precisamente lo de “ilícita”. Porque ¿quién define cuándo lo es? ¿Los Estados Unidos? Pues sí. Las FARC colombianas existen desde hace más de 40 años, pero sólo entraron como organización en el paquete terrorista gringo después del 11 de septiembre, aunque Marulanda nada tuviera que ver con el asunto de las Torres Gemelas. Por otro lado, la multinacional bananera Chiquita Brands aceptó haber entregado dinero a grupos paramilitares en Colombia. Los financió. ¿Por qué excluir a esta multinacional de la lista de grupos terroristas?
El líder de la independencia argelina fue un terrorista sangriento hasta que expulsó a los colonialistas franceses de su país. Después se transformó en un respetable jefe de Estado. Nelson Mandela ejerció como terrorista para Estados Unidos mientras existió la Sudáfrica racista. Sin embargo, lo consideró un ejemplo de luchador por la libertad en cuanto notó que la mayoría negra ascendería al poder político. Lo mismo vale para el palestino Arafat y tantos otros. Y al revés. Osama Bin Laden y sus talibanes trabajaron como campeones de la libertad mientras aplicaron el terror a los invasores soviéticos de Afganistán, transformándose en terroristas salvajes en cuanto dirigieron los atentados contra Washington o sus aliados. Definieron a los kurdos como libertadores mientras lucharon contra Sadam Husein. Ahora no tanto, al menos los que ayudan a sus hermanos de Turquía refugiados en el norte iraquí corren el riesgo de verse definidos como encubridores del terrorismo o terroristas sin matices. Basta leer el discurso del primer ministro turco Erdogan poco antes de inaugurarse el primer Foro de la Alianza de Civilizaciones que se celebra en Madrid. El PKK, aunque represente a una parte del pueblo kurdo, queda al margen de la alianza civilizadora y merece su liquidación por la fuerza de las armas.
De seguir con los ejemplos no terminaría nunca. Sin embargo, supongo que será suficiente como para animar cierta sospecha según la cual las “listas” de grupos terroristas están paridas de forma arbitraria en general y manejadas según el interés político de quienes las elaboran, disponiendo del poder suficiente como para imponerlas a los demás. No sé si me explico adecuadamente.
Rafael Morales
Veamos la de 1994. Terrorismo sería “una utilización calculada de la violencia o la amenaza de una acción violenta con el objetivo de coaccionar o intimidar a gobiernos o sociedades persiguiendo objetivos que son generalmente de carácter político, religioso o ideológico”. En 2001 añadieron el calificativo de “ilícita” al término “violencia” por si acaso Estados Unidos entraba en aquella caracterización. Que entra. Lo de “generalmente” hace la definición vaga, pero lo que la descalifica es precisamente lo de “ilícita”. Porque ¿quién define cuándo lo es? ¿Los Estados Unidos? Pues sí. Las FARC colombianas existen desde hace más de 40 años, pero sólo entraron como organización en el paquete terrorista gringo después del 11 de septiembre, aunque Marulanda nada tuviera que ver con el asunto de las Torres Gemelas. Por otro lado, la multinacional bananera Chiquita Brands aceptó haber entregado dinero a grupos paramilitares en Colombia. Los financió. ¿Por qué excluir a esta multinacional de la lista de grupos terroristas?
El líder de la independencia argelina fue un terrorista sangriento hasta que expulsó a los colonialistas franceses de su país. Después se transformó en un respetable jefe de Estado. Nelson Mandela ejerció como terrorista para Estados Unidos mientras existió la Sudáfrica racista. Sin embargo, lo consideró un ejemplo de luchador por la libertad en cuanto notó que la mayoría negra ascendería al poder político. Lo mismo vale para el palestino Arafat y tantos otros. Y al revés. Osama Bin Laden y sus talibanes trabajaron como campeones de la libertad mientras aplicaron el terror a los invasores soviéticos de Afganistán, transformándose en terroristas salvajes en cuanto dirigieron los atentados contra Washington o sus aliados. Definieron a los kurdos como libertadores mientras lucharon contra Sadam Husein. Ahora no tanto, al menos los que ayudan a sus hermanos de Turquía refugiados en el norte iraquí corren el riesgo de verse definidos como encubridores del terrorismo o terroristas sin matices. Basta leer el discurso del primer ministro turco Erdogan poco antes de inaugurarse el primer Foro de la Alianza de Civilizaciones que se celebra en Madrid. El PKK, aunque represente a una parte del pueblo kurdo, queda al margen de la alianza civilizadora y merece su liquidación por la fuerza de las armas.