Espacio de opinión de Canarias Ahora
Se trata de Europa
Han pasado cien años y parece que fue ayer, el nacimiento y triunfo del fascismo y del nazismo. Un poco más de otro totalitarismo al que entonces no se veía como tal: Ángel Pestaña y algún otro sí lo vieron al poco, sobre todo después de escuchar decir a Lenin “La libertad, ¿para qué?” O algo similar. Lenin fue intocable para la imaginería de una cierta izquierda durante más de setenta años. Los horrores de su discípulo Stalin no le salpicaron mucho pero sí. A pesar de todo, su momia sigue en la plaza roja. Siempre que veo una foto del genocida georgiano, me acuerdo del “retocador inglés”, un profesional de Barcelona que tenía su pequeño estudio al principio de la calle Travesera de Gracia. En él hacía todo lo necesario para que una foto publicitaria mereciera, antes de la informática, antes de los recursos digitales: artesanía. Stalin se concentraba en eliminar a fotografiados hasta que quedaba solo él. De los Pirineos a los Urales, una referencia geográfica más. De Leonard Cohen a Moustaki y Brassens en el mediterráneo pre costa azul. Cohen siempre jugó a ser griego. Moustaki fue francés sin serlo. Brassens era de pueblo, como yo, perdido en los ancestros orteganos de mis bisabuelos maternos y los orensanos de mi padre. “Ahí se casaron tus bisabuelos, paisano” me dijo Fidel Castro una madrugada de hace casi veinticinco años. Ahí era la plaza de la revolución donde muchos años antes había estado la iglesia de Montserrate o de los catalanes. Encontré la calle en la Habana vieja con la ayuda de Eusebio Leal, y una perfumería artesanal que cerraba los frascos con un lacre traidor para mis camisas.
Pero se trataba y se trata de Europa, no solo por las elecciones sino por las personas. Ahora casi no hay campañas políticas gráficas que se precien. Quizás por eso la derecha extrema se viste de sí misma en sus carteles, de azul, con una candidata catalana a pesar suya porque le pega y le ensalza más la sequedad de la parte seca de Castilla, la feraz Tierra de Campos, un decir. La extrema derecha sin embargo, repercute en verde pero lo destroza con una tipografía tipo taller mecánico de los años setentas, con todo el respeto y cariño a los talleres mecánicos, no a la extrema derecha. En ella está el peligro, dicen, en que sus mensajes calen: calan por lo simple, por las bajas pasiones que alientan y por la tipografía de taller mecánico. Me quedo por supuesto con el rojo de fondo, las tipografías fuertes y modernas y la foto retocada, no en el “retocador inglés”, de la candidata socialista: más Teresa.
Europa se puede caer como concepto de progreso humano el próximo día 9 de junio, y convertirse en lo que ya fue, en una puerta a la barbarie y el desprecio a los “Otros y las otras” por parte de los gazmoños que todavía no lucen pistolas ni cartucheras pero que añoran todo eso y más.
Bendito tratado de Roma que nos pareció melifluo e infantil y hoy puede convertirse en una película vacua de Bertolucci, Prima della rivoluzione. Qué siniestra pinta la cosa si añoramos aquellos cineclubes en blanco y negro. Me pasó el brazo por el hombro y me confirmó la boda de mis bisabuelos, maternos. Del cabo Ortegal a La Habana para regresar a Coruña con el siglo XX a punto de nacer. No está mal porque se trataba, y se trata, de Europa, compañero.
Han pasado cien años y parece que fue ayer, el nacimiento y triunfo del fascismo y del nazismo. Un poco más de otro totalitarismo al que entonces no se veía como tal: Ángel Pestaña y algún otro sí lo vieron al poco, sobre todo después de escuchar decir a Lenin “La libertad, ¿para qué?” O algo similar. Lenin fue intocable para la imaginería de una cierta izquierda durante más de setenta años. Los horrores de su discípulo Stalin no le salpicaron mucho pero sí. A pesar de todo, su momia sigue en la plaza roja. Siempre que veo una foto del genocida georgiano, me acuerdo del “retocador inglés”, un profesional de Barcelona que tenía su pequeño estudio al principio de la calle Travesera de Gracia. En él hacía todo lo necesario para que una foto publicitaria mereciera, antes de la informática, antes de los recursos digitales: artesanía. Stalin se concentraba en eliminar a fotografiados hasta que quedaba solo él. De los Pirineos a los Urales, una referencia geográfica más. De Leonard Cohen a Moustaki y Brassens en el mediterráneo pre costa azul. Cohen siempre jugó a ser griego. Moustaki fue francés sin serlo. Brassens era de pueblo, como yo, perdido en los ancestros orteganos de mis bisabuelos maternos y los orensanos de mi padre. “Ahí se casaron tus bisabuelos, paisano” me dijo Fidel Castro una madrugada de hace casi veinticinco años. Ahí era la plaza de la revolución donde muchos años antes había estado la iglesia de Montserrate o de los catalanes. Encontré la calle en la Habana vieja con la ayuda de Eusebio Leal, y una perfumería artesanal que cerraba los frascos con un lacre traidor para mis camisas.
Pero se trataba y se trata de Europa, no solo por las elecciones sino por las personas. Ahora casi no hay campañas políticas gráficas que se precien. Quizás por eso la derecha extrema se viste de sí misma en sus carteles, de azul, con una candidata catalana a pesar suya porque le pega y le ensalza más la sequedad de la parte seca de Castilla, la feraz Tierra de Campos, un decir. La extrema derecha sin embargo, repercute en verde pero lo destroza con una tipografía tipo taller mecánico de los años setentas, con todo el respeto y cariño a los talleres mecánicos, no a la extrema derecha. En ella está el peligro, dicen, en que sus mensajes calen: calan por lo simple, por las bajas pasiones que alientan y por la tipografía de taller mecánico. Me quedo por supuesto con el rojo de fondo, las tipografías fuertes y modernas y la foto retocada, no en el “retocador inglés”, de la candidata socialista: más Teresa.