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El treinta aniversario de 'La guerra de las galaxias'

En esos determinados momentos, como ahora mismo, los pensamientos se pelean por salir y por mucho que los dedos hagan esfuerzos bastantes de estos últimos se pierden en tal batalla. Además aunque pudiera definir con palabras correctas lo que sentí hace treinta años -no durante el mes de mayo, sino el 21 de diciembre de 1.977- seguro que no lo lograría. Lo que sí les puedo contar, de una forma más o menos convincente, es lo que ocurrió tras apagarse las luces del hoy desaparecido cine Royal de Las Palmas de Gran Canaria, cuando, con la melodía del símbolo de Twentieh Century Fox sonando en nuestras cabezas, aparecieron en la pantalla unas letras que decían Hace mucho tiempo, en una galaxia, muy, muy lejanaÂ… Tras aquella especie de prólogo desfilaron ante nuestros ojos el título de la película y una larga introducción escrita, mientras a muchos nos invadía una extraña sensación. Al terminar de ver esto, unos segundos de espera y una nave surcando el espacio a toda velocidad nos sacó de la ensoñación del momento, para situarnos en la narración sin tiempo para poder parpadear. Y persiguiendo a la estilizada nave apareció un enorme destructor imperial –en aquel momento no sabíamos cómo se llamaba, claro está- cuya inmensa silueta parecía que se iba a caer sobre nosotros, de lo grande y majestuosa que era. Puede que resulte simplón, pero recuerdo aquellos segundos –unos pocos- como algo eterno, mientras tenía la sensación de que aquella nave parecía no tener fin.Una explosión, dos robots de aspecto curioso, un montón de soldados dirigiéndose hacia una puerta y, tras una corta batalla, la silueta del malvado de la película. En tan sólo unos minutos, buena parte de los integrantes de mi generación descubrimos uno de nuestros referentes más sólidos y duraderos de cuantos nos han acompañado en el viaje de crecer, madurar y enfrentarnos a un mundo mucho más hostil que el reflejado en la película. Ha sido, como para los protagonistas creados por George Lucas, un duro camino y muchos de aquellos sueños de la infancia se han ido perdiendo. No obstante, somos muchos los que guardamos en nuestro interior aquellos recuerdos vividos en una sala de cine y luego trasladados a nuestra casa en forma de libros, cómics, carteles, fotografías, muñecos y un sin fin de productos, muchos de los cuales han contribuido a que parte del espíritu de la historia original termine por diluirse entre tanto cachivache. Y que conste que soy el primero al que le gusta coleccionar elementos del universo de Star Wars –además de centrar buena parte de mi trabajo en la organización de exposiciones, escribir artículos o dar conferencias centradas en el universo de La guerra de las galaxias-. Lo que ocurre es que, al final, lo más importante y lo que no se debería olvidar es que cada una de las seis parte que en la actualidad conformar el universo cinematográfico escrito por Lucas son películas para ver y disfrutar, solo o en compañía de otros. Ya sea en casa o en la oscuridad de un cine puedes formar parte del bando rebelde, imperial, ser un piloto de X-Wing, de un Tie Fighter, o acompañar a Han y a Chewacca en el Halcón Milenario. En esos momentos, el límite es la imaginación y no hay tope para lograr lo que se proponga, siempre que no se tenga miedo a soñar. Muchos tacharon, y la tachan hoy en día, a la película de simplona y fundamentada en los tópicos sobre el bien y el mal. Está claro que entre el blanco y el negro hay una amplia escala de grises. Sin embargo, no es menos cierto que también cansan los múltiples dobleces que parecen dominar la sociedad en un intento de no tomar partido ante nada ni ante nadie. Quizás ser políticamente “correcto” ayude a labrarse un futuro –aunque tampoco estoy tan seguro-, pero de lo que no hay duda es que esto mata el espíritu de las personas y su capacidad para la ensoñación. Puede que ésa sea la mayor virtud de Lucas al ofrecernos unos referentes viejos, adaptados a las nuevos tiempos, lejos de los convulsos años sesenta y setenta. Acepto, plenamente, ser una persona de finales del siglo XX y principios de siglo XXI que todavía disfruta viendo una película como La guerra de las galaxias. Soy consciente de que tengo una deuda de gratitud para con George Lucas, además de enseñarme un camino que ha desembocado en que ahora esté terminando de escribir esta columna. Sé que me quedan muchas cosas por aprender –afortunadamente-, pero también tengo claras algunas otras cosas. Y una de ellas es que me encanta buena parte de las cosas relacionadas con Star Wars, en especial, ver sus películas, sin importar el momento y el lugar. Y ahora les dejo, que tengo que celebrar un aniversario como se merece. Eduardo Serradilla Sanchis

En esos determinados momentos, como ahora mismo, los pensamientos se pelean por salir y por mucho que los dedos hagan esfuerzos bastantes de estos últimos se pierden en tal batalla. Además aunque pudiera definir con palabras correctas lo que sentí hace treinta años -no durante el mes de mayo, sino el 21 de diciembre de 1.977- seguro que no lo lograría. Lo que sí les puedo contar, de una forma más o menos convincente, es lo que ocurrió tras apagarse las luces del hoy desaparecido cine Royal de Las Palmas de Gran Canaria, cuando, con la melodía del símbolo de Twentieh Century Fox sonando en nuestras cabezas, aparecieron en la pantalla unas letras que decían Hace mucho tiempo, en una galaxia, muy, muy lejanaÂ… Tras aquella especie de prólogo desfilaron ante nuestros ojos el título de la película y una larga introducción escrita, mientras a muchos nos invadía una extraña sensación. Al terminar de ver esto, unos segundos de espera y una nave surcando el espacio a toda velocidad nos sacó de la ensoñación del momento, para situarnos en la narración sin tiempo para poder parpadear. Y persiguiendo a la estilizada nave apareció un enorme destructor imperial –en aquel momento no sabíamos cómo se llamaba, claro está- cuya inmensa silueta parecía que se iba a caer sobre nosotros, de lo grande y majestuosa que era. Puede que resulte simplón, pero recuerdo aquellos segundos –unos pocos- como algo eterno, mientras tenía la sensación de que aquella nave parecía no tener fin.Una explosión, dos robots de aspecto curioso, un montón de soldados dirigiéndose hacia una puerta y, tras una corta batalla, la silueta del malvado de la película. En tan sólo unos minutos, buena parte de los integrantes de mi generación descubrimos uno de nuestros referentes más sólidos y duraderos de cuantos nos han acompañado en el viaje de crecer, madurar y enfrentarnos a un mundo mucho más hostil que el reflejado en la película. Ha sido, como para los protagonistas creados por George Lucas, un duro camino y muchos de aquellos sueños de la infancia se han ido perdiendo. No obstante, somos muchos los que guardamos en nuestro interior aquellos recuerdos vividos en una sala de cine y luego trasladados a nuestra casa en forma de libros, cómics, carteles, fotografías, muñecos y un sin fin de productos, muchos de los cuales han contribuido a que parte del espíritu de la historia original termine por diluirse entre tanto cachivache. Y que conste que soy el primero al que le gusta coleccionar elementos del universo de Star Wars –además de centrar buena parte de mi trabajo en la organización de exposiciones, escribir artículos o dar conferencias centradas en el universo de La guerra de las galaxias-. Lo que ocurre es que, al final, lo más importante y lo que no se debería olvidar es que cada una de las seis parte que en la actualidad conformar el universo cinematográfico escrito por Lucas son películas para ver y disfrutar, solo o en compañía de otros. Ya sea en casa o en la oscuridad de un cine puedes formar parte del bando rebelde, imperial, ser un piloto de X-Wing, de un Tie Fighter, o acompañar a Han y a Chewacca en el Halcón Milenario. En esos momentos, el límite es la imaginación y no hay tope para lograr lo que se proponga, siempre que no se tenga miedo a soñar. Muchos tacharon, y la tachan hoy en día, a la película de simplona y fundamentada en los tópicos sobre el bien y el mal. Está claro que entre el blanco y el negro hay una amplia escala de grises. Sin embargo, no es menos cierto que también cansan los múltiples dobleces que parecen dominar la sociedad en un intento de no tomar partido ante nada ni ante nadie. Quizás ser políticamente “correcto” ayude a labrarse un futuro –aunque tampoco estoy tan seguro-, pero de lo que no hay duda es que esto mata el espíritu de las personas y su capacidad para la ensoñación. Puede que ésa sea la mayor virtud de Lucas al ofrecernos unos referentes viejos, adaptados a las nuevos tiempos, lejos de los convulsos años sesenta y setenta. Acepto, plenamente, ser una persona de finales del siglo XX y principios de siglo XXI que todavía disfruta viendo una película como La guerra de las galaxias. Soy consciente de que tengo una deuda de gratitud para con George Lucas, además de enseñarme un camino que ha desembocado en que ahora esté terminando de escribir esta columna. Sé que me quedan muchas cosas por aprender –afortunadamente-, pero también tengo claras algunas otras cosas. Y una de ellas es que me encanta buena parte de las cosas relacionadas con Star Wars, en especial, ver sus películas, sin importar el momento y el lugar. Y ahora les dejo, que tengo que celebrar un aniversario como se merece. Eduardo Serradilla Sanchis