Espacio de opinión de Canarias Ahora
Trumposos
Un reciente artículo en el periódico El País llamó mi atención en la medida que aceptaba a forma de conclusión pocas veces repetida que la opción Trump no es otra cosa que una elección entre el bien y el mal. Hemos estado encandilados por esa gran nación y pensábamos que había exorcizado los demonios que llevó dentro. En la década de los sesenta convivía el sueño americano, que tenía una clara manifestación en el paradigma deslumbrante de JFK, con la ley de derechos civiles aun por alumbrar.
Ya nos encantaba ese país y ocultábamos ante nosotros mismos que cuando JFK era un modelo para imitar, era legal discriminar personas por razón de raza, sexo o religión.
Todo muy falso o al menos contradictorio. Los derechos civiles, conviene recordar se activaron con JFK ya asesinado.
Ahora que Trump amenaza con volver nos damos cuenta de que a veces en democracia pasan cosas como el Brexit que es ruleta rusa más que democracia, si bien con un desarrollo formal plenamente democrático. Desde el New Deal, ya lo sabíamos, los norteamericanos para entender el estado del bienestar han preterido la solidaridad social y han preferido los derechos individuales. Han ignorado a sabiendas que la injusticia no es donde ni como nace cada cual sino la forma equivocada como las instituciones compensan esas desigualdades.
Pero el contexto ha sido impecable y a veces digno de imitación, pues al hablar de justicia y derechos, los americanos han delimitado el campo con los limites de la razón pública liberal: ni el Estado debe hacer ordenar ninguna concepción de lo bueno y de lo malo, ni los ciudadanos deben introducir sus convicciones religiosas y morales en el debate público sobre los derechos y la libertad. Siempre pensé que esa civilización de forma repetida se vacunaba de forma recurrente para no ser corrompida por la ausencia de virtud.
Y la realidad ante la posibilidad de que vuelva un payaso no es sino el fruto de la falta de confianza que genera el Estado sin que las instituciones sepan dar una respuesta que sea suficiente. Siempre pensé que la democracia americana se fundamentaba en la ética y ésta en la buena fe. La motivación de la buena fe es la verdad y esto ha dejado de ser así. Ha colapsado la verdad consensuada y el vacío lo ocupa la subjetividad de los hechos. La ética no es la aceptación de actuar conforme a la ley,
sino que consiste en actuar atendiendo a la verdad.
Este philanderer, presunto estafador, fariseo y racista es un monstruo apoyado por la mitad del partido republicano y la mitad de los votantes de EE. UU. Que está pasando, no acabo de entenderlo. La verdad, que solo se impone con las fuerzas de la verdad, ha saltado hecha pedazos allí donde todavía hoy anida la excelencia y la más rotunda creatividad. Media América quiere que vuelva el muro con Méjico, la diplomacia
tuitera, el matonismo y la democracia de la peor calidad. Los líderes deben canalizar el entusiasmo, pero en este caso el aserto debe cambiar entusiasmo por rabia.
Como no encuentro una explicación he tenido que encontrar la fábula de la abeja de Mandeville, según la cual los vicios del individuo son necesarios para el bienestar y la grandeza de una sociedad. Inglaterra era corrupta pero próspera antes de perder esa prosperidad por el advenimiento de la virtud. La Florencia de los Médicis es otro caso singular, la mayor copia de arte en tan corto espacio de tiempo de horror político.
Tengo pánico de que una parte de los españoles sienta hoy en relación con el presente de nuestro país lo que yo siento ante la sola idea de ver a Trump en otro sitio que no sea en un campo de golf.
En inglés como en español el verbo esperar sirve para esperar que esto no pase y sirve también para tener la esperanza de lo mismo. Un supremacista, dice que presbiteriano, aunque su comportamiento no sea compatible con el evangelio, que acepta la sumisión de las mujeres y traslada concepciones conspirativas, si es soportable es porque es inevitable. Porque es inútil postular que el candidato Trump es presunto delincuente de concurso, porque te aparece un evangelista y blasfema diciendo que ya pasó con Jesucristo que siendo inocente fue castigado con una corona de espinas. Es insoportable, pero espero que sea evitable.
Un reciente artículo en el periódico El País llamó mi atención en la medida que aceptaba a forma de conclusión pocas veces repetida que la opción Trump no es otra cosa que una elección entre el bien y el mal. Hemos estado encandilados por esa gran nación y pensábamos que había exorcizado los demonios que llevó dentro. En la década de los sesenta convivía el sueño americano, que tenía una clara manifestación en el paradigma deslumbrante de JFK, con la ley de derechos civiles aun por alumbrar.
Ya nos encantaba ese país y ocultábamos ante nosotros mismos que cuando JFK era un modelo para imitar, era legal discriminar personas por razón de raza, sexo o religión.