Espacio de opinión de Canarias Ahora
Turismo de calidad, prejuicios y estadísticas
Hace más de 20 años que en Canarias venimos escuchando que la solución para nuestro modelo turístico pasa por la calidad: atraer a turistas con mayor nivel adquisitivo, para que con menos turistas podamos tener el mismo impacto económico, o incluso mayor. Como consecuencia de esa visión, hace más de 20 años que se promulgó una normativa (Moratoria) que llevó a la construcción de hoteles de cinco estrellas, campos de golf, parques temáticos y urbanizaciones en que se vendieron viviendas de lujo a personas provenientes, entre otros lugares, de países del este de Europa como Rusia, Ucrania, Letonia, Estonia o Lituania. De acuerdo a los últimos datos disponibles podría estimarse que en el año 2020 había en los municipios turísticos del suroeste de Tenerife (Adeje, Arona, Guía de Isora y Santiago del Teide) más de 8.000 personas empadronadas nacidas en esos países (1). El tópico de “turistas rusos con mucho dinero” en este caso ya no se cumple: pueden ser rusos con mucho dinero, pero ya no son turistas, viven entre nosotros.
El otro día, hablando con una amiga que hace 20 años residía en la zona de Mesa y López de la capital grancanaria, me enteré de que lo que me habían contado algunos expertos es ya conocido por mucha gente: las clases altas de Mauritania han comprado muchos pisos en esa zona, y ahora te los puedes encontrar ocupando las terrazas de lujo, los centros comerciales o acudiendo a centros médicos o estéticos. En lo que en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria se llama tradicionalmente “el Puerto”, conviven ahora inmigrantes magrebíes de clases sociales humildes con magrebíes con una capacidad de gasto muy superior a de la inmensa mayoría de los canarios. Quedan lejos los tiempos en que quienes trabajaban en hotelería o comercio podían tener prejuicios hacia los “moritos”: tenerlos hoy podría suponer perder a algunos de los clientes con mayor nivel adquisitivo. Ahora bien, mirando la misma estadística que la anteriormente citada (Padrón Municipal de 2020), de las más de 381.000 personas empadronadas en el municipio de Las Palmas de Gran Canaria, sólo 847 habían nacido en Mauritania, 1.463 en Marruecos y 429 en Senegal: en total, un 0,7% de la población. Por lo tanto, si no son residentes aquí, habría que considerar como turistas a muchas de las personas de origen magrebí que son parte importante de la clientela de muchos establecimientos de lujo en la capital grancanaria. Recordemos que un turista no es “alguien con pinta de guiri que se aloja en un hotel o apartamento del sur”, sino cualquier persona que realiza al menos una pernoctación fuera de su residencia habitual, independientemente de dónde pernocte, independientemente del color de su piel o de su origen.
Tradicionalmente los tópicos nos han hecho pensar que los turistas eran europeos que se alojaban en hoteles del sur, y que los turistas del norte (alemanes, nórdicos, británicos) gastaban más que los del sur (españoles, italianos o franceses); tradicionalmente, los tópicos ni siquiera nos permiten pensar en los africanos como turistas. Los tópicos se han concretado en las estadísticas: hace mucho que se realiza la encuesta del gasto turístico, y se ofrecen cifras detalladas: que si los británicos de media gastaban tanto, los alemanes cuánto, que el turismo en tal o cual municipio (o en Canarias en su conjunto) genera tantos ingresos. También se hace la Cuenta Satélite del Turismo, y nos dicen que, por el efecto multiplicador, cada euro de impacto directo de los turistas genera x euros de impacto indirecto (los turistas, por ejemplo, consumen frutas cultivadas en las islas, por lo que el “turismo” tira de la agricultura). Pero, ¿existe algún estudio de cuánto efecto multiplicador tiene el turismo sanitario o de compras de quienes vienen desde África a Canarias?
Sería conveniente empezar a dejar de lado los tópicos y estudiar a los turistas africanos, hoy en muchas zonas parte importante de ese “turismo de calidad” al que dicen que deberíamos optar. Quizá también sería conveniente, en la línea de autores tan reputados como Urry, empezar a pasar del paradigma del turismo al de las “movilidades”: la gente se mueve por motivos variados, que pueden ir desde el “turismo tradicional” (en cuya raíz etimológica está el “tour”) a la emigración, los estudios, la visita a amigos o familiares u otros múltiples motivos. Cuando ciudadanos del Este de Europa se alojan en casa de familiares en Tenerife, o cuando ciudadanos africanos se alojan en casa de familiares en Gran Canaria puede que no esté consumiendo servicios hoteleros, pero no por ello dejan de tener un impacto económico. Sería interesante, por ejemplo, estudiar la evolución del mercado inmobiliario, quizá nos llevaríamos alguna sorpresa. En el sur de Tenerife fenómenos como los aludidos han implicado la construcción de viviendas nuevas, y nueva ocupación de suelo. En la capital grancanaria han sido los canarios quienes se han desplazado a las afueras, ocupando suelo y viviendas nuevas, abandonando partes de la zona baja de la ciudad, que ha sido poblados por migrantes. Si enfocamos los problemas de forma distinta quizá podamos plantearnos soluciones novedosas, aunque para ello necesitaremos quizá recabar nuevos datos y evitar que las estadísticas se basen en prejuicios. De entrada, y sin ir más lejos, ya que se dedican tantos recursos a estudiar el turismo y sus impactos económicos, ya va siendo necesario hacer un estudio de lo que la relación con África, y el turismo africano, representa en términos económicos. “La perspectiva sociológica nos enseña a desnaturalizar lo que damos por descontado desde el mundo del sentido común”, me enseñaron a mí en primero de carrera. Desde entonces, el mundo ha cambiado mucho, y quien aprenda a ver que desde África pueden venir algunos de los turistas más ricos, pese a que resulte contrario al sentido común, tiene mucho que ganar.
(1) Resultado de sumar a los contabilizados como “Ampliación de la Unión Europea 2004” y “resto de Europa”
Hace más de 20 años que en Canarias venimos escuchando que la solución para nuestro modelo turístico pasa por la calidad: atraer a turistas con mayor nivel adquisitivo, para que con menos turistas podamos tener el mismo impacto económico, o incluso mayor. Como consecuencia de esa visión, hace más de 20 años que se promulgó una normativa (Moratoria) que llevó a la construcción de hoteles de cinco estrellas, campos de golf, parques temáticos y urbanizaciones en que se vendieron viviendas de lujo a personas provenientes, entre otros lugares, de países del este de Europa como Rusia, Ucrania, Letonia, Estonia o Lituania. De acuerdo a los últimos datos disponibles podría estimarse que en el año 2020 había en los municipios turísticos del suroeste de Tenerife (Adeje, Arona, Guía de Isora y Santiago del Teide) más de 8.000 personas empadronadas nacidas en esos países (1). El tópico de “turistas rusos con mucho dinero” en este caso ya no se cumple: pueden ser rusos con mucho dinero, pero ya no son turistas, viven entre nosotros.
El otro día, hablando con una amiga que hace 20 años residía en la zona de Mesa y López de la capital grancanaria, me enteré de que lo que me habían contado algunos expertos es ya conocido por mucha gente: las clases altas de Mauritania han comprado muchos pisos en esa zona, y ahora te los puedes encontrar ocupando las terrazas de lujo, los centros comerciales o acudiendo a centros médicos o estéticos. En lo que en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria se llama tradicionalmente “el Puerto”, conviven ahora inmigrantes magrebíes de clases sociales humildes con magrebíes con una capacidad de gasto muy superior a de la inmensa mayoría de los canarios. Quedan lejos los tiempos en que quienes trabajaban en hotelería o comercio podían tener prejuicios hacia los “moritos”: tenerlos hoy podría suponer perder a algunos de los clientes con mayor nivel adquisitivo. Ahora bien, mirando la misma estadística que la anteriormente citada (Padrón Municipal de 2020), de las más de 381.000 personas empadronadas en el municipio de Las Palmas de Gran Canaria, sólo 847 habían nacido en Mauritania, 1.463 en Marruecos y 429 en Senegal: en total, un 0,7% de la población. Por lo tanto, si no son residentes aquí, habría que considerar como turistas a muchas de las personas de origen magrebí que son parte importante de la clientela de muchos establecimientos de lujo en la capital grancanaria. Recordemos que un turista no es “alguien con pinta de guiri que se aloja en un hotel o apartamento del sur”, sino cualquier persona que realiza al menos una pernoctación fuera de su residencia habitual, independientemente de dónde pernocte, independientemente del color de su piel o de su origen.