Espacio de opinión de Canarias Ahora
La unidad de Canarias, por encima de todo
Yo sé con meridiana claridad lo que quiero para la formación política de la que soy todavía presidente y en caso alguno me voy a inmiscuir en lo que debe interesar a los partidos rivales. Pero también sé muy bien lo que quiero para mi tierra; y tengo el pleno convencimiento de que lo que yo anhelo debe ser también deseado por nuestros contrincantes. En unos tiempos difíciles, cuando la luz al final del túnel se adivina, por desgracia, aún lejana, lo que menos se puede permitir esta tierra es abonar el terreno para que actúen a sus anchas los quieren romper la unidad de Canarias, algo de lo que abomino y que sólo tolero cuando ese denostado pleito insular se remite al anecdotario de cafetín. Si bien de puertas para fuera todo el mundo asegura despreciarlo, también es cierto que se utiliza con fruición cuando por espurios intereses conviene rescatarlo. En todo caso, sería injusto señalar, únicamente, a determinados medios de comunicación como alentadores del pleito, un fenómeno que emponzoña la concordia entre las islas y fractura la unión de Canarias, porque también la clase política y empresarial son corresponsables de llevar a la primera línea de la confrontación entre islas episodios de marcado carácter pleitista. Y el problema se acrecienta cuando desde las mal llamadas islas menores ven estas disputas como un nuevo oprobio de las capitalinas hacia los otros cinco territorios insulares, aumentando la sensación en éstas de ser meras convidadas de piedra en el festín pleitista con mesa y mantel que se orquesta desde Tenerife y Gran Canaria.
Estos episodios no surgen por generación espontánea. Siempre hay un detonante. Algunas veces es fácil de identificar y otras se tarda más tiempo del deseado en desentrañarlo. Hay muchas formas de activar los resortes del pleito. Algunos actúan con una zafiedad insultante, en la peor versión del Barón de Münchhausen; otros, por el contrario, no pretenden calar de golpe, sino empapar de forma medida, con sutileza calibrada, sibilinas elecciones y cinismo adornado con sintagmas estilísticos que se encargan de desvirtuar.
Quiero que la formación política a la que represento se renueve y crezca. Deseo que Coalición Canaria, después de la autocrítica que se ha hecho en los meses pasados, salga del próximo congreso fortalecida, ahuyentando los fantasmas de la resignación y rebelándose ante los que digan que las siglas de CC tienen fecha de defunción. No nos sirven los acomodados, sino los que creen en una manera de entender Canarias que dista cada vez más de la de nuestros rivales políticos. Sin embargo, y como señalaba al principio, nada de esto servirá si no somos capaces, entre todos, de señalar con el dedo a los que intentan desunirnos. También entre todos debemos arrinconarlos y decirles que sus caprichos pleitistas apestan tanto como los motivos que los avivan.
* Presidente de Coalición Canaria. José Torres Stinga*
Yo sé con meridiana claridad lo que quiero para la formación política de la que soy todavía presidente y en caso alguno me voy a inmiscuir en lo que debe interesar a los partidos rivales. Pero también sé muy bien lo que quiero para mi tierra; y tengo el pleno convencimiento de que lo que yo anhelo debe ser también deseado por nuestros contrincantes. En unos tiempos difíciles, cuando la luz al final del túnel se adivina, por desgracia, aún lejana, lo que menos se puede permitir esta tierra es abonar el terreno para que actúen a sus anchas los quieren romper la unidad de Canarias, algo de lo que abomino y que sólo tolero cuando ese denostado pleito insular se remite al anecdotario de cafetín. Si bien de puertas para fuera todo el mundo asegura despreciarlo, también es cierto que se utiliza con fruición cuando por espurios intereses conviene rescatarlo. En todo caso, sería injusto señalar, únicamente, a determinados medios de comunicación como alentadores del pleito, un fenómeno que emponzoña la concordia entre las islas y fractura la unión de Canarias, porque también la clase política y empresarial son corresponsables de llevar a la primera línea de la confrontación entre islas episodios de marcado carácter pleitista. Y el problema se acrecienta cuando desde las mal llamadas islas menores ven estas disputas como un nuevo oprobio de las capitalinas hacia los otros cinco territorios insulares, aumentando la sensación en éstas de ser meras convidadas de piedra en el festín pleitista con mesa y mantel que se orquesta desde Tenerife y Gran Canaria.
Estos episodios no surgen por generación espontánea. Siempre hay un detonante. Algunas veces es fácil de identificar y otras se tarda más tiempo del deseado en desentrañarlo. Hay muchas formas de activar los resortes del pleito. Algunos actúan con una zafiedad insultante, en la peor versión del Barón de Münchhausen; otros, por el contrario, no pretenden calar de golpe, sino empapar de forma medida, con sutileza calibrada, sibilinas elecciones y cinismo adornado con sintagmas estilísticos que se encargan de desvirtuar.