Espacio de opinión de Canarias Ahora
Vamos a andar
La respuesta popular ha sido no ya exitosa, sino rotundamente clara, que es lo sustancial. Nadie a estas alturas, ni siquiera en las propias filas del aparato marianista, puede cuestionar el hartazgo, la sublevación creciente de una “absoluta mayoría” que se siente desposeída, ultrajada y definitivamente estafada. El frente contestatario es cada día más amplio y su indignación crece por minutos. Ya no es necesario que un premio nobel de economía, como Paul Krugman, nos advierta que se nos conduce “proa al marisco”, porque cada hijo de vecino lo experimenta en su propia situación de vida, como se percibe un incendio (*) cercano ?hace tiempo que olemos el humo, pero las llamas ya han calcinado nuestros bosques y cosechas y ahora ya abrasan nuestras manos y rostros-.
La expresión de la indignación es por tanto lógica; la cuestión es que podemos hacer con ella, de qué manera podemos transformarla en energía constructora. Partamos de dos premisas:
1. La dinámica emprendida por Zapatero en 2010 y ahora desarrollada con fervor por Rajoy nos arrastra inevitablemente por la senda griega y por tanto a un callejón sin salida. A estas alturas ya no resulta creíble la justificación “estamos haciendo lo posible”, porque conocen con certeza las consecuencias de las medidas adoptadas, como un químico sabe que ACIDO + BASE = SAL + AGUA, sin más posibilidades. Existen, sin embargo, otras políticas practicables y absolutamente antagónicas a éstas, pero la tesis de partida ?la línea Merkel-, niega su contemplación de forma taxativa.
2. Vivimos, de facto, una dictadura. Que nadie se soliviante: este gobierno, aunque intenta eludir el término “intervenidos”, reconoce -y lo usa en defensa propia- que actúa siguiendo el mandato de terceros y que sus dictados no admiten réplica; por tanto, no practica la soberanía popular depositada en él (no gobierna para su pueblo), sino que ejerce de administrador en funciones, reeditando la vieja fórmula de “dictadura” introducida por los romanos en su ordenamiento jurídico, para situaciones de guerra o estados de emergencia.
La “mayoría absoluta”, esa de la que el PP hace continua ostentación y con la que impone, a golpe de decretos, dictados de estructuras políticas y financieras no refrendadas por los ciudadanos (la Troika y el FMI), es la única baza con la que cuentan quienes pretenden convencernos de que este gobierno y su actuación son legítimos. En base a esa legitimidad “formal”, estamos condenados a soportar tres años más de privación de democracia y a asistir, inermes, a la destrucción de los pilares del estado social y de derecho y a nuestro empobrecimiento generalizado.
La movilización ciudadana sigue siendo la única y la más eficaz herramienta para revertir esta situación, pero ha de resultar conducente, ha de tener algún propósito y es aquí donde aún andamos perdidos.
En 19 estados de la propia Europa existe la posibilidad de promover procesos revocatorios ?no en España, donde los padres de la transición obviaron una virtual necesidad de este recurso democrático-. El propio Hugo Chávez, al que tan alegremente se tilda de dictador en múltiples foros por estos lares, se ha sometido a procesos revocatorios ?que por cierto ha ganado, mal que le pese a algunos-.
Plantear una moción de censura o de confianza, por la propia composición de las cámaras, resulta a todas luces ineficaz.
Diseñar un gobierno de concentración o salvación nacional no tendría más utilidad que la de maquillar la sustracción de democracia, y quedaría en una mera adición de siglas a una “comisión tutelar” que seguiría actuando por delegación y en base a mandatos externos, no en obediencia a un programa refrendado por los ciudadanos.
La propuesta de celebrar un referéndum sobre las medidas impuestas, defendida por algunas organizaciones políticas y sindicales, además de resultar técnicamente complejo, además de suponer la apertura de un proceso costoso en tiempo y en recursos, podría generar una innecesaria confusión; por si fuera poco, no garantiza resultados efectivos en la práctica y no resuelve el problema de fondo: se ha entregado la soberanía popular a intereses ajenos al propio pueblo. Es más, el referéndum ya se está produciendo en las calles donde el rechazo a esas medidas resulta indiscutible.
Por tanto, no queda otra, que encauzar nuestra movilización hacia un primer objetivo: Devolver al pueblo la soberanía usurpada y para ello es necesario exigir la convocatoria inmediata de elecciones anticipadas como paso previo a un proceso constituyente en el que habría mucho que abordar, empezando por el desarrollo de un marco verdaderamente democrático.
“El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra.”
Karl Marx
(*) Mi más sincera solidaridad con los afectados por los incendios de esta semana en Tenerife, La Palma y La Gomera. Para quienes nos gobiernan, recordarles: “De aquellos barros, estos lodos”.
Adolfo Padrón Berriel
La respuesta popular ha sido no ya exitosa, sino rotundamente clara, que es lo sustancial. Nadie a estas alturas, ni siquiera en las propias filas del aparato marianista, puede cuestionar el hartazgo, la sublevación creciente de una “absoluta mayoría” que se siente desposeída, ultrajada y definitivamente estafada. El frente contestatario es cada día más amplio y su indignación crece por minutos. Ya no es necesario que un premio nobel de economía, como Paul Krugman, nos advierta que se nos conduce “proa al marisco”, porque cada hijo de vecino lo experimenta en su propia situación de vida, como se percibe un incendio (*) cercano ?hace tiempo que olemos el humo, pero las llamas ya han calcinado nuestros bosques y cosechas y ahora ya abrasan nuestras manos y rostros-.
La expresión de la indignación es por tanto lógica; la cuestión es que podemos hacer con ella, de qué manera podemos transformarla en energía constructora. Partamos de dos premisas: