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La Velada de Vegueta

Supongamos que estamos instalados en la atmósfera de la Velada de Benicarló y que hablamos con cierta terminología o llamémosle argot azañista.

Esta campaña electoral es, a mí me lo parece, un campo de Agramante donde han soltado a la Discordia.

Lo primero que refleja esta contienda es un fracaso de la sociedad española. No hemos sabido encontrar un principio claro y axiomático que propicie que el proceso bascule en torno a una cohesión que veo rota por conflictos menores. Porque al cabo, quién gana estas elecciones es una querella menor, tenemos lo principal que es una democracia envidiable que nunca se entiende sin alternancia.

Feijoó con su gobierno no puede acarrear bienes bastantes para compensar el caudal de la discordia ya sembrada y acumulada y el disgusto de los que van a perder. Sánchez tampoco.

Hay confusión. Porque una cosa es el entusiasmo por la causa y otra bien distinta es el entusiasmo por el conflicto. Han soltado al tigre español y la intolerancia avanza y quema como el sirocco. Crece sin cultivo la intransigencia que no siempre es mala. En la Velada de Benicarló se acepta la intransigencia de los tolerantes y se rechaza la intransigencia de los intolerantes.

Todo lo que nos pasa va en derechura a erosionar el espíritu constitucional y las cartas no le van a la mano de Pablo Iglesias, sino a las manos de Sánchez y Feijoó. Son estos los que están agostando el espíritu de convivencia fabricado por nuestros padres con el detalle de un relojero y la renuncia generosa de los que se sentaron a hacer concesiones en la mesa del prorrateo de los principios nunca perdidos, pero sí negociados. Hoy en la mesa se sientan dos tahúres para no decir nunca lo que piensan sino lo que les señalan las encuestas. El mundo en un programa de El Hormiguero.

La concordia que aun anida en el ánimo de muchos de nosotros se quema en otros como lumbre de paja, muchos ya no tienen sino vista de cerca y se han alejado de la zona templada del espíritu. La convivencia y el respeto, que nada tienen que ver con la indiferencia ignorante, el español lo construye con una mano y lo destruye con la otra y con la ayuda de los pies. 

Volviendo al campo donde acampaba Agramante, muchos queremos ser el rey Sobrino, el de la Concordia. Quiero que gane Sanchez, creo que es lo que conviene, pero no pasa nada si en un quiebro ocasional de la democracia se dirime la cosa a favor de Feijoó.

Repito con ironía, y casi en broma, desvalorizando el asunto porque no da para tanto, aquellas palabras tan gruesas y acuñadas en un contexto muy, pero que muy dramático. Paz, piedad y perdón. Paz para los cabreados, piedad para los tontos y perdón para aquellos que cada día no hacen otra cosa que fabricar fake news.

Utilizando un dicho muy antiguo, no es bueno tirar la soga tras el caldero, expresión aplicada a aquellos que, habiendo perdido parte del negocio, el caldero de agua en el pozo, lo abandonan todo echando detrás la soga. El que pierda las elecciones, que no tire la soga que falta hace para ganar el futuro.

Azaña decía que para que servía la republica si no podía adelantar la civilización. Pues para que sirve uno u otro gobierno si no vale para la convivencia.

Lo dicho es predicable para todos los concernidos, pero es de especial aplicación a ese gremio que ha encontrado en su causa contra el “sanchismo”, una cruzada de verdad.

Supongamos que estamos instalados en la atmósfera de la Velada de Benicarló y que hablamos con cierta terminología o llamémosle argot azañista.

Esta campaña electoral es, a mí me lo parece, un campo de Agramante donde han soltado a la Discordia.