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Cada vez más lejos

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Después de varios meses y mucha tensión, finalmente se cerraron los acuerdos que han hecho posible que Pedro Sánchez vuelva a ser investido presidente y que se le dé continuidad al gobierno progresista conformado por PSOE y Sumar. Creo que es una buena noticia que se haya conformado una mayoría suficiente y amplia para afrontar los grandes retos que tenemos por delante. Habría sido muy negativo embarcarnos en una nueva repetición electoral que nos hubiese llevado a tener prácticamente un gobierno en funciones durante un año.

Soy consciente de la tensión social que está generando la amnistía prevista para las personas que tienen causas pendientes con la justicia como consecuencia del conflicto catalán. Creo que hay importantes argumentos para oponerse y debemos respetar a las personas que no comparten esta iniciativa - aunque las algaradas fascistas violentas  que llevamos viendo esta semana no pueden tener cabida en un Estado democrático-. También entiendo que las personas que no comparten la amnistía tienen que reconocer que es una medida legítima, apoyada por una mayoría parlamentaria y cuyo objetivo es el de seguir dando pasos para normalizar y desjudicializar el desencuentro político que existe en Cataluña.

La mayoría  de investidura progresista y nacionalista que se ha conformado hace unos días - y que yo entiendo absolutamente necesaria, frente a la regresión que supone un gobierno del PP y Vox- introduce importantes cambios respecto al programa de gobierno anterior, sobre todo en la organización territorial del Estado. Y en este debate Canarias no ha participado ni se han tenido en cuenta los graves problemas de nuestra sociedad que en muchos aspectos son más graves que los que viven las comunidades protagonistas en este nuevo pacto firmado. La Comunidad que mayores problemas territoriales tiene en el Estado es Canarias y no tiene la fuerza necesaria para condicionar las soluciones y el modelo que se va a adoptar. Se imponen las periferias del norte frente a Canarias -la ultraperiferia del sur- fundamentalmente por la incapacidad de CC para defender una propuesta rigurosa y diferenciadora. Por su actitud mendicante, oportunista y sin un proyecto nacional canario. 

El Estado mira hacia las comunidades del norte que tienen una representación directa y una capacidad de influencia mucho mayor porque aportan votos nacionalistas distintos a los de las fuerzas estatales y por tanto con capacidad para determinar inversiones, modificaciones legales y competencias que aumentan el autogobierno y la atención a la ciudadanía de sus territorios. Ya conoceremos con detalle los logros alcanzados por los nacionalistas vascos, gallegos y catalanes. Se parecerá a los conseguidos por CC como un huevo a una castaña.

En Canarias tenemos un problema serio de pobreza y exclusión social, de gestión de la inmigración, de diversificación económica, de lejanía, de transición energética y de apetencias territoriales vecinas. Y en el debate estatal no aparecemos por ningún lado. Los indicadores económicos y sociales preocupan y no bastan para que Canarias se considere una prioridad. No soy tan ingenuo como para esperar que en la polarización y radicalización que está viviendo la política española los dos grandes partidos estatales destacaran la urgencia canaria. No lo hizo hace un mes el Partido Popular y no lo han hecho ahora ni el Partido Socialista ni Sumar. Canarias no está en las prioridades del debate ni participa en condiciones de igualdad con otros territorios que monopolizan las decisiones y la atención.

En este contexto ha faltado la presencia de voces nacionalistas canarias de progreso, serias y rigurosas,  que prioricen nuestra realidad y no se subordinen a presiones de los partidos estatales o a mercadeos tácticos inconcretos y absurdos de corto recorrido. En las pasadas elecciones se perdió la posibilidad histórica de que obtuviéramos una voz nacionalista y progresista que defendiera nuestros intereses ante un panorama que nos relega a posiciones subordinadas o secundarias como era de prever.

Como nos temíamos, ante esta realidad nueva que exigía rigor y determinación, la actuación de Coalición Canaria ha sido lamentable. En primer lugar siendo el único partido autodenominado nacionalista que apoyó la investidura de Feijóo, lo que hubiese supuesto la conformación de un gobierno con los ultras de VOX, que no respetan ni nuestro autogobierno, ni nuestra cultura y que de hecho quieren acabar con las autonomías. Cabe preguntarse qué tipo de nacionalismo canario es ese capaz de apoyar un gobierno compuesto por lo más cerril del nacionalismo españolista.

Después de esta investidura fallida comenzó un baile de la yenka en el que en días sucesivos Coalición Canaria dijo que estaba dispuesta a apoyar a Sánchez, que se abstendría y que votaría en contra. Finalmente, en el tiempo de descuento, de manera apresurada y casi sin negociación se llegó a un acuerdo por el cual apoyaría la investidura de Pedro Sánchez, a cambio de un documento de compromisos, que si bien es cierto que es amplio, es bastante inconcreto y que apenas aporta nada nuevo, en especial en lo económico y que contrasta con lo que hasta ahora sabemos que han conseguido  otras fuerzas nacionalistas para otros territorios.

Y esto es así en una legislatura que va a ser la de la aprobación de un nuevo sistema de financiación autonómico, algo que puede parecer técnico o farragoso pero que está en el mismo origen de las desigualdades entre los distintos territorios de España. Un pacto que volviera a perjudicar a las islas podría comprometer nuestro futuro como comunidad política y restarnos la capacidad para acometer las urgentes reformas que necesita nuestro modelo. Se debate el nuevo modelo territorial y Canarias está ausente. La referencia a la Agenda Canaria es claramente insuficiente y la capacidad de influencia desde Canarias es realmente mínima.

Y además creo que, desgraciadamente, la actuación de Coalición Canaria desacredita al nacionalismo canario en su conjunto. Quedamos como unos pedigüeños sin principios ni ideología política capaces de pactar con cualquiera, incluido VOX, a cambio de algunas concesiones económicas. Eso está muy lejos de las ideas que históricamente han inspirado este movimiento. No se trata solo de “conseguir” recursos económicos. No hay nacionalismo canario sin un modelo de sociedad, sin una idea y un compromiso con la reforma territorial del conjunto del Estado y sin duda sin un compromiso firme con la mejora de la democracia y los derechos políticos y sociales. Sin eso no se puede entender ni construir Canarias.

En campaña dijimos claramente que si Nueva Canarias no estaba en el Congreso, los intereses de Canarias no iban a estar bien defendidos. Y desgraciadamente no nos equivocamos. Nos quedamos muy cerca, apenas a 3.000 votos, pero el valor de ese diputado (que se lo hubiésemos restado al Partido Popular) hubiese sido altísimo y el escenario sería bien diferente.

Lo cierto es que, desdichadamente, hoy por hoy, el debate político y la capacidad de influir están lejos de Canarias. Y eso en una legislatura que puede ser absolutamente clave en muchos sentidos. Creo que las personas que defendemos una idea progresista de Canarias como nación y de su encaje en el conjunto del Estado español tenemos que ser autocríticas y acertar con las propuestas que hacemos a las canarias y canarios, para que no nos volvamos a ver ahogados por los debates estatales y que, por el contrario, Canarias esté siempre presente.

Después de varios meses y mucha tensión, finalmente se cerraron los acuerdos que han hecho posible que Pedro Sánchez vuelva a ser investido presidente y que se le dé continuidad al gobierno progresista conformado por PSOE y Sumar. Creo que es una buena noticia que se haya conformado una mayoría suficiente y amplia para afrontar los grandes retos que tenemos por delante. Habría sido muy negativo embarcarnos en una nueva repetición electoral que nos hubiese llevado a tener prácticamente un gobierno en funciones durante un año.

Soy consciente de la tensión social que está generando la amnistía prevista para las personas que tienen causas pendientes con la justicia como consecuencia del conflicto catalán. Creo que hay importantes argumentos para oponerse y debemos respetar a las personas que no comparten esta iniciativa - aunque las algaradas fascistas violentas  que llevamos viendo esta semana no pueden tener cabida en un Estado democrático-. También entiendo que las personas que no comparten la amnistía tienen que reconocer que es una medida legítima, apoyada por una mayoría parlamentaria y cuyo objetivo es el de seguir dando pasos para normalizar y desjudicializar el desencuentro político que existe en Cataluña.