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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Las zarpas de Soria

Carlos Sosa / Carlos Sosa

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Pérez es hombre moderado en el actuar y en el hablar. No se le conocen, de momento, demasías en la elocuencia, ni atrabiliarias acusaciones como las que sí ha lanzado siempre quien ahora es diana de sus acusaciones. Soria es consciente del daño de lo dicho por su sucesor y por eso se ha lanzado a tratar de descuartizar a quien le arrebató el bastón de mando de una plaza que él creía inexpugnable.

Tiene razón el presidente del Cabildo cuando quiere lejos las zarpas de José Manuel Soria y de ATI. Y más si se trata de una concesión, concurso, adjudicación o gracia en la que tengan capacidad de decisión. Hemos asistido ya a demasiados episodios que, sin que necesariamente se les pueda considerar corruptos, sí han significado un perjuicio grave para el interés público.

Las zarpas de Soria han estado alrededor de muchos asuntos que han terminado siendo lesivos para los intereses ciudadanos, como la compra de La Favorita (doce millones de euros por algo que costaba cinco en el mercado y que ahora no sirve para lo que se compró); el concurso de Isolux (ocho millones de euros para dos módulos de desalación que no funcionan); la Gran Marina (un gran pelotazo anulado por el Consejo de Estado y la Unión Europea, con Arnaiz a un metro del banquillo); el concurso eólico (su hermano, tropezándose con los Esquivel en Magdeburgo, y él ocupando chalet gratis de esa familia en Santa Brígida); la adjudicación extraordinaria de licencias de camas turísticas (con viaje a Salzburgo y a la pesca del salmón a cambio de una declaración de interés general)...

Más la bandera (360.000 euros para poner en peligro la integridad de las personas y la seguridad del tráfico); el Gran Canaria Ballet (contratos ilegales y uso fraudulento de medios públicos por particulares); la nueva Casa Palacio (las obras llegaron a estar en situación de ilegalidad y ya van costando el doble de lo presupuestado); las sucesivas sentencias condenatorias por negligencias o abusos contra los ciudadanos (90 millones de euros entre su gestión y la de Pepa Luzardo, otro portento)...

Ahora lo tenemos de consejero de Economía y Hacienda, uña y carne con ATI, su socio natural. Y vuelve a las andadas. En enero dijo que la previsión del Gobierno a la hora de elaborar los presupuestos iba a evitar contratiempos y peligros. Pero mentía nuevamente: acaba de exigir a los cabildos y ayuntamientos canarios que devuelvan 200 millones de imprevisión transferidos a esas corporaciones para resolver los problemas más cercanos a los ciudadanos.

Como mintió cuando trató de seducir a los canarios con aquella desaparición del impuesto de sucesión, que a lo único que ha conducido es a que los ricos tributen menos y el Gobierno haya dejado de recaudar 50 millones de euros. Miren por dónde, la cuarta parte de lo que ahora reclama a las corporaciones locales.

Es una zarpa peligrosa, no hay duda.

Pérez es hombre moderado en el actuar y en el hablar. No se le conocen, de momento, demasías en la elocuencia, ni atrabiliarias acusaciones como las que sí ha lanzado siempre quien ahora es diana de sus acusaciones. Soria es consciente del daño de lo dicho por su sucesor y por eso se ha lanzado a tratar de descuartizar a quien le arrebató el bastón de mando de una plaza que él creía inexpugnable.

Tiene razón el presidente del Cabildo cuando quiere lejos las zarpas de José Manuel Soria y de ATI. Y más si se trata de una concesión, concurso, adjudicación o gracia en la que tengan capacidad de decisión. Hemos asistido ya a demasiados episodios que, sin que necesariamente se les pueda considerar corruptos, sí han significado un perjuicio grave para el interés público.