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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Por qué, Zerolo, por qué...

Le podría responder a Zerolo, cuando me llama estalinista, que él es la quintaesencia del sector corrupto de ATI. Pero no lo voy a hacer, porque no viene al caso. El caso se llama Las Teresitas. Zerolo se defiende de una acusación que no figura en la denuncia. Ni en la querella de la Fiscalía anticorrupción. Lo hace porque cree que las mordidas, si las hubiera o hubiese, no van a poder probarse. En la época de los paraísos fiscales, no es fácil seguirles la pista. Ni cuando existe una telaraña tan pegajosa de relaciones político-empresariales, como la que existe en mi Isla. La operación de Las Teresitas, que culmina en la compraventa por el Ayuntamiento del “Frente de Playa” y en la recalificación de los terrenos de Las Huertas, tiene sobrada sustancia delictiva. Con o sin comisiones para los políticos. Y Zerolo es el actor estelar, el personaje crucial de esta historia.

Zerolo no sabe, a pesar de lo listo que se cree, que la conspiración para delinquir es un concepto perfectamente establecido en la jurisprudencia penal. Tiene sólida base legal (en el derecho penal, el principio de legalidad es sagrado) y constituye un instrumento eficaz para evitar que quienes cooperan a la realización del delito resulten impunes. Todos los episodios del caso Las Teresitas, desde la filtración de la Sentencia del Supremo hasta el pago del precio del Frente de Playa, han sido imprescindibles para consumarla. Y la conducta de sus protagonistas, desde el abogado de la Junta de Compensación hasta los directivos de Cajacanarias, también. Si ponemos con delicadeza a un lado los farfullos y la paranoia zeroliana. Si desbrozamos el caso de toda esta cantaleta a la desesperada, podremos preguntarle a Zerolo por lo que él no quiere responder. No quiere, porque no puede.

Quién filtró la Sentencia del Supremo antes de su publicación. Por qué la Junta de Compensación vendió a Inversiones Las Teresitas, sin tener poderes para ello. Por qué expoliaron a muchos legítimos propietarios. Por qué ni el notario ni el registrador advirtieron esta falta de poderes para vender, al autorizar la escritura o al practicar la inscripción registral. Por qué Cajacanarias concede un préstamo de 5.500 millones a una sociedad instrumental, que aún no tenía personalidad jurídica, aceptando la participación de un testaferro y sin exigir garantías patrimoniales a los auténticos beneficiarios del crédito. Por qué el presidente y el director general de Cajacanarias, jugando con el prestigio y la solvencia financiera de la entidad, neutralizaron la actuación de la Comisión de Control a base de ocultarle información. Por qué secuestraron el informe-tasación de la arquitecta municipal Pía Oramas y desecharon todas las valoraciones que dejaban en evidencia el precio del pelotazo. Por qué M. Parejo presionó a Pía Oramas para que firmara en barbecho la tasación-a-la-medida efectuada por Tinsa. Por qué Tinsa creyó que la “tasación” era un encargo del Sr. Ignacio González, uno de los compradores-vendedores del Frente de Playa. Por qué el Ayuntamiento compró el Frente de Playa, sin que estuviera legalmente aprobado el Convenio Urbanístico que lo autorizaba. ¿Por qué… Por qué, Zerolo, por qué?.

La democracia se corrompe cuando las Instituciones públicas, que deben servir al interés general, actúan al servicio de intereses privados. En una democracia políticamente corrompida, el ambiente es propicio para los delitos de cuello blanco. De los de dar el golpe sin aflojarse la corbata. El caso Las Teresitas tiene, por eso, un gran valor de ejemplo. Es la radiografía de un Régimen político, el de ATI, que acaba contaminando muchos asuntos. Y a muchas personas bienintencionadas, que las hay en todo régimen, haciéndolas tragar ruedas de molino. Obligándolas a votar a favor de asuntos como el Convenio de Las Teresitas, la ilegal licencia para la ampliación de Alcampo --concedida por silencio administrativo por Ana Oramas y los suyos, en La Laguna-- y a arropar sus verdaderos responsables, a los que deciden de verdad, por aquéllo de la defensa frente al enemigo común.

No hay, Zerolo, política más bastarda que facilitar el saqueo de las arcas de un Ayuntamiento abusando del poder que los ciudadanos han confiado a alguien. Ese alguien eres tú, alcalde de Santa Cruz. En una operación perfectamente orquestada. No hay bajeza que Zerolo, tantaleando en su autodefensa, no haya ensayado. Esconderse detrás de Santa Cruz, de la isla de Tenerife, de Cajacanarias…Tratar de enfrentar a los canarios, inventándose una conspiración canariona…Escudarse en los funcionarios a los que consiguieron amorosar, para que informaran a pedir de boca, o en los concejales de otros partidos, tomados de rehenes (sarna con gusto no pica)… Convertir las elecciones en un referéndum sobre su inocencia, a base de propaganda engañosa, manipulación periodística y censura informativa… La última, fue hacerse independentista. ¿Se imaginan a un Zerolo insomne, fantaseando con designar soberanamente a sus propios jueces con recado de absolverle?.

¿Para qué, nos pregunta Zerolo, participaría alguien en una operación como ésta? A mí se me ocurre una respuesta con varios ceros. Pero está visto que a Zerolo, no. Tal vez la respuesta la dio hace tiempo el Sr. Plasencia --el otro comprador-vendedor del frente de Playa-- a un profesor universitario, al confiarle que el precio que pagaron a la Junta de Compensación no fueron los 5.000 millones que pusieron en la escritura, sino más de 9.000. ¿A dónde irían a parar, Zerolo?.

Eran tiempos de vino y rosas. La impunidad parecía asegurada. El PP gobernaba en España. La lucha contra la corrupción urbanística no era una prioridad, pero el liberalismo inmobiliario sí era un dogma. Unos pocos tinerfeños ya denunciábamos, contra viento y marea, esta operación escandalosa del Régimen de ATI. En el escrito de alegaciones contra el Convenio de Las Teresitas que presenté ante la Alcaldía, oh Zerolo, en noviembre de 2001, figuraba la misma línea argumental que en la denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción. Ni lo tomaste en consideración, porque había tantas prisas que ¡ya habías comprado el Frente de Playa! Prisas para rematar el pelotazo y devolver el famoso crédito de Cajacanarias.

Zerolo, dicen, es abogado. Y, dicen también, que se licenció por la Universidad de Las Palmas. ¿Seguro? ¿Él, el paladín del tinerfeñismo aguerrido, repudió la Universidad lagunera? No me lo creo. Y dicen que fue en circunstancias tan peculiares --pero esa es otra historia-- que no tuvo tiempo de aprender que para que la operación de Las Teresitas sea delictiva, gravemente delictiva, no es necesario demostrar que hubo comisiones para protagonistas de alto caché. Esas que a buen seguro no llegaron a bedeles ni a ordenanzas. Basta con demostrar que hubo un pelotazo de libro, un saqueo milmillonario de las arcas municipales y que, para realizarlos, se saltaron todas las leyes habidas y por haber. En ese caso, el principal responsable es el alcalde. De la noble e invicta ciudad a la que han estafado. Y el alcalde, eres tú: Zerolo.com.

Tienes, Miguel Zerolo, un problema serio. No conmigo, a pesar de tu obsesión persecutoria. Sino con el Estado de Derecho en el que desconfías. Y el origen del problema está en tus propias andanzas. En la falta de respeto a la inteligencia de los demás y en la sensación de impunidad que te ha embargado, después de asuntos como los 1.500 millones para el apoyo a la producción audiovisual (allá por los noventa), de la privatización de Emmasa (ejecutada cuando pensabas que Las Teresitas estaba bien enterrada). Y en el montón de aduladores que te han aconsejado.

No responderé a tus insultos, sino con argumentos. Todas las veces. Argumentos en defensa de los principios en que creo. No aspiro a ningún otro aval de mi conducta. Aunque estas cosas, me temo, tú no las entiendas.

Le podría responder a Zerolo, cuando me llama estalinista, que él es la quintaesencia del sector corrupto de ATI. Pero no lo voy a hacer, porque no viene al caso. El caso se llama Las Teresitas. Zerolo se defiende de una acusación que no figura en la denuncia. Ni en la querella de la Fiscalía anticorrupción. Lo hace porque cree que las mordidas, si las hubiera o hubiese, no van a poder probarse. En la época de los paraísos fiscales, no es fácil seguirles la pista. Ni cuando existe una telaraña tan pegajosa de relaciones político-empresariales, como la que existe en mi Isla. La operación de Las Teresitas, que culmina en la compraventa por el Ayuntamiento del “Frente de Playa” y en la recalificación de los terrenos de Las Huertas, tiene sobrada sustancia delictiva. Con o sin comisiones para los políticos. Y Zerolo es el actor estelar, el personaje crucial de esta historia.

Zerolo no sabe, a pesar de lo listo que se cree, que la conspiración para delinquir es un concepto perfectamente establecido en la jurisprudencia penal. Tiene sólida base legal (en el derecho penal, el principio de legalidad es sagrado) y constituye un instrumento eficaz para evitar que quienes cooperan a la realización del delito resulten impunes. Todos los episodios del caso Las Teresitas, desde la filtración de la Sentencia del Supremo hasta el pago del precio del Frente de Playa, han sido imprescindibles para consumarla. Y la conducta de sus protagonistas, desde el abogado de la Junta de Compensación hasta los directivos de Cajacanarias, también. Si ponemos con delicadeza a un lado los farfullos y la paranoia zeroliana. Si desbrozamos el caso de toda esta cantaleta a la desesperada, podremos preguntarle a Zerolo por lo que él no quiere responder. No quiere, porque no puede.