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Aplausos apasionados y aplausos de compromiso

Insistimos en que en ese salón dorado de la Plaza de la Feria había caras para todos los gustos y disgustos. Los más identificados con el discurso de Tristán fuimos sin duda los periodistas, al menos los que creemos que, efectivamente, nuestro trabajo no consiste en hacer un millón de amigos entre la clase política o en la función pública. Pero también había colegas y jefes de colegas, que tragaban un poco de saliva al sentirse reflejados en expresiones como “lobos con piel de cordero que se han deslizado por la pendiente antidemócrata, y en ocasiones abiertamente golpista; o que desarrollan un furor mesiánico que convierte en patología el ejercicio profesional”. O, en otro momento de su discurso, que amenaza con tomar forma de nuevo libro de Tristán, cuando se refirió al “constante desfile de una corte de los milagros donde se bambolean enfermos crónicos de soberbia, bailan y agitan la pandereta saltimbanquis con trastornos narcisistas de la personalidad, patanes engreídos a los que les sobra 'falta de ignorancia”. Los aplausos al final fueron delatores, unos con más pasión que otros, otros con más compromiso que pasión. Tengan presente que escucharon impretérritos estas palabras personas como Paulino Rivero, Román Rodríguez, Jerónimo Saavedra, Juan Francisco García, Guillermo García-Alcalde, Antonio Castro Feliciano, Vicente Garrido, Sebastián Grisaleña, José Miguel Bravo de Laguna, Juan José Cardona... y una amplia representación del Cuerpo Consular y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. No todos los citados reaccionaron de igual manera ni por el orden descrito, dicho sea a mayor gloria del suspense.

Insistimos en que en ese salón dorado de la Plaza de la Feria había caras para todos los gustos y disgustos. Los más identificados con el discurso de Tristán fuimos sin duda los periodistas, al menos los que creemos que, efectivamente, nuestro trabajo no consiste en hacer un millón de amigos entre la clase política o en la función pública. Pero también había colegas y jefes de colegas, que tragaban un poco de saliva al sentirse reflejados en expresiones como “lobos con piel de cordero que se han deslizado por la pendiente antidemócrata, y en ocasiones abiertamente golpista; o que desarrollan un furor mesiánico que convierte en patología el ejercicio profesional”. O, en otro momento de su discurso, que amenaza con tomar forma de nuevo libro de Tristán, cuando se refirió al “constante desfile de una corte de los milagros donde se bambolean enfermos crónicos de soberbia, bailan y agitan la pandereta saltimbanquis con trastornos narcisistas de la personalidad, patanes engreídos a los que les sobra 'falta de ignorancia”. Los aplausos al final fueron delatores, unos con más pasión que otros, otros con más compromiso que pasión. Tengan presente que escucharon impretérritos estas palabras personas como Paulino Rivero, Román Rodríguez, Jerónimo Saavedra, Juan Francisco García, Guillermo García-Alcalde, Antonio Castro Feliciano, Vicente Garrido, Sebastián Grisaleña, José Miguel Bravo de Laguna, Juan José Cardona... y una amplia representación del Cuerpo Consular y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. No todos los citados reaccionaron de igual manera ni por el orden descrito, dicho sea a mayor gloria del suspense.