El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Clavijo y el verbo
Ni siquiera en el arte de los abigarrados trabalenguas por los que pasará a la historia Mariano Rajoy (“Cuanto peor, mejor para todos, y cuanto peor para todos, mejor, mejor para mí, el suyo beneficio político”), Fernando Clavijo alcanza al presidente del Gobierno de España, pero se le va aproximando peligrosamente. Parece claro que el presidente de Canarias tiene un serio problema para verbalizar su ideario político, dando por sentado que lo tenga y que lo tenga lo suficientemente arraigado como para poderlo transmitir de manera diáfana a los administrados y administradas de esta asirocada y ultraperiférica autonomía. Durante una amplia temporada de su vida política sostuvo que era independentista pero ahora repudia cualquier movimiento político que tenga la tentación de “romper España”. Y visita las tropas antaño colonialistas destacadas en el Líbano para mostrarle el apoyo del pueblo canario, incluido el de Asamblea Majorera, la pata de Coalición Canaria en Fuerteventura que siempre se opuso a la presencia en la isla de la Legión.
Contradicciones como ésa deberían conducirnos inexorablemente a pensar que el independentismo que profesa el presidente es el que dejó escrito para la posteridad el fallecido director-editor de El Día, santo y seña del tinerfeñismo más profundo y rancio, don José Rodríguez Ramírez, que proclamaba que la primera independencia debía ser la de Tenerife con respecto a Canaria, nombre primitivo de Gran Canaria. Porque, por mucho que el insularismo de Clavijo y los suyos se vista de nacionalismo paradójico, insularismo es y seguirá siendo mientras viva.
No deberían preocuparnos demasiado estos bandazos si no fuera porque en ocasiones nuestro presidente tiene unas ocurrencias de cabo interino, como cuando dijo en una entrevista al ya citado periódico El Día que su Gobierno anda buscando alternativas turísticas en países emisores como Estados Unidos “porque si se recrudece la política de Donald Trump con México, que es, junto al Caribe, el destino mayoritariamente elegido por la población estadounidense, se nos puede abrir una vía”. Y se quedó tan pancho con su poncho.
Tener las ideas desordenadas y poco maduradas en la cabeza conduce irremediablemente a un discurso inconexo, de picoteo, oportunista y por lo tanto arriesgado. Le volvió a pasar a Clavijo esta misma semana con ocasión del último asesinato machista perpetrado en Canarias y justo tras el minuto de silencio y de recogimiento que se celebró a las puertas de la Presidencia del Gobierno.
No fue sorprendido el presidente por los medios de comunicación doblando una esquina, así, de sopetón; habían sido convocados allí por los servicios de prensa y propaganda del Gobierno y era de cajón que había que hacer declaraciones, particularmente para los audiovisuales. Pudo haberse preparado unas palabras bien hilvanadas, o hacer que alguien experto se las preparara para no meter la pata. Pero prefirió decir lo que a él le hace parecer un tipo auténtico.
Y esto fue literalmente lo que soltó: “Yo creo que no es un fallo del sistema en sí, no es el sistema el que falla. Son personas individuales por muchas circunstancias que al final acaban cometiendo este tipo de crímenes, pero, insisto, lo que tenemos es que comprometernos colectivamente. No va a haber ninguna solución mágica, no va a haber ningún protocolo que lo impida porque en la intimidad de los hogares y de las familias esas cosas ocurren. Lo que hay es que desde edades tempranas educar en ese sentido de la tolerancia y en la resolución de conflictos con la palabra, desde luego no acudiendo a la violencia. No hay ningún sistema en el mundo ni ninguna sociedad en el que (sic) desgraciadamente no se den este tipo de casos. Lo que tenemos que conseguir es entre todos comprometernos para educar”.
Cuando se divulgaron estas manifestaciones se produjo la consecuente avalancha de críticas, unas más desabridas que otras, lo que dejó a los servicios de propaganda del Gobierno y de Coalición Canaria completamente noqueados. No sabían por dónde salir, qué explicación dar para poder encauzar la insufrible impericia presidencial ante un asunto tan crucial como la violencia machista. Así que, como no había manera de explicar nada, la decisión no fue otra que la de acusar a la oposición, particularmente al PSOE (que fue el primer partido en tirársele a la yugular) de a) tergiversar sus palabras y b) utilizar políticamente un drama como este para atacar al adversario político. De manual.
A las 14:49 ya estaba uno de los responsables de redes de Coalición Canaria tocando a rebato en una cuenta de WhatsApp orgánica: “Hola a todos. Nos piden que los cargos públicos salgan a defender a Fernando Clavijo en las redes del acoso desmedido del PSOE a cuenta de la violencia machista. ¿Contamos con ustedes? Gracias”.
El responsable de redes de Coalición Canaria tardaba hora y cuarto en reaccionar al SOS lanzado en la misma red social por el presidente del Gobierno, que firmaba con sus iniciales (algo infrecuente) dos tuits consecutivos:
Dos horas después de estos dos mensajes, la cuenta de Coalición Canaria empezó a derretirse por completo, en total 21 tuits y retuits de cargos públicos y orgánicos, asesores, correveidiles y asimilados eran replicados en el perfil oficial del partido.
Pero era demasiado tarde. El incendio ya avanzaba sin control. Solo los más leales asumieron el mensaje oficial. El resto volvía a anotar en el debe del presidente del Gobierno de Canarias su desnorte político.
Ni siquiera en el arte de los abigarrados trabalenguas por los que pasará a la historia Mariano Rajoy (“Cuanto peor, mejor para todos, y cuanto peor para todos, mejor, mejor para mí, el suyo beneficio político”), Fernando Clavijo alcanza al presidente del Gobierno de España, pero se le va aproximando peligrosamente. Parece claro que el presidente de Canarias tiene un serio problema para verbalizar su ideario político, dando por sentado que lo tenga y que lo tenga lo suficientemente arraigado como para poderlo transmitir de manera diáfana a los administrados y administradas de esta asirocada y ultraperiférica autonomía. Durante una amplia temporada de su vida política sostuvo que era independentista pero ahora repudia cualquier movimiento político que tenga la tentación de “romper España”. Y visita las tropas antaño colonialistas destacadas en el Líbano para mostrarle el apoyo del pueblo canario, incluido el de Asamblea Majorera, la pata de Coalición Canaria en Fuerteventura que siempre se opuso a la presencia en la isla de la Legión.
Contradicciones como ésa deberían conducirnos inexorablemente a pensar que el independentismo que profesa el presidente es el que dejó escrito para la posteridad el fallecido director-editor de El Día, santo y seña del tinerfeñismo más profundo y rancio, don José Rodríguez Ramírez, que proclamaba que la primera independencia debía ser la de Tenerife con respecto a Canaria, nombre primitivo de Gran Canaria. Porque, por mucho que el insularismo de Clavijo y los suyos se vista de nacionalismo paradójico, insularismo es y seguirá siendo mientras viva.