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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

De Cobo Plana a Miguel Losada

Este diario algo supo de la existencia del concurso de Yánez antes de que todo el monte fuera orégano para Antón Marín. Y fue por medio de una pregunta inocente al entonces juez de la UD Cobo Plana: “Oiga, ¿y usted se ha visto con un marrón como el amarillo?”. La respuesta fue elocuente: mediáticamente, por supuesto que no había otro como el del equipillo, “pero es que tengo uno chiquitito en dinero, mucho más farragoso de resolver...”, vino a decir. Con el paso del tiempo -y de Grupo Europa, claro- caímos en la cuenta de que se refería a Yánez, tan trincada por Antón Marín en la promoción de sus viviendas propeperas en Ciudad del Campo que accedía a todo lo que le pedía el imputado por cohecho y falsificación documental en Telde. Tanto, que de la lectura de la denuncia que dio pie a la pieza 38 de Faycán, su instructor, Javier García García-Sotoca, no sólo alucinó con la impunidad en la corrupción política, sino con el lado menos trascendente, más mercantil de andar por casa, de cómo a uno se le ocurre manejar desde fuera hasta a los concursales de una empresa de la que sólo se es cliente.

Este diario algo supo de la existencia del concurso de Yánez antes de que todo el monte fuera orégano para Antón Marín. Y fue por medio de una pregunta inocente al entonces juez de la UD Cobo Plana: “Oiga, ¿y usted se ha visto con un marrón como el amarillo?”. La respuesta fue elocuente: mediáticamente, por supuesto que no había otro como el del equipillo, “pero es que tengo uno chiquitito en dinero, mucho más farragoso de resolver...”, vino a decir. Con el paso del tiempo -y de Grupo Europa, claro- caímos en la cuenta de que se refería a Yánez, tan trincada por Antón Marín en la promoción de sus viviendas propeperas en Ciudad del Campo que accedía a todo lo que le pedía el imputado por cohecho y falsificación documental en Telde. Tanto, que de la lectura de la denuncia que dio pie a la pieza 38 de Faycán, su instructor, Javier García García-Sotoca, no sólo alucinó con la impunidad en la corrupción política, sino con el lado menos trascendente, más mercantil de andar por casa, de cómo a uno se le ocurre manejar desde fuera hasta a los concursales de una empresa de la que sólo se es cliente.