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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Una decisión anulada por un juez

Pero se enreda con los cordones de sus propios zapatos Javier Sánchez-Simón cuando, en un intento fútil de capitalizar de por vida todo lo que ocurra en el recinto portuario, se erige en maestro corrector de decisiones pasadas, presentes y futuras, en asesor de una de las partes más activas del Puerto, los estibadores, y en denunciador de empresas cuyo comportamiento preciso desconoce en estos momentos por el natural alejamiento que ya experimenta. En un escrito presentado ayer mismo a través del Registro de la Autoridad Portuaria, Sánchez-Simón se moja en favor de los estibadores en el mal amañado conflicto que mantenían en ese momento con la Autoridad Portuaria con el muy humano propósito de sacar tajada del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, una oportunidad histórica para por fin convertir a La Luz en un centro neurálgico de ayuda humanitaria a África. Sánchez-Simón les tenía prometida una parte suculenta de la tarta, y de hecho dejó en el portafirmas de su despacho un documento por el que se imponía que fueran los trabajadores portuarios los que operaran la descarga de grano desde los barcos a los silos. Una autorización que las empresas graneleras recurrieron ante la Justicia y ésta cautelarmente les dio la razón, anulando por tanto esa extravagancia.

Pero se enreda con los cordones de sus propios zapatos Javier Sánchez-Simón cuando, en un intento fútil de capitalizar de por vida todo lo que ocurra en el recinto portuario, se erige en maestro corrector de decisiones pasadas, presentes y futuras, en asesor de una de las partes más activas del Puerto, los estibadores, y en denunciador de empresas cuyo comportamiento preciso desconoce en estos momentos por el natural alejamiento que ya experimenta. En un escrito presentado ayer mismo a través del Registro de la Autoridad Portuaria, Sánchez-Simón se moja en favor de los estibadores en el mal amañado conflicto que mantenían en ese momento con la Autoridad Portuaria con el muy humano propósito de sacar tajada del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, una oportunidad histórica para por fin convertir a La Luz en un centro neurálgico de ayuda humanitaria a África. Sánchez-Simón les tenía prometida una parte suculenta de la tarta, y de hecho dejó en el portafirmas de su despacho un documento por el que se imponía que fueran los trabajadores portuarios los que operaran la descarga de grano desde los barcos a los silos. Una autorización que las empresas graneleras recurrieron ante la Justicia y ésta cautelarmente les dio la razón, anulando por tanto esa extravagancia.