El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Un difícil pulso con la Policía Local
Vaya por delante que mostramos todo nuestro apoyo al concejal de Seguridad de Las Palmas de Gran Canaria, Ángel Sabroso, ante el tamaño de la empresa que tiene que acometer los próximos meses, pero vaya también por delante que algo se habrá de dejar por el camino. Se trata de reconducir una vieja asignatura pendiente de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria, aquejada de una inmensa acumulación de vicios cuyo origen se remonta a la noche de los tiempos agravados por pésimas direcciones políticas, cesiones sindicales inasumibles desde cualquier punto de vista e inveterada costumbre de utilizar al cuerpo para casi todo menos sus funciones básicas más específicas. Las soluciones se pueden acometer desde la cesión parcial acompañada de la recuperación de cierta autoridad política, o poniendo fin a una serie de privilegios y comportamientos impropios y perjudiciales para la ciudadanía, bien porque la policía no cumple eficazmente su labor o bien porque, aún cumpliéndola en parte, nos cuesta a todos un dineral que la convierten en un cuerpo ineficiente. La debilidad viene dada precisamente por su propia naturaleza de cuerpo policial y la capacidad que tienen sus más activos combatientes de poner en jaque a toda una ciudad, y la fortaleza, como no puede ser de otro modo, por la aplicación estricta y sin miramientos de la ley. Parece sencillo, ¿verdad? Pues no lo va a ser.
Vaya por delante que mostramos todo nuestro apoyo al concejal de Seguridad de Las Palmas de Gran Canaria, Ángel Sabroso, ante el tamaño de la empresa que tiene que acometer los próximos meses, pero vaya también por delante que algo se habrá de dejar por el camino. Se trata de reconducir una vieja asignatura pendiente de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria, aquejada de una inmensa acumulación de vicios cuyo origen se remonta a la noche de los tiempos agravados por pésimas direcciones políticas, cesiones sindicales inasumibles desde cualquier punto de vista e inveterada costumbre de utilizar al cuerpo para casi todo menos sus funciones básicas más específicas. Las soluciones se pueden acometer desde la cesión parcial acompañada de la recuperación de cierta autoridad política, o poniendo fin a una serie de privilegios y comportamientos impropios y perjudiciales para la ciudadanía, bien porque la policía no cumple eficazmente su labor o bien porque, aún cumpliéndola en parte, nos cuesta a todos un dineral que la convierten en un cuerpo ineficiente. La debilidad viene dada precisamente por su propia naturaleza de cuerpo policial y la capacidad que tienen sus más activos combatientes de poner en jaque a toda una ciudad, y la fortaleza, como no puede ser de otro modo, por la aplicación estricta y sin miramientos de la ley. Parece sencillo, ¿verdad? Pues no lo va a ser.