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Escuadra, compás y rosa

Un acto militar con un ministro socialista en el que se distinguía a un periodista comprometido con los valores de la izquierda, patriota y un profesional de acreditada solvencia. La verdad es que a muchos de los presentes les llamaba la atención esa confluencia en un lugar, el Gobierno Militar de Las Palmas, que hasta hace poco lucía en su fachada una insultante placa en la que se recordaba que de ese edificio partió Francisco Franco en 1936 para provocar un golpe de estado en España. Un Francisco Franco que, no se sabe si por su estatura o por su manifiesta ignorancia de determinada simbología, jamás mandó derruir ese edificio o cambiar los adornos que rematan los capiteles de los bellos pilares del patio donde este miércoles fue distinguido Tristán Pimienta: el compás abierto, la escuadra y la rosa son símbolos que para el régimen franquista fueron malditos por ser los de la pérfida y maldita masonería. Allí están aún, rematando los capiteles, testigos del paso de un golpista, testigos de la distinción a un patriota demócrata y de izquierdas, y testigo del discurso de un ministro que ha tenido que recordar a la derecha la legitimidad de las urnas y la soberanía del pueblo español.

Un acto militar con un ministro socialista en el que se distinguía a un periodista comprometido con los valores de la izquierda, patriota y un profesional de acreditada solvencia. La verdad es que a muchos de los presentes les llamaba la atención esa confluencia en un lugar, el Gobierno Militar de Las Palmas, que hasta hace poco lucía en su fachada una insultante placa en la que se recordaba que de ese edificio partió Francisco Franco en 1936 para provocar un golpe de estado en España. Un Francisco Franco que, no se sabe si por su estatura o por su manifiesta ignorancia de determinada simbología, jamás mandó derruir ese edificio o cambiar los adornos que rematan los capiteles de los bellos pilares del patio donde este miércoles fue distinguido Tristán Pimienta: el compás abierto, la escuadra y la rosa son símbolos que para el régimen franquista fueron malditos por ser los de la pérfida y maldita masonería. Allí están aún, rematando los capiteles, testigos del paso de un golpista, testigos de la distinción a un patriota demócrata y de izquierdas, y testigo del discurso de un ministro que ha tenido que recordar a la derecha la legitimidad de las urnas y la soberanía del pueblo español.