El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Una de pitufos
Cualquier imputado en una causa penal está en su derecho a mentir, a no contestar a las preguntas que se le formulen y hasta a inventarse una historia de pitufos malvados que acojonan a cualquiera y arrojan a las almas cándidas al camino de la perdición. En esa estrategia tan legítima como en ocasiones grotesca, los imputados (o acusados si ya sientan culo en el banquillo) han de contar necesariamente con el apoyo de sus abogados, con los que habrán de coordinar los mínimos y los máximos del guion so pena de convertir la defensa en un disparate. Las crónicas de tribunales están plagadas de saltos mortales con tirabuzón que han conducido al ridículo a acusados y letrados, claro que siempre con la peor parte para los primeros, que son los que han de cargar finalmente con la correspondiente condena. El letrado puede agarrarse al “hemos hecho lo que hemos podido, pero el tribunal no se ha tragado la película, ten paciencia que recurriremos”, mientras que el pobre patrocinado, metido absolutamente en el papel de triste Pitufo Llorón, tratará de convencer a su representante legal de que en realidad tampoco era tan temeraria la mentira: “No entiendo por qué no nos han creído”. En algo similar a eso andan estas semanas embarcados los abogados que defienden a Jorge Rodríguez, a Antón Marín, a José Luis Mena y a tres imputados más en el juicio del caso Grupo Europa. Sabedores de que el denunciante ha presentado pruebas sólidas a la instrucción y al plenario, y una vez frustrado el intento de hacerlo desmoronarse con alguna contradicción, los doctos letrados han pasado a la siguiente fase: la investigación policial. La táctica ahora consiste en descalificar al equipo de la Brigada de Información que dirigió este caso en el entorno del caso Faycan, lo que servirá a algunos de los acusados presentes, y otros que habrán de incorporarse cuando se juzgue esa causa, para medir el nivel de credibilidad del intento. La sesión de este miércoles no dejó dudas porque, por darle brillo y esplendor a la conspiración pretendida, hasta salió a relucir el nombre de Alfredo Pérez Rubalcaba. A Zapatero, de momento, no lo han tocado.
Vamos a pitufear, ¡venga!
Los dignos letrados Pitufo Dormilón y Pitufo Anasagasti fueron especialmente incisivos este miércoles con el jefe de la Brigada de Información, que regresó como testigo a explicar al tribunal y a los doctos abogados cómo recibieron la denuncia de Pitufo Valiente y cómo fueron complementándola con documentación incautada en los registros y con otras pruebas que condujeron a sentar en el banquillo a Papa Pitufo, a Pitufo Alicatesen, a Pitufo Glotón y a otros pitufos de menor cuantía por esas zarandajas de Grupo Europa, en las que cinco mamaban y uno se forraba (o iba a intentarlo). Los letrados de los dos cabecillas de la trama hicieron lo que pudieron, pero al igual que les pasó con el testigo e imputado de cargo, volvieron a tropezarse con un muro infranqueable, el que levantó el inspector sacudiéndoles respuesta tras respuesta con la verdad y la información contrastada, sin las mentiras que ellos sí pueden emplear con el amparo de la ley para defender a toda la colonia pitufa. Oiga, ¿usted manipuló las pruebas?, llegó a preguntar al policía Pitufo Anasagasti en una demostración de que, llegados ya a este momento de desesperación, todo parece valer. El presidente del tribunal no permitió que el testigo contestara esa entrada en plancha, pero no sacó tarjeta amarilla al agresor, ni le aconsejó acudir al juzgado de guardia si tuviere algún indicio que le condujere a sospechar que hubo delitos para acusar de delitos a su patrocinado, Pitufo Alicatesen. Oiga, ¿y no le pareció extraño que un tercero, un periodista, lo supiera todo de antemano? Y dale, Iñaki, pero qué majadero nos ha salido el muchacho: que fue el periodista el que descubrió todo y el que, en cumplimiento de su labor de denunciar delito (y no la de pitufear para escamotearlos) aceptó las condiciones de su fuente de poner los hechos en conocimiento de la Policía. “Porque hasta tuvo que comparecer Rubalcaba”. Pues claro que tuvo que comparecer el ministro del Interior ante la batería de acusaciones infundadas de conspiración que lanzó el Partido Popular metido en el ensolerado de una de las especialidades de la casa. Conspiración que jamás condujo a otra cosa distinta que al delirio, como se puede apreciar ahora. ¿Y no está ese mismo periodista imputado en una causa de revelación de secretos? Podemos llamar a esa extraña situación “imputado”, pero también “denunciado” porque la instrucción no ha pasado de ahí. Y se refiere, dicho sea para mejor proveer, a una contradenuncia interpuesta por un inspector de dudosa reputación contra compañeros que le afearon precisamente su dudosa reputación en el caso Góndola. ¿Querrá Pitufo Anasagasti que el cliente de Pitufo Dormilón cuente también lo que pasó en Mogán? Nosotros nos lo sabemos también de memoria. Antes que la Policía, dicho sea de paso y sin animus jodiendi.
El impagable Pitufo Tontín
Dicen los cronistas que este miércoles pudo verse en el nuevo edificio judicial de Las Palmas de Gran Canaria algo parecido al ectoplasma de Warren Sánchez, aquel delirante letrado que acompañó a Pitufo Alicatesen en los primeros meses de su imputación y de su injusto valle de lágrimas. Un día imposible de concretar, Sánchez desapareció de la primera línea de fuego para retirarse a gozar de un merecido descanso de cuerpo y de alma en la carretera de Marzagán. No lo tenemos confirmado ni hay fotos que testimonien su presencia en la Vega de San José porque ya se sabe que los ectoplasmas son inmunes a la inmortalización gráfica, mucho más a la digital, pero damos fe de que su espíritu sí estaba revoloteando sobre algunas cabezas. Por ejemplo, la de Pitufo Tontín, un inspector del Cuerpo Nacional de Policía que debe haber pedido vacaciones o asuntos propios sin límite para no perderse ni una de las sesiones de este juicio de Grupo Europa. Habitual de Warren Sánchez, del que incluso llegó a recibir algún encargo de difícil encaje en la compatibilidad profesional, se ha convertido en el báculo, el asesor áulico, el sostén y hasta el masajista moral de una parte del banquillo y la correspondiente de la bancada de los letrados defensores. Se le ve departir con ellos con apariencia de estar diciendo cosas sesudas y decisivas para el futuro de los acusados. Algunas de sus sugerencias estamos seguros que están siendo tenidas en cuenta por los pitufos interrogadores, pero como es de general conocimiento, si preguntas pendejadas es porque te asesoraron con pendejadas. Y sólo recibirás hostias como panes en forma de respuestas. Pitufo Tontín desoye los consejos de los que le dicen que se está metiendo en un frondoso jardín que sólo hará crecer la brecha entre él y los buenos profesionales que hay en la Policía. Su dedicación a la conspiración le ha hecho olvidar por completo los conocimientos adquiridos en la carrera cuando dieron “trabajo de campo”: no es conveniente mear contra el viento.
Costa Rica, ¡pura vida!
Todas las causas de corrupción investigadas en Canarias desde que el Gobierno del PSOE constituyó las fiscalías anticorrupción en las regiones con litoral (ole) han sufrido unas dilaciones desesperantes. La tutela judicial efectiva, que llaman, y la habilidad de los abogados para dar un patadón p’alante a la pelota y ganar un año en cada recurso, son la causa de unos retrasos que los imputados se atreven a reprochar a la Administración de Justicia para colocarse como víctimas del sistema. Por su escasa complejidad, Grupo Europa, sin ser el primer sumario abierto, ha sido sin embargo el primero en llegar a juicio. Los abogados no pudieron estirar más el chicle durante la instrucción y han optado por intentarlo en la vista oral. Desde el primer día pidieron nulidades y prácticas de prueba que fueron rechazadas en gran parte, y su táctica de interrogatorio es tan majadera como amplia es la permisividad del tribunal ante la formulación y reformulación de la misma pregunta una y otra vez. Pero así son las reglas del juego y ante Pitufos con la escopeta de la nulidad cargada, hay que cuidarse mucho del riesgo de incumplirlas. Esa minuciosidad, dejémoslo ahí, de algunos interrogatorios ha conducido a que el inspector policial que este miércoles depuso como testigo lleve ya dos sesiones haciéndolo y todavía le quede al menos otra. El retraso, motivado única y exclusivamente por los letrados, ha conducido a que uno de ellos, nuestro favorito, Pitufo Dormilón, haya pedido para su cliente, Pitufo Pura Vida, un mayor agrupamiento de las sesiones porque ¡vive en San José de Costa Rica! Y según dijo, vive “muy bien”. Caramba con Antón. Sin perder ni un momento la compostura ni la elegancia a pesar de las largas sesiones, el presidente del tribunal, que lo es también del TSJC, lo mandó a pulpiar.
Cualquier imputado en una causa penal está en su derecho a mentir, a no contestar a las preguntas que se le formulen y hasta a inventarse una historia de pitufos malvados que acojonan a cualquiera y arrojan a las almas cándidas al camino de la perdición. En esa estrategia tan legítima como en ocasiones grotesca, los imputados (o acusados si ya sientan culo en el banquillo) han de contar necesariamente con el apoyo de sus abogados, con los que habrán de coordinar los mínimos y los máximos del guion so pena de convertir la defensa en un disparate. Las crónicas de tribunales están plagadas de saltos mortales con tirabuzón que han conducido al ridículo a acusados y letrados, claro que siempre con la peor parte para los primeros, que son los que han de cargar finalmente con la correspondiente condena. El letrado puede agarrarse al “hemos hecho lo que hemos podido, pero el tribunal no se ha tragado la película, ten paciencia que recurriremos”, mientras que el pobre patrocinado, metido absolutamente en el papel de triste Pitufo Llorón, tratará de convencer a su representante legal de que en realidad tampoco era tan temeraria la mentira: “No entiendo por qué no nos han creído”. En algo similar a eso andan estas semanas embarcados los abogados que defienden a Jorge Rodríguez, a Antón Marín, a José Luis Mena y a tres imputados más en el juicio del caso Grupo Europa. Sabedores de que el denunciante ha presentado pruebas sólidas a la instrucción y al plenario, y una vez frustrado el intento de hacerlo desmoronarse con alguna contradicción, los doctos letrados han pasado a la siguiente fase: la investigación policial. La táctica ahora consiste en descalificar al equipo de la Brigada de Información que dirigió este caso en el entorno del caso Faycan, lo que servirá a algunos de los acusados presentes, y otros que habrán de incorporarse cuando se juzgue esa causa, para medir el nivel de credibilidad del intento. La sesión de este miércoles no dejó dudas porque, por darle brillo y esplendor a la conspiración pretendida, hasta salió a relucir el nombre de Alfredo Pérez Rubalcaba. A Zapatero, de momento, no lo han tocado.