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Indignados más indignados

No puede haber más nocturnidad y más alevosía que la que se comete sobre un ser vivo que duerme plácidamente sobre el césped (desteñido, eso es verdad) a la espera de que llegue un nuevo día. Ni cabe reclamarle a ese ser vivo que, ante la nocturnidad y la alevosía, actúe de manera dócil y entonando alegremente el Viva la Gente. Por eso cabe ponerse en el pellejo de los acampados del parque de San Telmo que se han quejado del trato recibido la madrugada del lunes cuando fueron desalojados por la Policía Nacional y la Policía Local con la excusa de proceder a limpiar la zona. Los indignados, entre los que había miembros del 15-M y otros añadidos que han estropeado en más de una ocasión (y hasta de tres) la filosofía de partida del movimiento, tienen sus motivos para quejarse si es cierto que recibieron porrazos y empellones. Y están en su derecho a reprochar al alcalde Cardona que haya tenido que ser él quien pidiera a la Delegación del Gobierno la actuación que se ejecutó esa madrugada. De igual manera, es comprensible la actitud de una buena parte de los ciudadanos y de las instituciones ante una situación de insalubridad y de inseguridad que se estaba convirtiendo en insostenible en San Telmo. Porque la misma prudencia que tuvieron los promotores de otras acampadas en distintas ciudades españolas de retirarse a tiempo, no la tuvieron los del parque, donde se han vivido varios episodios delictivos sin necesidad ninguna. Ningunita. Habrá que buscar otras vías para reconducir la indignación.

No puede haber más nocturnidad y más alevosía que la que se comete sobre un ser vivo que duerme plácidamente sobre el césped (desteñido, eso es verdad) a la espera de que llegue un nuevo día. Ni cabe reclamarle a ese ser vivo que, ante la nocturnidad y la alevosía, actúe de manera dócil y entonando alegremente el Viva la Gente. Por eso cabe ponerse en el pellejo de los acampados del parque de San Telmo que se han quejado del trato recibido la madrugada del lunes cuando fueron desalojados por la Policía Nacional y la Policía Local con la excusa de proceder a limpiar la zona. Los indignados, entre los que había miembros del 15-M y otros añadidos que han estropeado en más de una ocasión (y hasta de tres) la filosofía de partida del movimiento, tienen sus motivos para quejarse si es cierto que recibieron porrazos y empellones. Y están en su derecho a reprochar al alcalde Cardona que haya tenido que ser él quien pidiera a la Delegación del Gobierno la actuación que se ejecutó esa madrugada. De igual manera, es comprensible la actitud de una buena parte de los ciudadanos y de las instituciones ante una situación de insalubridad y de inseguridad que se estaba convirtiendo en insostenible en San Telmo. Porque la misma prudencia que tuvieron los promotores de otras acampadas en distintas ciudades españolas de retirarse a tiempo, no la tuvieron los del parque, donde se han vivido varios episodios delictivos sin necesidad ninguna. Ningunita. Habrá que buscar otras vías para reconducir la indignación.