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José Manuel Rivero lo pone bonito

Que sepamos y a la hora de cerrar esta edición, la única persona en esta archipielágica ultraperiferia que había saltado para criticar públicamente ese editorial de don Pepito fue el abogado José Manuel Rivero, de Justicia y Sociedad, que en Radio San Borondón tachó el artículo directamente de delictivo “por vulnerar el artículo 477 del código penal, que dice que ”la provocación, la conspiración y la proposición para cometer rebelión serás castigadas además de con la inhabilitación, con la pena de prisión, inferior a uno o dos grados a la del delito correspondiente“. De ahí que sea conveniente, a la par que elegante, que se activen los mecanismos que tiene el Estado de Derecho para embridar esas ansias indómitas del acalorado editor, no vaya a ser que el sentimiento que trata de inculcar a sus lectores se convierta en algún momento en una algarada de consecuencias imprevisibles. O así. Si la Fiscalía actuara, cosa que no esperamos en absoluto, debería empezar por analizar la causa de tan calenturientos y golpistas editoriales. Quizás de ese modo podría llegar a conclusiones muy reveladoras sobre la personalidad de su autor y descartaría la libertad de expresión para centrarse expresamente en la figura de la vendeta.

Que sepamos y a la hora de cerrar esta edición, la única persona en esta archipielágica ultraperiferia que había saltado para criticar públicamente ese editorial de don Pepito fue el abogado José Manuel Rivero, de Justicia y Sociedad, que en Radio San Borondón tachó el artículo directamente de delictivo “por vulnerar el artículo 477 del código penal, que dice que ”la provocación, la conspiración y la proposición para cometer rebelión serás castigadas además de con la inhabilitación, con la pena de prisión, inferior a uno o dos grados a la del delito correspondiente“. De ahí que sea conveniente, a la par que elegante, que se activen los mecanismos que tiene el Estado de Derecho para embridar esas ansias indómitas del acalorado editor, no vaya a ser que el sentimiento que trata de inculcar a sus lectores se convierta en algún momento en una algarada de consecuencias imprevisibles. O así. Si la Fiscalía actuara, cosa que no esperamos en absoluto, debería empezar por analizar la causa de tan calenturientos y golpistas editoriales. Quizás de ese modo podría llegar a conclusiones muy reveladoras sobre la personalidad de su autor y descartaría la libertad de expresión para centrarse expresamente en la figura de la vendeta.